Por Genevieve B. Kupang (Filipinas)
Las recién concluidas elecciones filipinas de mayo de 2025 han revelado una sutil pero profunda revolución psicosocial, particularmente evidente en los patrones de voto de la Generación Z y de votantes afines de otros grupos demográficos.
Más allá de la politiquería tradicional y de los apoyos de famosos, una nueva generación de votantes, impregnada de fluidez digital y de un anhelo de cambio genuino, parece estar dirigiendo el rumbo hacia líderes definidos por la integridad, la autenticidad y la visión transformadora.
Esta «revolución psicosocial» representa un cambio más profundo en la conciencia colectiva del electorado. Es una evolución desde una aceptación potencialmente pasiva de las narrativas políticas tradicionales a una demanda activa e informada de gobernanza ética. La Generación Z, a menudo caracterizada por su capacidad digital, su acceso instantáneo a la información y su agudo sentido de la justicia social, no se limita a votar, sino que está ávida de líderes auténticos, servidores del pueblo y transformadores. Muestran una baja tolerancia hacia la corrupción y un alto aprecio por la transparencia, el compromiso directo y el impacto tangible. Su escepticismo hacia las dinastías políticas establecidas y los sistemas de clientelismo convencionales es un rasgo definitorio, que les empuja a buscar personas que encarnen realmente el servicio público.
Este enfoque exigente se reflejó visiblemente en el fuerte apoyo cosechado por figuras como el multipremiado alcalde de la ciudad de Pasig, Victor Ma. Regis N. Sotto, apodado «Vico» Sotto. Su compromiso con la buena gobernanza y la transparencia le valió incluso el reconocimiento del Departamento de Estado de Estados Unidos, que lo nombró uno de sus Campeones Internacionales Anticorrupción en 2021. Su mandato, marcado por una gobernanza transparente, programas sociales innovadores y una clara postura anticorrupción, resuena profundamente en una generación que valora la sustancia por encima de la retórica.
Del mismo modo, el ferviente apoyo a líderes como la ex vicepresidenta Leni Robredo, cuya campaña hizo hincapié en el voluntariado, los movimientos de base y un historial de integridad y servicio, dice mucho de las aspiraciones de la Generación Z. Estos líderes, independientemente de los resultados electorales finales, encarnan las mismas cualidades -honestidad, competencia y mentalidad progresista- que esta generación prioriza.
Sus elecciones suponen un alejamiento de los patrones históricos de voto, a menudo influidos por cultos a la personalidad o por una maquinaria política arraigada. En cambio, la Generación Z aprovecha las redes sociales no sólo para entretenerse, sino como herramienta fundamental para el discurso político, la comprobación de hechos y la creación de comunidades en torno a valores compartidos. Este activismo digital se traduce en una exigencia de responsabilidad que trasciende los filtros de los medios tradicionales.
El impacto de este despertar psicosocial es de gran alcance. Desafía a los futuros aspirantes políticos a reflexionar de verdad sobre sus plataformas, sus trayectorias y su compromiso con un servicio público intachable. Sugiere que se está produciendo un cambio a largo plazo, en el que el verdadero liderazgo no se mide por la riqueza o el linaje, sino por la capacidad de inspirar confianza, ofrecer soluciones transformadoras y comprometerse con una vía ética para el progreso de la nación.
A medida que la Generación Z sigue madurando hasta convertirse en un grupo demográfico dominante, su panorama psicosocial en evolución promete ser una fuerza constante de reforma, obligando al ámbito político a innovar y adaptarse para un futuro más responsable y progresista.
Compartido por su autora durante la 3ª Asamblea del Foro Humanista Mundial, 19 de julio de 2025 en la Mesa Temática – Revoluciones Psicosociales y Espirituales.













