La violencia patriarcal en nuestras vidas y el sentido de las luchas feministas

La ideología patriarcal está tan firmemente interiorizada y sus modos de socialización, a través de un entramado de conceptualizaciones, son tan perfectos que la base  estructural en que se desarrollan las relaciones entre ambos sexos y la vida de las mujeres , dónde se vislumbran claramente componentes de opresión, subordinación, explotación, se asumen cómo producto de características biológicas y/o psicológicas de la especie humana, y donde se avala la violencia como forma de resolver conflictos, resultan paradójicamente para buena parte de ellas, la imagen misma del comportamiento libremente deseado y elegido.

La violencia ejercida hacia las mujeres no es fortuita, es una acción política, social y cultural dónde las víctimas son escogidas por el sexo y a las cuales se les impone el mensaje de aceptas lo establecido o tu “desobediencia” será castigada.

Este mecanismo coercitivo es el resultado de la estructuración de relaciones de poder, dominación y privilegios que se entregan al sexo masculino y dónde la violencia hacia las mujeres es primordial para mantener esas relaciones “en equilibrio” en el hogar, en el trabajo y en la esfera pública; y numerosos son los ejemplos presentes en nuestra sociedad y que impactan en nuestras vidas

Partamos por revisar algunas estadísticas de violencias contra la mujer.

Las violencias que arruinan y quitan vidas. En 2021, a nivel nacional, del total de mujeres de 15 años y más, 70.1 % han experimentado al menos un incidente de violencia, que puede ser psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación en al menos un ámbito y ejercida por cualquier persona agresora a lo largo de su vida. Durante los últimos 11 años (periodo 2010-2021) se consignan 622 mujeres víctimas de femicidio.

Otra arista es la vulneración de derechos reproductivos y sexuales, recogemos lo expresado por Carlo Bravo abogada y Directora de OVO;  quien valoró la importancia del consentimiento que cada mujer tiene sobre su cuerpo. «Las mujeres estamos expuestas constantemente a ser sujetas de discriminación en los servicios de salud, pues se nos suele atender en base a estereotipos de género vinculados a la sexualidad, que luego se perpetúan en las instancias administrativas y judiciales de reclamo, normalizando la anulación de la capacidad de las mujeres a decidir sobre el propio cuerpo».

En el ámbito laboral se evidencia la diferenciación de sueldo; según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres ganan en promedio un 77% de lo que perciben los hombres. Esta situación se conoce como brecha salarial de género, hecho que según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) llegó a un 20% durante agosto del 2021 en nuestro país.

En cuanto a los planes de jubilación, cobrar una pensión más baja es una de las principales diferencias en la jubilación de hombres y mujeres, tal disparidad puede llegar al 37 por ciento de media, según datos oficiales. Las mujeres que trabajan, cobran menos y tienen carreras profesionales más cortas y/o con importantes lagunas de cotización de trabajo remunerado (por actividades no remuneradas como parir y cuidar hijes, dar cuidados a familia directa por edad o enfermedad, etc.), lo que se traduce en el momento de la jubilación en diferencias entre hombres y mujeres. Mientras ellos cobran pensiones más altas, las jubiladas ven reducido el importe de su pensión de acuerdo con sus cotizaciones inferiores y menos constantes.

Cuando revisamos las estadísticas en acceso a puestos ejecutivos, la discriminación en base al género sigue presente en las instituciones de la sociedad contemporánea y se acentúa a la hora de permitir la ocupación por parte de mujeres de puestos de liderazgo dentro de actividades productivas cada vez más complejas y descentralizadas. El 7,7% de la fuerza laboral ocupa puestos de dirección. No obstante, los datos desagregados por sexo muestran claras diferencias: el 76,6% de las mujeres ocupadas son empleadas frente al 63,1% de los hombres y el porcentaje hombres ocupados en labores directivas duplica al de mujeres (un 9,6% frente al 4,9%). Las diferencias son mayores conforme aumenta el tamaño de la empresa: para la dirección de empresas pequeñas, el porcentaje de hombres duplica al de mujeres (un 8,1% frente a un 4,4%) y en el caso de las empresas grandes o medianas, el porcentaje de hombres es tres veces mayor que el de las mujeres (un 1,5% hombres y sólo el 0,5% mujeres)

Impuesto Rosa, Impuesto rosa o ‘‘pink tax’’ es el término utilizado para el costo extra que presentan los productos destinados a mujeres, pero que funcionalmente son similares o iguales a los masculinos. Frente a este fenómeno, es que el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), realizó el ‘‘Informe de Impuesto Rosa’’ que buscó detectar diferencias de precios por productos de igual función y características, dependiendo del género. El estudio del SERNAC analizó los precios de 251 productos pares en la Región Metropolitana y la de Valparaíso. De acuerdo al informe, en la quinta región, la comuna que concentraría mayores precios para las mujeres sería Viña del Mar. Otros resultados que evidenció el SERNAC, fue que las mujeres pagan más en un 76,5%, mientras que los hombres en un 23,5%. Casi el 80% de los productos con diferencias de precios se concentran en las categorías de aseo y cuidado personal del adulto.

