El viernes pasado fue testigo del previsible fracaso de la Conferencia de Revisión del Tratado de No-Proliferación Nuclear en llegar a un consenso sobre desarme. La negativa de Israel a admitir la existencia de su arsenal nuclear y a participar en una conferencia por una zona libre de armas nucleares en el Oriente Medio, es la razón de este fracaso. Sin embargo, incluso si Israel no hubiera impedido el consenso, el proyecto de texto sobre el desarme era tan débil, que es mejor que la conferencia haya fracasado.

Suponiendo que la humanidad siga viva en el próximo siglo, cuando los historiadores estudien este momento histórico, seguramente se divertirán al advertir la forma en que las naciones deliberaban acerca de las armas nucleares. Uno no puede evitar hacer comparaciones de cómo funcionaba el establishment hace cinco siglos.

«La Tierra gira alrededor del Sol», proclamó Galileo, por lo que fue denunciado como hereje, sujeto a arresto domiciliario y obligado a abjurar de sus conclusiones científicas. El destino de Giordano Bruno no fue tan afortunado y murió quemado en la hoguera por creencias tales como que las estrellas son soles distantes que bien podrían promover sus propios planetas y formas de vida.

La iglesia cristiana en aquellos días controlaba legalmente los medios y el ejercicio de la violencia física, condenando a la muerte y la tortura, conforme a las leyes que ellos mismos diseñaban e imponían. La iglesia controlaba los bancos, los medios de difusión y el gobierno y a partir de éstos la educación y, por lo tanto, toda la población.

Así, al desafiar la enseñanza de la Iglesia sobre el cosmos, desafiaron toda su base de autoridad y poder. Poner en duda un elemento de una doctrina infalible era impensable, porque poner en duda una creencia era poner en duda el Sistema, la Virgen María, la Resurrección y los miles de mitos y dogmas de la moral bíblica.

El mito moderno análogo al de la Iglesia diciendo que «el Sol gira alrededor de la Tierra» es la declaración de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU diciendo que «las armas nucleares proporcionan seguridad».

Hemos pasado los últimos dos años y medio de conferencia en conferencia (Oslo, Nayarit, Viena y ahora Nueva York) oyendo cómo las armas nucleares ponen a la humanidad en peligro de extinción, cómo los riesgos de detonaciones accidentales no pueden ser eliminados y son, de hecho, cada vez mayores, cómo el fracaso del desarme conduce inevitablemente a la proliferación y cómo no hay una respuesta humanitaria que se pueda poner en marcha en caso de explosión de una bomba nuclear. En efecto, hemos oído claramente que las armas nucleares proporcionan inseguridad.

Aquellos que controlan los gobiernos de los Cinco, pueden tener diferentes ideologías políticas y diferentes formas de manipular a las masas, pero en esencia son lo mismo: una alianza impía de comerciantes de armas, de banqueros, de magnates de los medios de difusión y sus políticos títere que hacen y dicen lo que se les dice que hagan y digan. China, los EE.UU., el Reino Unido, Francia o Rusia, da igual, el sistema es el mismo y las élites en la cúspide de la pirámide necesitan armas nucleares, ya que controlar la violencia legal es controlar el sistema, la educación y, por lo tanto, la población.

A pesar del antagonismo entre los cinco, todos coincidieron en la conferencia del TNP en que el tiempo no es el adecuado para el desarme y que el resto del mundo deberá confiar en ellos para controlar las armas. Podrían fácilmente sentarse a negociar reducciones progresivas y proporcionales en sus arsenales y establecer un marco de confianza mutua que conduzca a la eliminación. Podrían traer la paz a la península coreana, al subcontinente indio y Oriente Medio y asegurarse de que estas regiones se unan a las zonas libres de armas nucleares. Podrían tomar la iniciativa y llevar la paz y la justicia social para todo el mundo, pero no lo hacen, a pesar de que sería una ventaja económica para todos, incluso para ellos.

Sin embargo, estamos en un momento de transición y así como en la época de Galileo la Iglesia tuvo que cambiar su posición y renunciar a gran parte de su poder; también el establisment de hoy tendrá que hacerlo a impulsos de una mayor concienciación de la población. Los pueblos y aquellos gobiernos no incluidos en el P5, están empezando a despertar. El compromiso humanitario propuesto por Austria y adoptado por 107 países, es el punto de partida.

Ahora corresponde al movimiento anti-nuclear y a los gobiernos que apoyan la supresión y eliminación de las armas nucleares, empujar con un tratado para prohibir las armas nucleares y asegurar que la conciencia se despliegue en todo el planeta. La educación es el único recurso que puede combatir la ignorancia. Las gentes por todas partes, en todos los países del mundo, deben saber que las armas nucleares equivalen a proliferación, a inseguridad y al peligro de extinción de la humanidad. Un tratado de prohibición en sí mismo no produce la abolición nuclear, pero la conciencia global que puede generarse por un tratado de este tipo es la clave para salir del punto muerto en los foros de desarme y proporcionarnos los medios para lograrlo.