Por Patricia Politzer*

Tal como imaginábamos, el nuevo gobierno chileno no ha tenido un segundo de respiro. No ha podido disfrutar ni una semana de la supuesta “luna de miel” de la que gozan los nuevos mandatarios. Más bien, Boric y su equipo han sido llevados a un imprevisto ring, donde reciben combos tras combos. De fuego enemigo, de fuego amigo, hasta de fuego neutro. Golpes que llegan por su derecha y por su izquierda, sin misericordia. Es doloroso e indignante el espectáculo y lleva a preguntarse qué buscan sus detractores: ¿incendiar la pradera por el solo gusto de ver fuego que lo queme todo? ¿Cómo Nerón mirando Roma?

Hay una irracionalidad que no se logra comprender. El estallido de 2019 llevó a un vuelco del escenario político vigente hasta entonces y Chile logró triunfos impensados antes de esa revuelta. Sin ir más lejos, el triunfo aplastante de Boric y la instalación de una Convención Constitucional inédita en la historia de Chile.

Sin embargo, lo que vemos es dramático y sorprendente. Partió con representantes del pueblo mapuche que reciben a balazos a una Ministra del Interior que, en su primer día de mandato, iba a iniciar el dialogo que tanto se necesita. Es cierto que la historia del despojo a ese pueblo indigena fue horrenda e inmisericorde y nunca ha habido real justicia para ellos. ¿Pero no es posible hacer una tregua y recibir a la visita? Lo cortés no quita lo valiente, dice el dicho popular. El problema es que en nuestro país hay broncas ancestrales, perfectamente atendibles pero que, de permanecer congeladas e inmutables, impedirán el cambio.

También están los problemas con los estudiantes, que marchan con toda razón por un alza de su subsidio a la alimentación que permanece en 1.600 pesos diarios desde hace casi veinte años. Es irracional pensar que un joven pueda alimentarse con esa cifra un día entero. Y más irracional es que haya jóvenes de clase alta que manejen cifras 20 veces mayores cada día, las que no contemplan (porque eso es un rubro aparte) el pago de trabajos que les realizan profesionales necesitados de dinero. ¡Hoy así se gradúan muchos de esos niños bien! El problema es que esos jóvenes que marchan por el alza de los 1.600 pesos están tan enrabiados que se salen de madre y terminan mezclándose con delincuentes y agrediendo a todo aquel que vaya cruzándose en su camino, como ocurrió el viernes 25, con el resultado de un estudiante herido a bala por un policía de tránsito que saco el arma sin medir ninguna consecuencia producto de su miedo.

Otros que crean problemas son aquellos que no cambiaron sus nefastos hábitos con el inicio del Gobierno de Boric. Se trata de los grupos de vándalos que cada viernes asolan la Plaza Italia y el barrio Lastarria. Siguen haciendo daño a locatarios de la zona, obsesionados con la ex Fuente Alemana, la cual casi incendiaron con sus trabajadores adentro el viernes 25. Acarrean una protesta cuyo motivación ya nadie conoce y parecen estar decididos a seguir jugando el peligroso juego del “paco y ladrón”, a cuenta de los dueños de los pequeños negocios de la zona –que hace muy poco pudieron reabrir- y de los clientes que ya no pueden carretear allí tranquilos. Nadie se explica tampoco por qué nadie ha logrado identificar a aquellos que viernes a viernes atacan “La nueva fuente” ni menos, detenerlos y sancionarlos. Pareciera que, para ellos, el gobierno de Boric o de Piñera son lo mismo. O simbolizan lo mismo. ¿Qué? No se sabe.

También están entre los sinsabores de Boric los inmigrantes que han entrado a borbotones en los últimos años, en medio de una falta estruendosa de políticas migratorias, y que han echado mano a pegas permitidas sin papeles, como hacer delivery (lo que tiene a la capital chilena convertida en un peligroso caos de motos y motoristas que manejan como lo hacían en su tierra). Y con esa excusa del exilio económico, se han colado muchos delincuentes que asaltan, que secuestran, sacan la pistola a la primera, que trafican droga a destajo. Con ambos, los buenos y los malos, también está lidiando el nuevo gobierno. Porque es claro que si expulsa a los delincuentes ocurrirán al menos dos cosas: pagarán justos por pecadores o habrá reingresos de los pecadores por nuestras porosas fronteras del Norte, como es el caso del venezolano que disparó a la hija de Cristian de la Fuente. Es decir, Boric recibe un país donde hoy ya no solo se roba sino que se mata en forma cotidiana.

