Muchas personas preguntan por qué también damos espacio en nuestro sitio web a manifestaciones por la paz que no siempre se adhieren plenamente a los principios del Humanismo y la No Violencia Activa, características esenciales de la campaña de Europa por la Paz.

Simple. Ahora mismo hay una prioridad absoluta: evitar una guerra nuclear y una catástrofe humanitaria. Por tanto, hay que apoyar cualquier iniciativa que pueda ayudar. No es el momento de hacer «distinciones» ni de subrayar las diferencias. Es el momento de converger, de encontrar lo que nos une y de reforzar nuestra oposición a esas élites y oligarquías, de cualquier color u origen geográfico, que quieren guerra a toda costa.

Tampoco es el momento de la desconfianza, el pesimismo o la depresión. Ni hablar de las luchas violentas, que acaban por frustrar incluso las iniciativas justas y razonables y no son más que una expresión de la propia sociedad violenta que se pretende cambiar.

La segunda prioridad, estrechamente vinculada a la primera, es detener la guerra en curso, no apoyarla con el envío de armas, y promover firmemente las negociaciones. Quien debe desempeñar este papel es Europa, que es el campo donde se desarrolla esta batalla. Una Europa que debe transformarse de un Continente para la guerra en una Europa para la paz. Seguir enviando armas significa fomentar la guerra, no ayudar al pueblo ucraniano, sino arrastrarlo a un desastre cada vez peor.

Las sanciones a Rusia deben levantarse como condición para facilitar las negociaciones y detener la profunda recesión que avanza a toda velocidad. A los que dicen que el levantamiento de  sanciones es un acto inmoral y egoísta, que sólo busca proteger sus propios intereses, les respondemos que se trata de una crítica hipócrita. Si fueran coherentes, tendrían que aplicar sanciones a todos los países que ocupan territorios extranjeros o violan los derechos humanos, con los que mantienen sólidas relaciones comerciales. Está claro que los que están en contra de Rusia responden a intereses partidistas, a una guerra comercial, y no a motivos éticos y morales. Por otra parte, las sanciones afectan principalmente a la población civil y no a la élite dirigente.

Estas son las prioridades del momento, pero intentar cambiar las cosas sólo es posible si la gente hace oír su voz. Sólo un gran movimiento no violento puede intentar cambiar el peligroso curso que han tomado los acontecimientos. Hablamos de un movimiento que une a jóvenes y mayores, a científicos y artistas, a militares y pacifistas, a mujeres y hombres, a comerciantes y empresarios, porque a todos nos afecta esta crisis.

Todas las encuestas muestran inequívocamente que la gran mayoría de la población condena la agresión contra Ucrania y exige el fin de todos los bombardeos, pero quiere detener la guerra y resolverla por la vía diplomática. Restablezcamos entonces la democracia, respetando su principio fundamental: el poder pertenece al pueblo y no a una casta política movida por los intereses de pequeñas minorías que se enriquecen con las guerras.

No esperemos a que un partido o un nuevo héroe o personaje de la televisión nos venga a salvar. No cometamos los mismos errores del pasado. Este es nuestro momento, de gente sencilla pero inteligente y sensible.

Y si la desconfianza y la renuncia asfixian nuestra vida, empujándonos a tener que ocuparnos sólo de las cosas de la vida cotidiana, hagamos un esfuerzo por superarlas. Hagámoslo por nuestros hijos, por nuestros nietos, por nuestros seres queridos y por las generaciones futuras. Entonces encontraremos en nuestro interior la Fuerza, la Sabiduría y la Bondad que necesitamos.

Hay mucho más en juego que nuestros pequeños temores y dudas.

¡Démosle una oportunidad a la Paz!