En 1969 se lanzó el Movimiento Humanista y propuso la no violencia como su metodología de acción desde sus comienzos. Sin embargo, «El Brujo» José López Rega los vio como subversivos. Quedaron en la mira de la Triple A. Las ideas de Silo ya se habían hecho conocidas al otro lado de la cordillera, y la persecución tuvo efectos inesperados, porque los exiliados chilenos y argentinos las llevaron por el mundo. El siloísmo se extendió a España y Francia, y se disparó para los cuatro costados: a las Filipinas, a Africa, a Canadá. Con el tiempo, llegó a reunir más de un millón de seguidores.

La edición del domingo 10 de junio del diario Miradas al Sur informa en la nota «Disparen contra Silo»: «Cerca de la medianoche del 23 de julio de 1975, Eduardo Lascano y Ricardo Carreras caminaban por la vereda de los números impares de la avenida 7 de La Plata rumbo a la casa de un amigo. A dos cuadras de distancia, otros dos integrantes de Silo (sic), Tomás Trincheri y Gustavo Segarra, iban en la misma dirección. Al llegar a la intersección de 7 y la calle 39, Carreras y Lascano se sobresaltaron por la brusca frenada de un Ford Falcon Sprint color anaranjado, con bandas negras en los laterales. Al día siguiente, en una portada, el diario platense El Día relataría que “del automóvil descendieron dos individuos que les dispararon a boca de jarro con ametralladoras. Los jóvenes, que recibieron numerosos impactos de balas de 9 mm, murieron en el acto. Los agresores huyeron de inmediato con rumbo desconocido”.

Y agregaba: “De acuerdo con algunos testimonios de circunstanciales testigos del grave episodio, el doble crimen se desarrolló con vertiginosa rapidez (…) Los agresores, personas jóvenes correctamente vestidas, accionaron sus armas dirigiendo los disparos de arriba hacia abajo, alcanzando a las víctimas con disparos desde la cabeza hasta las piernas”. Segundos después, Trincheri y Segarra llegaron al lugar y descubrieron los cadáveres de sus amigos en la vereda. Fueron ellos quienes dieron aviso a los padres de las víctimas. Días después, los compañeros de las víctimas habían identificado a tres de los cuatro ocupantes del Ford Falcon: Eduardo Fromigué (a) El Oso, Alejandro Mazzola y otro individuo de apellido Vicente, apodado El Negro.

Mario Rodríguez Cobos, más conocido como Silo, líder de la organización humanista, había sido encarcelado durante la dictadura de Lanusse por supuestas vinculaciones con el comunismo internacional. La ultraderecha peronista había ido más lejos e identificaba a Silo como parte de una organización que respondía encubiertamente al PRT-ERP. Poco antes de los asesinatos de Lascano y Carreras, la revista El Caudillo había denunciado esta supuesta vinculación. El encargado de hacerlo fue Salvador Nielsen, en su sección “¡Oíme!”, donde solía señalar con dedo acusador a los enemigos de la patria. “Nielsen estaba obsesionado con la ‘invasión sionista’ y el ERP. Sobre el grupo guerrillero, incluso, había concebido una extraña teoría: sostenía que el ERP había estrechado vínculos con los terroristas vascos de ETA a través de Silo, el líder del Movimiento Humanista. No tenía pruebas, pero igual escribió un artículo sobre el tema, reforzado con toques antisemitas”, relata el periodista Adrián Murano en su artículo “Los intelectuales del Brujo”, publicado en 2007 por la revista Veintitrés.

Eduardo Fromigué (a) El Oso fue detenido pocos días después de los asesinatos de Lascano y Carreras. Los autores de esta investigación no han encontrado documentación relacionada con esta detención que, por otra parte, fue breve. En una carta de lectores publicada el 11 de mayo de 2007 en la revista Infu, Gustavo Cabarrou, se refiere a ella y acusa a Fromigué de la muerte de sus compañeros y también de los tres militantes de la JUP asesinados a principios de julio de 1975. “Pablo del Rivero fue asesinado en La Plata junto a sus amigos Mario Cédola y Gustavo Rivas en julio de 1975 cuando circulaban en moto por el Paseo del Bosque de La Plata».

En uno de los últimos discursos públicos de Silo, él advirtió sobre “la pobreza de vastas regiones” del planeta y “la creciente amenaza nuclear que es, en definitiva, la máxima urgencia del momento actual”. También recordó lo que dejaron los gobiernos militares en Latinoamérica. “Las dictaduras y sus órganos de desinformación fueron tejiendo su red ya desde la época en que se prohibía, encarcelaba, deportaba y asesinaba a nuestros militantes. Aún hoy, y en distintas latitudes, se puede pesquisar la persecución que sufrimos no solamente a manos de los fascistas, sino también a manos de algunos sectores ‘bien pensantes’”.

Fuente: Miradas al Sur