Y están los tragos amargos con los compañeros de pacto político, a quienes les ha dado por criticar a diario a sus colegas de Gobierno. Y dardos van y dardos vienen de alcaldes y diputadas que acompañaron al Presidente en su vida política y en su campaña. Y también se multiplican las “bombitas” de díscolos y díscolas ya conocidos, al Ministro de Hacienda y a cualquier Frente Amplista que se les ponga por delante.
Así no es fácil y eso que todavía no hablamos de la peor parte: el fuego enemigo. La derecha, en estado de incontinencia verbal y conductual grave, vocifera, descalifica, amenaza, inventa, distorsiona, magnifica, en forma totalmente irresponsable y con absoluto desparpajo. Activando en forma peligrosa una campaña de rechazo al Plebiscito de salida y a cualquiera de las normas progresistas que se plantean en la Convención Constitucional. Por ejemplo, nuevamente, estamos ante una arremetida anti-aborto, en el marco del clásico doble estándar de la derecha en alianza con la Iglesia Católica. O aquella de los senadores –de cualquier signo- que se aterran de perder la pega y disparan contra los cambios propuestos para el nuevo parlamento.

Las autoridades de gobierno también han debido enfrentarse a una arremetida clasista de la peor calaña, que esbozan lo que será la campaña del terror que más adelante de seguro inaugurarán para llamar a votar el “rechazo”. Los ataques a la Ministra Siches son un ejemplo de la virulencia reinante.

Y en medio de este ambiente bastante convulsionado, debe gobernar un equipo joven y bien intencionado, cuyo líder es lo opuesto al operador macuco y muñequero que tanto abundaba en la vieja política. No se trata de no ser un animal político –Boric lo es y como tal señala “estar tranquilo pero no confiado”, lo que prueba que sabe dónde está metido- pero él y especialmente su círculo de hierro, tienen otra mirada y querrían instaurar otra forma de apearse del caballo.

Para sus enemigos, son ingenuos, poco preparados y poco experimentados. No es cierto. Son muy preparados, muy aperrados y muy mateos. Sino baste ver en lo que se metió Izkia Siches a pesar de tener una guagua tan pequeña que aún debe amamantar. El punto es que creen realmente en el arte de gobernar y quieren aplicar una nueva forma de enfrentar los problemas, mientras la forma antigua esta aún demasiado arraigada en la cultura chilena. Tal vez, como se dice a veces en forma simplona, “hay que ser perro para que no se te suban a la cabeza”. Boric no es perro ni en tres vidas más, podría serlo. Ni Jackson, ni Siches, ni Vallejo.
Boric quiere enfrentar los viejos problemas sin represión, con política. Y eso pareciera que sus contrapartes lo perciben como debilidad, tal vez por esa cultura ancestral de necesitar un padre que te trate duro.

Boric quiere dialogar, conversar, negociar para zanjar los conflictos pero en su segunda semana de gobierno le ocurre que le dan un portazo en política exterior, como lo hizo Bolivia la semana pasada. Sin embargo, él está convencido que ese es el camino correcto. Quizás debe aceptar que los cambios culturales son más lentos de lo que uno quisiera. Le cuesta, aunque lo sabe. Lo ha dicho muchas veces, y lo dijo en su discurso inaugural: “Vamos lento porque vamos lejos”.

El problema es que nuestro nuevo Presidente habita un país preso de viejos hábitos, con medios de comunicación conservadores y muchas veces reaccionarios, que campean y quieren imponer su ideología a como dé lugar; un país donde aún reina una iglesia católica profundamente poderosa, a pesar de su inmenso tejado de vidrio; un país con una clase media volátil en sus motivaciones y creencias, muy permeable todavía a las directrices del modelo económico, que le sigue diciendo que es mejor tener que ser.

En definitiva, Boric ha iniciado su mandato gobernando al lado de un pueblo que se mueve entre el hartazgo total y la desesperanza aprendida, que quiere cambios significativos pero le cuesta mucho creer que se producirán. Ello, a pesar de tener un presidente por el cual votó en forma entusiasta. Un pueblo al que se le abrió el apetito, con toda razón, pero al cual le golpea en forma cotidiana la crudeza y las formas de la política y sus avatares. Como les pasa a los vecinos de Boric en situación de calle del barrio Yungay, que le piden por la tele que no vaya a ser que por vivir en esa elegante casona de calle Huérfanos, se vaya a olvidar de ellos, que también quisieran vivir entre la Esperanza y la Libertad.

No la tiene fácil el Presidente. Felizmente, él está convencido de lo que cree, tiene la fuerza de la razón, la pasión de la juventud, la energía del amor, la falta del miedo a equivocarse, el candor y deslumbramiento ante lo nuevo, la libertad para enmendar rumbos sin complejos, la potente energía de la humildad. En suma, el don de ser distinto, creíble y no creerse el cuento.

 

*periodista y actual miembro de la Comisión Constitucional chilena.