Son muchas las críticas a la “buena escuela” del gobierno de Renzi. Es sorprendente que el gobierno esté tan sordo a tales críticas, especialmente cuando éstas provienen de aquellos que han dedicado gran parte de su vida a la escuela, tratando de dar todo lo que era posible dar a pesar de los ataques cada vez más duros dirigidos a la escuela pública.

No queriendo profundizar en lo específico de cada detalle ya ampliamente criticado del proyecto de ley del gobierno, vale la pena destacar el alto porcentaje de formalismo que contiene. Desde los potenciales incentivos puramente económicos a los maestros hasta la promesa de contrataciones para poco más de 100 mil puestos precarios; desde el aumento del poder que se daría al director hasta el aumento de la financiación directa e indirecta a las escuelas privadas; desde el mayor espacio sugerido para la enseñanza de arte, música, inglés y educación física hasta la introducción de la educación ambiental; todo se hace pasar como medidas para un cambio sustancial de la escuela, casi como una especie de revolución.

La impresión, sin embargo, es que nos enfrentamos a medidas que afectan superficialmente a la forma, mientras se observa en el contenido una perfecta continuidad con las últimas reformas en el campo de la educación, siempre caracterizadas por la intención de hacer de la escuela y de la educación en general lo más servil posible. ¡Nada de autonomía!

En otras palabras, como el Italicum es una ley electoral que aumenta el carácter “formal” de la democracia perjudicando la sustancia real, así también la “buena escuela” de Renzi traería solo cambios formales que no mejorarán, sino que empeorarán las ya difíciles condiciones de la escuela, porque no afrontan los verdaderos nudos cuya solución haría que el nivel de la educación en este país sea el más apropiado para una sociedad que está cambiando tan velozmente.

La “buena escuela” de Renzi no es “buena”, ya que no atiende a los problemas de fondo, con el resultado de que se seguirá abandonando las escuelas públicas a favor de las “agencias educativas”, basadas cada vez más en la lógica del beneficio.

La propuesta humanista

Incluso en el caso en que los cambios necesarios deban ser llevados a cabo poco a poco, no hay duda de que la dirección debe estar clara. Una reforma de la escuela debe tener como objetivos:

  1. La escuela debe ser gratuita y para todos.
  2. La escuela debe ser de buena calidad.
  3. La enseñanza debe ser considerada como actividad de la más alta valoración social.
  4. La escuela debe integrar la diversidad.
  5. La educación debe ser permanente.

Veamos más específicamente qué herramientas son necesarias para alcanzar estos objetivos.

La escuela debe ser gratuita y para todos

– El aumento de los fondos destinados a la educación.

– La activación de los instrumentos y fondos para lograr la efectiva gratuidad de la escuela, al menos durante el período de enseñanza obligatoria; libros y útiles escolares básicos gratuitos.

– Abolición de la matrícula.

– Ningún apoyo financiero a las escuelas privadas, ya sean directos o indirectos.

– Fortalecimiento de los servicios para la infancia, con el agotamiento de las listas de espera en las guarderías y escuelas infantiles. Expansión de puestos de trabajo para satisfacer toda la demanda y la amplia difusión de las escuelas públicas para los infantes de todo el país, con niveles de calidad homogéneos.

La escuela debe ser de buena calidad

– Reducción del número de alumnos por clase (máximo 15) y el consiguiente aumento del personal docente.

– Garantía de la autonomía escolar basada en el concepto de iguales recursos para todos y de su descentralización en el territorio en diversas entidades (direcciones educativas, regiones, pueblos, barrios, asociaciones de base, comités de padres de familia, etc.).

– La reforma de los programas de cada orden en el sentido de: actualización, relación con el entorno social, apertura a la diversidad cultural, valoración de la subjetividad.

La enseñanza debe ser considerada como actividad de la más alta valoración social

– Recualificación del personal docente; aumento y redefinición de los salarios de acuerdo con el criterio de responsabilidad social.

– Eliminación de todas las normas que restringen la libertad de enseñanza, de experimentación y de organización del trabajo.

La escuela debe integrar la diversidad

– Fortalecimiento del apoyo a través del número de profesores (al menos uno por cada clase con alumnos con discapacidades), cursos de actualización para temas específicos, programas de grado y entrenamiento en las clases.

– Creación de la figura del maestro de apoyo sociocultural, cuya función será la de desarrollar e integrar la diversidad cultural presente en el salón de clases.

La educación debe ser permanente

– La inversión del Estado en la educación de sus ciudadanos tiene que partir desde su nacimiento y continuar durante toda la vida.

– Centros de aprendizaje permanente para permitir, tanto a nivel personal y social, el desarrollo educativo de cada ser humano.

Esta debe ser la base mínima de propuestas para construir, no cualquier “buena escuela”, sino la “verdadera escuela”. Pero, por desgracia, así como la nueva ley electoral Italicum nos aleja de la verdadera democracia, así también la “buena escuela” nos aleja de la verdadera escuela.