Movimientos Feministas

Estas discriminaciones, que adquieren solapadas y múltiples formas, explican la existencia e importancia del movimiento feminista y sus luchas reivindicativas, que como movimiento social ha recorrido un largo camino repleto de dificultades, hasta llegar a redefinir la violencia contra las mujeres como un problema social y político, o dicho de otra manera, ha logrado visibilizar la importancia de que las mujeres lleguen a deslegitimar “dentro y fuera” de ellas mismas, un sistema que se ha levantado sobre el axioma de su inferioridad y su subordinación a los varones.

Cómo movimiento social el feminismo es una forma de acción colectiva, que apela a la unión y solidaridad de las vivencias personales, en común con otras y otres, promoviendo o impidiendo cambios sociales, y cuya existencia es en sí misma una forma de percibir la realidad, volviendo  controvertido un aspecto de ésta que era aceptado como normativo, y que implica, una ruptura con el sistema de normas, relaciones sociales y que adquiere capacidad para producir nuevas normas y legitimaciones en la sociedad donde se inserta.

Frases afirmativas como “siempre ha sido así y siempre lo será”, pero si “la prostitución es el oficio más viejo del mundo», «los hombres siempre serán más fuertes, más violentos y más promiscuos… son hombres y eso no hay quien lo cambie», “ quizás que habrá hecho”, “es que ellos son los que trabajan” , “a esto no juegan las niñitas”, “usted se queda cuidando al papá” “este color es de maricas”; unidas al discurso bíblico eclesiástico, cancioneros, mitos y leyendas, más los aportes de la literatura seria y didáctica. Observamos que, desde todos los lados del abanico ideológico, ha estado y está justificándose la violencia.

Comprender la vigencia actual de la violencia contra las mujeres, exige volver la mirada hacia nuestra historia, para estudiar y tomarse en serio el hecho de que durante siglos nuestra cultura, tanto popular como académica, ha legitimado esta violencia, siendo una de las tareas decisivas del feminismo el descubrir, visibilizar y desarticular las múltiples y a veces contrapuestas formas de legitimación ancladas en nuestra sociedad.

Las reivindicaciones políticas: el debate en torno al derecho penal

El avance hacia sociedades más igualitarias, junto con la progresiva deslegitimación de la violencia contra las mujeres, y su reconceptualización como un problema social, se transformaría en un proceso no completo, sino se concreta con políticas públicas y legales para la erradicación total de la violencia, políticas que en general se han centrado exclusivamente en medidas preventivas y punitivas.

Para Rita Segato, antropóloga argentina, una de las intelectuales más influyentes de América Latina, y quién flexiona sobre los casos recientes de violencia contra mujeres y disidencias sexuales en Chile señala que,  el “movimiento feminista está ayudando a qué los hombres se liberen” explicando desde este enunciado las posibilidades que entrega el feminismo a los hombres para desmantelar lo que en su teoría ha llamado el “mandato de masculinidad” “Nuestros enemigos no son los hombres, sino el orden político patriarcal. Hay mujeres que están tan obsesionadas por adquirir poder como cualquier hombre, y esa obsesión es patriarcal. No basta con ser mujer para estar dentro de una política feminista, es necesario tener conciencia de qué es el poder como meta”

Desde el 2016, a partir de la primera marcha bajo la consigna “Ni una menos”, Chile ha experimentado un sin fin de movilizaciones protagonizadas por mujeres. El Mayo feminista y la masividad histórica alcanzada durante las últimas conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer, son claras señales de un proceso de mayor conciencia social sobre la violencia que, sin embargo, carece de un correlato en términos jurídicos. La falta de procesos de denuncia, sanción y reparación efectivos en casos de violencia de género, es uno de los factores que han llevado a instalar las denuncias públicas —reales y virtuales—, como principal herramienta de autodefensa para las mujeres ante un sistema patriarcal machista indolente.

En consideración de lo expuesto, podemos apreciar que las creencias históricas instaladas y arraigadas en todas las culturas desde casi 8.000 años a.m. siguen vigentes a pesar del avance en materias económicas, sociales y tecnológicas, no permitiendo un desarrollo evolutivo donde los seres humanos, tengan los mismos derechos y se relacionen respetando lo diverso.

“Trata a los demás como quieres que te traten” es la Regla de Oro, que cada día cobra relevancia en miras a la construcción de una sociedad diversa, justa e inclusiva.

 

Redacción colaborativa de M. Angélica Alvear Montecinos; Gladys Mendoza Jaque; Guillermo Garcés Parada y César Anguita Sanhueza. Comisión política.