El mes pasado, la existencia de intereses encontrados impidió que se lograra un acuerdo sobre un tratado muy necesario para reducir el terrible coste humano del comercio internacional de armas, cuya regulación es insuficiente. Mientras tanto, las iniciativas de desarme nuclear siguen en punto muerto a pesar del creciente e intenso apoyo popular que tiene esta causa a nivel mundial.

El fracaso de estas negociaciones y el aniversario este mes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki representan una oportunidad propicia para analizar las causas de esta incapacidad, las razones por las que el desarme y el control de armas resultan tan difíciles de lograr y el modo en que la comunidad internacional puede enderezar el rumbo para alcanzar estos objetivos cruciales.

En la actualidad, muchas instituciones de defensa reconocen que la seguridad significa mucho más que proteger las fronteras. Pueden surgir graves problemas de seguridad a raíz de los fenómenos demográficos, la pobreza crónica, la desigualdad económica, la degradación del medio ambiente, las epidemias, la delincuencia organizada, la gobernanza represiva y otros acontecimientos que ningún Estado puede controlar por sí solo. Las armas no pueden solucionar estos problemas.

A pesar de ello, se ha dado un preocupante desfase entre el reconocimiento de estos nuevos problemas de seguridad y la propuesta de nuevas políticas para afrontarlos. Las prioridades de los presupuestos nacionales todavía suelen reflejar los antiguos paradigmas. Las inmensas partidas militares y las nuevas inversiones para modernizar las armas nucleares han dejado un mundo que tiene demasiadas armas y destina demasiados pocos recursos a la paz.

Se calcula que el año pasado el gasto mundial en defensa superó los 1,7 billones de dólares, lo que equivale a más de 4.600 millones de dólares al día, casi el doble del presupuesto de las Naciones Unidas para todo un año. Este derroche incluye miles de millones adicionales destinados a modernizar los arsenales nucleares durante las próximas décadas.

Resulta difícil encontrar una explicación para este nivel de gasto militar en un mundo que ha dejado atrás la Guerra Fría y en un contexto de crisis financiera mundial. Los economistas lo llamarían “coste de oportunidad”. Yo lo llamo pérdida de oportunidades humanas. Las partidas presupuestarias destinadas a armas nucleares son los apartados idóneos para realizar recortes en profundidad.

Esas armas son inútiles contra las amenazas contemporáneas a la paz y la seguridad internacionales. Su mera existencia es desestabilizadora, puesto que cuanto más se presentan como indispensables, más se incentiva su proliferación. Además, existen otros riesgos adicionales derivados de los accidentes y de los efectos sobre la salud y el medio ambiente que entrañan el mantenimiento y el desarrollo de estas armas.

Ha llegado la hora de reafirmar los compromisos relativos al desarme nuclear y de garantizar que los presupuestos, planes e instituciones nacionales incorporen este propósito común.

Hace cuatro años, esbocé una propuesta de cinco puntos para el desarme que resaltaba la necesidad de una convención sobre las armas nucleares o un marco de instrumentos para lograr este objetivo.

Sin embargo, siguen sin producirse avances respecto al desarme. A todas luces, la solución pasa por que los Estados realicen mayores esfuerzos para actuar en una misma línea orientada a lograr los propósitos comunes. Las siguientes son algunas de las medidas específicas que todos los Estados y la sociedad civil deberían promover a fin de terminar con este estancamiento.

  • Apoyar las iniciativas de los Estados Unidos de América y la Federación de Rusia centradas en la negociación de disminuciones sustanciales y comprobadas de sus arsenales nucleares, tanto de los desplegados como de los no desplegados.
  • Lograr que otros Estados poseedores de armas nucleares se comprometan a participar en el proceso de desarme.
  • Imponer una moratoria al desarrollo o la producción de armas nucleares o de nuevos sistemas vectores.
  • Negociar un tratado multilateral que prohíba la producción de material fisionable para la fabricación de armas nucleares.
  • Poner fin a las explosiones nucleares y lograr la entrada en vigor del Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares.
  • Detener el despliegue de armamento nuclear en territorios ajenos y retirar el ya desplegado.
  • Asegurar que los Estados poseedores de armas nucleares presenten informes a un organismo público de las Naciones Unidas que actúe como depositario en materia de desarme nuclear. Dichos informes deberán contener detalles sobre el tamaño de su arsenal, el material fisionable, los sistemas vectores y los avances logrados en relación con los objetivos de desarme.
  • Establecer una zona libre de armas nucleares y de otras armas de destrucción en masa en el Oriente Medio.
  • Lograr la adhesión universal a todos los tratados que prohíban las armas químicas y biológicas.

Fomentar iniciativas paralelas de control de armas convencionales, entre ellas la adopción de un tratado sobre el comercio de armas, el fortalecimiento del control del comercio ilícito de armas pequeñas y armas ligeras, la adhesión universal a la Convención sobre la prohibición del empleo, de minas antipersonal, la Convención sobre Municiones en Racimo y la Convención sobre las armas convencionales, y el logro de una mayor participación en el Informe de las Naciones Unidas sobre Gastos Militares y en el Registro de Armas Convencionales de las Naciones Unidas.

Emprender iniciativas diplomáticas y militares para mantener la paz y la seguridad internacionales en un mundo libre de armas nucleares, entre ellas nuevas medidas para resolver las controversias regionales.

Por último, y por encima de todo, debemos atender las necesidades humanas básicas y cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La pobreza crónica menoscaba la seguridad. Debemos reducir drásticamente nuestro gasto en armas nucleares e invertir en lugar de ello en desarrollo socioeconómico, que beneficia a todos al ampliar los mercados y reducir las causas de los conflictos armados, y en hacer a los ciudadanos partícipes de su futuro común. Como sucede con el desarme y la no proliferación nucleares, estos objetivos son esenciales para garantizar la seguridad humana y procurar un mundo en paz para las próximas generaciones.

Sin desarrollo, no habrá paz. Sin desarme, no habrá seguridad. Pero cuando se logra avanzar en ambos ámbitos, el mundo avanza y aumentan la seguridad y la prosperidad de todos. Estos son propósitos comunes que merecen el apoyo de todas las naciones.