Normalmente, las elecciones a la alcaldía de Nueva York son predecibles y, francamente, un poco aburridas. Pero esta vez, una oleada de posibilidades, retos e incertidumbre ha hecho que la democracia vuelva a sentirse viva. Hoy, esa ola ha dado un resultado histórico.

Zohran Mamdani, un socialista demócrata musulmán de 33 años y miembro de la Asamblea del Estado de Nueva York, declaró una victoria sin precedentes en las primarias del Partido Demócrata después de que Andrew Cuomo, ex Gobernador del Estado de Nueva York, renunciara.

La carrera se había perfilado como un clásico enfrentamiento entre David y Goliat. Cuomo, representante del ala conservadora del Partido Demócrata, contaba con el apoyo de la vieja guardia del partido y de la élite financiera. Mamdani, en cambio, surgió como el rostro de un movimiento progresista en ascenso, impulsado por la organización de base y una visión de cambio transformador.

Foto de Facebook.com/ZohranKMamdani

Los resultados, confirmados por el sistema de votación por orden de preferencia de la ciudad de Nueva York, asestaron un golpe decisivo al establishment demócrata. Según este sistema, los votantes clasificaban hasta cinco candidatos por orden de preferencia. Si ningún candidato obtenía más del 50% de los votos de primera opción, los candidatos peor clasificados eran eliminados por rondas, redistribuyéndose los votos hasta que se alcanzaba una mayoría. El formato de elección por orden de preferencia desempeñó un papel decisivo en la victoria de Mamdani, al permitir que las coaliciones progresistas se consolidaran en varias rondas.

La campaña de Cuomo había hecho todo lo posible. Temiendo una ola política inspirada en Bernie Sanders, la clase dirigente del Partido Demócrata se unió en torno a Cuomo, alineándose con poderosos donantes, pesos pesados de la política como Bill Clinton y el ex alcalde Michael Bloomberg, y otros medios de la corriente dominante. Un Super PAC llamado Fix the City invirtió más de 16 millones de dólares en publicidad, mientras que gigantes empresariales como DoorDash aportaron millones más. A pesar de presentarse como un candidato de los neoyorquinos trabajadores, la campaña de Cuomo estaba innegablemente respaldada por multimillonarios e intereses corporativos.

Pero la maquinaria del establishment no fue rival para el ímpetu de Mamdani, que trabajó estrechamente con Bernie Sanders y la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. Su movimiento político progresista, profundamente arraigado en el socialismo democrático, ha ido ganando terreno de forma constante -elección tras elección, barrio a barrio- gracias a una incansable organización de base, campañas puerta a puerta y donaciones de poco dinero.

«Esta es una victoria para todos los neoyorquinos a los que se les ha dicho que no tienen voz», dijo Mamdani en su discurso de victoria. «Es la prueba de que la gente organizada puede vencer al dinero organizado».

La victoria de Mamdani señala un cambio sísmico en el equilibrio de poder entre las instituciones políticas atrincheradas y una nueva generación que exige cambios. La magnitud de los recursos movilizados por la clase dirigente -y aun así se quedaron cortos- revela la profundidad de su miedo a perder el control de la maquinaria financiera y política de la ciudad.

La ciudad de Nueva York, y tal vez el país, se encuentra en un punto de inflexión. El mundo está cambiando en todos los niveles, tanto a escala local como mundial.