Por Marco Coscione

En la Comuna de Sagrada Familia, actualmente existen tres organizaciones de pequeños viticultores de comercio justo: “Vinos Lautaro”, “Viña Caupolicán” y “Wichan Chile”. En agosto de 2016, con el apoyo de Vinos Lautaro y la Coordinadora Nacional de Comercio Justo de Chile, la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo se reunió con el alcalde Martín Arriagada para dar a conocer la campaña “Ciudades y Pueblos Latinoamericanos por el Comercio Justo”; la propuesta es que Sagrada Familia, por la presencia de varias organizaciones y su apoyo al comercio justo, pueda pronto convertirse en la primera comuna chilena por el comercio justo. Y así promover poco a poco la campaña a nivel nacional.

Según Paola, el desarrollo de la campaña a nivel local será muy importante, también para los mismos productores, para que puedan realmente entender qué significa comercio justo, más allá de un mejor precio de venta y un premio social: “Sería bonito que poco a poco los mismos productores puedan explicarle a los habitantes de la comuna, a sus propios vecinos qué es el comercio justo, y qué beneficios trae para los más pequeños”.

De los comentarios del Alcalde durante la reunión podemos ver qué significa el impacto del comercio justo también en la comunidad en su conjunto, y no solo para las familias productoras. Don Martín nos comentaba que su padre tiene una ferretería en la comuna, y que el negocio local ha ido creciendo poco a poco también gracias a las compras de los socios de estas organizaciones de comercio justo. Los mayores beneficios económicos para ellos significaron, en concreto, más compras en la ferretería, para adecuar y mejorar las viviendas, invertir en las parcelas, etc.

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En este sentido, las mejoras económicas de los pequeños productores, gracias a los circuitos de comercialización justa y solidaria, se reflejaron claramente en mejoras de otros negocios locales, como la ferretería. Todo significa mayor desarrollo local en la comuna.

Sin embargo, con las mejoras económicas y sociales de los productores también aumentaron las aspiraciones de las nuevas generaciones; ahora difícilmente sus hijos se quieren quedar en el campo, atendiendo la actividad agrícola. Según Raúl este problema no tiene respuesta desde las mismas organizaciones de productores; más bien, por un lado, desde el Estado, con políticas diferenciadas para la agricultura familiar a pequeña escala, el fomento de la comercialización de estos actores y la prohibición de la división de las parcela entre varios hijos en caso de parcelas de pocas hectáreas (cuya subdivisión solo favorece a las grandes empresas y plantaciones, y aumenta la desigualdad rural); por el otro, desde la sociedad en su conjunto, a través de una adecuada valorización del trabajo campesino, el fomento del consumo responsable y la construcción de circuitos locales y nacionales de comercio justo, que promuevan actividades económicas rurales más atractivas también para los jóvenes.

“Para este tipo de esfuerzos necesitábamos una organización más amplia, que articulara a varias organizaciones de comercio justo en el país”, comenta Raúl. “En la actualidad hay tres redes de comercio justo en el país: la Coordinadora, con las organizaciones certificadas Fairtrade, la Asociación, con las organizaciones certificadas IMO-Fair for Life, y la plataforma de las organizaciones miembros de la WFTO en Chile. En total estamos hablando de unas 40 organizaciones o empresas familiares, dependiendo de los esquemas reconocidos por los tres modelos de certificación”.

La Coordinadora Nacional de Comercio Justo de Chile se creó formalmente en 2015, después de varios esfuerzos que primero articularon los productores de vino y de miel, a partir de 2011; y después poco a poco también los otros rubros: nueces, ciruelas, frambuesas, uva de mesa, uva pasa y arándanos. El rubro del vino ha sido fundamental en este caso, y es muy importante para el comercio justo certificado Fairtrade en Chile, así como en el Cono Sur, donde Argentina es el otro país con presencia de organizaciones certificadas. “Sin embargo, para el mercado interno del vino, la situación es bien complicada para pequeñas organizaciones como la nuestra”, nos comenta Raúl. “Hay grandes empresas transnacionales, sobre todo tres, que ocupan prácticamente todo el mercado chileno y gran parte del mundial; una de ellas, es el primer proveedor a nivel mundial, y representa sola a 15.000 hectáreas productivas. La comparación con las 100 hectáreas de Vinos Lautaro es imposible. En estos términos nunca podremos competir en volúmenes y precios. Solo podemos competir contando nuestra historia, valorando el desarrollo de pequeños productores organizados, frente a las grandes explotaciones privadas, y promoviéndonos a través de la certificación de comercio justo. Aquí está el gran problema de la certificación, en diferentes esquemas de comercio justo, de actores tan grandes como estas multinacionales, porque realmente ya no basta con tener una certificación para poder diferenciarnos”. Según Raúl este desafío es muy grande también frente a las políticas públicas, que naturalmente tendrán que dirigirse hacia los sectores más vulnerables, y también para la apertura de mercados en el Sur, donde las grandes superficies y supermercados, que pudieran interesarse en comercio justo, siempre estarán buscando comprarle barato al productor.

