A 31 años de la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, cientos de salvadoreños salieron a las calles a conmemorar la fecha.

Lejos de constituir una acción meramente recordatoria, los movilizados expresaron su firme rechazo al Régimen de Excepción como parte de prácticas autoritarias instaladas por el gobierno de Nayib Bukele.

Asimismo, los marchantes denunciaron cómo esta medida, defendida por el gobierno para hacer frente a la violencia de las maras (pandillas), está siendo utilizada para detener a líderes sociales y sindicales opositores.

Por otra parte, los asistentes expresaron su oposición a las apetencias de reelección presidencial de Bukele, indicando que «representan la consolidación de una dictadura».

Entre los participantes de la manifestación destacó Oscar Ortíz, secretario general del Partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), quien junto a varios militantes depositó una ofrenda floral en el muro que en el parque recuerda a las más de 75 mil víctimas de la guerra, entre muertos y desaparecidos, según informó Prensa Latina.

Asimismo, destaca la agencia, “el Movimiento de Víctimas del Régimen (Movir) denunció al gobierno por presuntos arrestos de personas inocentes y llamó a los salvadoreños a “alzar la voz por quienes tienen miedo a hablar”.

Pobladores de la comunidad de Santa Marta, en la que según informara Pressenza fueron detenidos recientemente líderes sociales, exigieron en la Marcha su inmediata libertad.

Por su parte, Silvia Urrutia, una de las dirigentas del Bloque de Resistencia y Rebeldía Popular (BRP), otra de las organizaciones sociales convocantes, señaló que junto a su carácter conmemorativo, otro objetivo de la manifestación es denunciar los retrocesos democráticos durante el actual gobierno y exigir la libertad de dirigentes sindicales detenidos en los últimos días.

Los Acuerdos de Paz se firmaron el 16 de enero de 1992 entre el Gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en el castillo de Chapultepec, México, poniendo fin a doce años de guerra civil en el país.

El conflicto bélico enfrentó a la insurrección guerrillera armada, apoyada por los sectores campesinos con la represión de las fuerzas armadas y el terrorismo desatado por los Escuadrones de la Muerte, vinculados por el informe de la Comisión de la Verdad a Roberto D´Aubuisson, ex mayor del ejército y fundador del partido de derechas ARENA.

La guerra civil en El Salvador, como también la ocurrida concomitantemente en la vecina Guatemala, debe leerse en el contexto de los intentos de los Estados Unidos por frenar la ola revolucionaria desatada por el éxito de la revolución cubana en 1959 y veinte años después con la revolución sandinista en Nicaragua frente a la flagrante injusticia social reinante y la exclusión popular de toda posibilidad de cambio por vía democrática.

En un plano mayor de orden geopolítico, se destaca el marco de la tensión de la mal llamada «guerra fría» entre el polo capitalista liderado por los norteamericanos y el bloque socialista encabezado entonces por la Unión Soviética.

La guerra, junto a las condiciones de pobreza imperantes, produjo un fuerte éxodo migratorio. Se calcula hoy que, como mínimo, uno de cada tres salvadoreños vive en el exterior, la mayoría de la diáspora en los Estados Unidos.

Los Acuerdos de Paz permitieron la incorporación a la vida política del país de modo no violento de las organizaciones de izquierda, las que lograron llegar al gobierno del país en las elecciones de 2009 y 2014.

Si bien los gobiernos del FMLN trajeron mejoras sociales y una mayor libertad de expresión a la población salvadoreña, no lograron disminuir la ola delincuencial de la violencia de las maras, que reproducen en sus prácticas, códigos y estética, un modelo similar a las pandillas de los Estados Unidos, adoptado también en otros países centroamericanos.

Las diversas modalidades de violencia continúan siendo hoy el factor preponderante en El Salvador, adoptando características de violencia económica, física y política, ensañándose contra las mujeres, la población rural y las organizaciones sociales como blancos principales.

Sin embargo, como muestra la historia, la salida de la tragedia no se logrará con mayor represión, ni con la vulneración de derechos humanos y sociales. Cabe, en este contexto, celebrar los Acuerdos de Paz de 1992, que siguen marcando la ruta hacia un país de mayor humanidad.