Lo Femenino como objeto. El cuerpo de las mujeres, ¿de quién es?

Según Silvia Federici, historiadora y activista feminista, en la Europa medieval las mujeres todavía ejercían un control indiscutible de sus cuerpos y del parto. Recién con la llegada del capitalismo se introducen nuevas formas de control del embarazo y de la maternidad, y se instaura el infanticidio (cuando el bebé nacía muerto o moría durante el parto, la madre era la culpable y era ejecutada). A partir de entonces las mujeres pierden el control de sus cuerpos y de la reproducción. El trabajo se transforma en la fuente principal de riqueza y el control del cuerpo de las mujeres adquiere un nuevo significado: las mujeres se convierten en máquinas para la producción de fuerza laboral y de mano de obra. En la actualidad, estas máquinas siguen siendo cruciales para la acumulación de capital. Se sigue controlando la producción de dicha fuerza de trabajo, se quiere decidir acerca de la cantidad de trabajadores que producen y las condiciones en que lo hacen.

El control de la capacidad reproductiva de las mujeres es también una forma de controlar su sexualidad. Al atacar la sexualidad femenina, la Iglesia contribuyó en gran medida a humillar a las mujeres de múltiples maneras: las hizo responsables del pecado original y de ser causa de perversión para los hombres, obligándolas a esconder el cuerpo como si éste estuviese contaminado.

No solo en España, también en Estados Unidos y en otros países, se intenta introducir leyes que penalizan gravemente a las mujeres y se limita su capacidad de elegir si desean o no tener hijos. Actualmente, en un sistema que basa su economía en los progresos tecnológicos, como por ejemplo en los Estados Unidos, el parto ya está mecanizado. En algunos hospitales, las mujeres dan nacimiento a sus bebés en una línea de montaje, con un tiempo determinado para el alumbramiento, de modo que si se pasa de ese tiempo, se practica una cesárea.

A lo largo de la historia, y a pesar de las etapas en las que las sociedades se fueron organizando de manera matriarcal respetando la fuerza y el poder de lo femenino, la mujer ha sufrido de forma constante la violencia, el acoso y la desvalorización.

A través de los años, se ha acallado a las mujeres creativas, artistas, escritoras, científicas y pensadoras, en beneficio del hombre.

Hoy en día asistimos a un nivel extremo de violencia: 1.200 millones de mujeres en el mundo son agredidas por sus parejas o ex-parejas, o son objeto de ataques sexuales de terceros. Este es el panorama con el que debe enfrentarse una de cada tres mujeres: 133 millones de mujeres sufren algún tipo de mutilación genital en 29 países de África o de Medio Oriente. Setecientos millones se casan antes de los 18 años. A una de cada 10 niñas se la fuerza a tener relaciones sexuales o se la obliga a mantener otro tipo de relaciones sexuales.

Son los últimos estertores de un sistema patriarcal, herido de muerte. Es que en todas partes del mundo las mujeres se sublevan. Somos testigos del surgimiento de numerosos grupos, asociaciones y comunidades de mujeres que se unen para defender sus cuerpos, sus vidas, sus tierras, sus hijos y su alimentación. Son mujeres profundamente espirituales que se conectaron con su propio poder y con la sabiduría de lo instintivo (que siempre las acompañó), que saben que ha llegado la hora de ponerse de pie y de hacerlo con resolución.

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