Según Raúl, en el Chile de hoy, están dadas las condiciones políticas para que haya cada vez más apoyo a la agricultura familiar campesina: “Las autoridades públicas quieren retomar los principios y valores del comercio justo como herramienta y apoyo fundamental para el desarrollo de la agricultura familiar campesina. Y es normal que el Estado quiera promover un esquema comercial en el cual los campesinos se empoderan, dan sostenibilidad a sus negocios y promueven desarrollo equitativo. Con este tipo de comercio se reducen los subsidios estatales y toda la sociedad gana”. Según Raúl, el impulso del Año Internacional de la Agricultura Familiar (2014) fue fundamental en el giro que están dando las políticas chilenas para el sector rural: “Hay más y mejores instrumentos en apoyo tecnológico, transferencias técnicas, créditos, subsidios para el riego, nuevas variedades más efectivas, mejoras para la calidad, entre otras medidas”.

Además, Raúl confía mucho en la cultura de la sociedad chilena: “Antes de la dictadura nos caracterizamos por tener una alta cultura cívica. La dictadura abandonó esos valores, transformó una sociedad culta en una irreflexiva, incapaz de sacar conclusiones y nuevas perspectivas que no fueran impuestas desde afuera o desde arriba. Aún no logramos sacudirnos plenamente de esos vicios; sin embargo, los jóvenes de hoy han logrado poner en jaque a las ataduras del periodo pinochetista y han logrado despertarnos de nuevo”. Hoy, todos los sectores políticos expresan la necesidad de construir una sociedad más justa, solidaria y equitativa, reduciendo las enormes desigualdades que la siguen caracterizando. En este sentido, la reducción de las desigualdades también pasa por cambiar los patrones productivos y de consumo. “Yo creo que el comercio justo, que no tiene banderas partidarias y cuyos valores pueden ser apoyados por todos, podría ser muy bien acogido en el país, y desarrollarse en nuestra sociedad”.

Paola Parra también considera que la economía social está retomando fuerza en Chile, aunque aún de manera muy incipiente: “Nosotros mismos estamos pensando internamente de convertirnos en cooperativa, aunque de momento no todos están de acuerdo; el cooperativismo era fuerte antes de la dictadura, pero Pinochet, los militares y la derecha se encargaron de demoler sus bases, y ahora muchos desconfían o no creen en los modelos cooperativos”. Según Paola hay muchas posibilidades de que la opinión pública y la sociedad se abra poco a poco al consumo responsable y al comercio justo como caminos efectivos para un desarrollo más sostenible: “Son temas nuevos, pero con los más jóvenes vienen fuertes. Hay que trabajar más con los más jóvenes, que ya se interesan más por un consumo más consciente. Por el tema de precios habrá que empezar con clases media alta, y poco a poco ampliar el público; y también tendremos que trabajar mucho con las universidades”.

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La campaña “Universidades Latinoamericanas por el Comercio Justo” es otra herramienta que la Coordinadora Nacional de Comercio Justo de Chile quiere aprovechar para ir sensibilizando a la sociedad en su conjunto y, en particular, a los más jóvenes. De momento, la Universidad Autónoma de Chile en Talca es la primera universidad en sumarse oficialmente a la campaña, y con esta ya se iniciaron algunas colaboraciones. Pero esperamos que más universidades puedan hacerlo poco a poco, estableciendo así relaciones directas con los pequeños productores que representan el eslabón más débil de las cadenas comerciales.

En Chile aún hay harto camino para recorrer… pero los productores tienen las ideas claras y la coyuntura social del país abre perspectivas interesantes para el desarrollo del movimiento en su conjunto.