Por Luisa Achá Irigoyen, Bolivia
“Nuestra motivación es empoderar con tecnología a las organizaciones sociales. Que no solo usemos las tecnologías que nos da el norte global, sino que las creemos en función de nuestras necesidades, imaginación y deseos”, afirmó Alex Ojeda, sociólogo digital y director del Lab Tecno Social, que desde Cochabamba está impulsando la cocreación de soluciones tecnológicas junto a diversas organizaciones de la sociedad civil en Bolivia.
Esta iniciativa evolucionó a partir del interés de varias personas jóvenes, cientistas sociales que además de ser parte de entornos académicos tenían inquietudes sobre diversas problemáticas de la sociedad: desigualdad, recuperación de la identidad indígena, inclusión social y el cuidado del medio ambiente, entre otras.
Luego, cuando estas personas se enfrentaron a actitudes de desdén y temor hacia las tecnologías por parte de otras generaciones, decidieron plantear un uso crítico y a la vez propositivo de ellas. De esta manera, identificaron que muchos de los desafíos que enfrentan las organizaciones de la sociedad civil pueden ser cubiertos y optimizados con soluciones tecnológicas a medida, ya que ni las empresas de desarrollo de software ni el Estado tienen el interés en cubrir estas necesidades.
En ese contexto, el modelo de inteligencia colectiva que pone en práctica el Laboratorio de Tecnologías Sociales apunta a que los productos tecnológicos resulten de un constante diálogo entre personas con competencias en diversas tecnologías, investigadores sociales y personas de cada organización con la que se trabaja; lo que conduce a un diseño participativo de soluciones no tradicionales.
Uno de sus proyectos más relevantes es “Thani”, que en lengua quechua significa “sano”, una aplicación móvil que se convierte en “un espacio para que conectes con tus emociones; porque después de todo lo que se ha vivido con la pandemia es importante reconocer cómo nos hemos sentido y poder darles un nombre a las emociones y hacerlo accesible para los jóvenes y cualquier persona que lo necesite”, expresó Javier Olmos, psicólogo social del Laboratorio de Tecnologías Sociales.
Por otra parte, ya que el empleo de la ciencia de datos en la investigación social es uno de sus principales aportes, son destacables los paneles de visualizaciones interactivas como: “Calles de mujeres en las metrópolis y ciudades capitales de Bolivia”, “20 años de incendios en la Amazonía boliviana” o el “Mapa de velocidad de Internet en Bolivia”, entre muchas otras que están abiertas a todo público en su portal.
Últimamente, han demostrado que se puede hacer un uso positivo de la Inteligencia Artificial (IA) y han desarrollado una nueva función para “Arbu”, una aplicación móvil para promover el cuidado de árboles urbanos en la ciudad de Cochabamba y que utiliza la IA para reconocer especies de árboles a través de las fotografías que pueden sacar sus usuarios.
Cuando se le consultó sobre los caminos para superar la tecnofobia a Valeria Peredo, antropóloga y programadora del equipo, ella afirmó: “Es fácil odiar al otro cuando no lo conoces. Para mí sucede lo mismo con la tecnología. Solamente cuando se hace ese trabajo duro que implica aprender e implementar las tecnologías en proyectos, es cuando empiezas a darte cuenta de que no es tan temible como suena y que más bien puede tener una gran ventaja y muchas potencialidades para resolver grandes problemas”.
En este sentido, el equipo de Laboratorio de Tecnologías Sociales se forma constantemente para atender las necesidades de las organizaciones de la sociedad civil que quieren amplificar su alcance y optimizar sus intervenciones a través de las tecnologías digitales. Estos esfuerzos están asentados en un compromiso social que se expresa a través de una cultura de experimentación. El hilo conductor fundamental: aportar al bien común desde las tecnologías y a través de los beneficios que resultan de ella.