No hace mucho, un joven amigo me preguntaba tomándonos un café: ¿Qué es ser de izquierdas, en realidad? Y es que, en esa misma realidad, es un marchamo, algo así como una marca que se lleva, de la que se presume a veces o con la que nos engañamos otras, o de la que se hace carrera política o profesión para conseguir una posición. Podría decirle, y quedaría como las rosas, que ser de izquierdas es una forma de pensar, de sentir y de vivir, pero quizá que naufragaría en lo último, porque de pensar, bueno, de sentir, puede, pero de vivir, ya no… La verdad es que pensamos como izquierdas y vivimos como derechas, y los que no, es porque no pueden, pero lo procuran. Y es que es muy cómodo “ser de izquierdas” teniendo el riñón cubierto y el problema económico sobradamente resuelto. Por eso que la gran mayoría de funcionarios, por ejemplo, dicen ser de izquierdas; y también por eso mismo, en la Transición pudo haber millones de… “no, si yo, en el fondo, siempre he sido de izquierdas”… Porque resulta muy fácil ser torero en la barrera y ser de izquierdas de intención, y porque, a veces, hasta conviene.

En estos casos existen cosas curiosas y contradictorias. Por ejemplo: se dice y se apologetiza que de izquierdas son personas y actitudes inequívocamente orientadas a la justicia social, la preocupación por los pobres y marginados, por los desheredados, por los explotados por el capitalismo, por los débiles, los discriminados y/o excluidos por razón de sexo, raza, creencia… En fin, que ser de izquierdas es ser ético, irreprochable y consecuente. Como, en contraposición, ser de derechas es ser, digámoslo en amable, menos idealistas y más pragmáticos. Esos suelen ser los clichés, los biotipos politico-sociales, el etiquetámen, aunque luego existe una serie de matices y grises intermedios bastante acusada… Si lo examinamos, vemos que esos principios de izquierdas corresponden con el más puro, original y duro cristianismo, y, sin embargo, el purasangre de izquierdas suele ser arreligioso, cuando no ateo o no creyente. Por el otro lado, el de derechas se considera católico-apostólico-romano de pura cepa, pero exento del “a mí los pobres del mundo, a mí famélica legión”, ya me entienden… Podríamos decir que los primeros son “cristianos” de teoría evangélica y los segundos son “católicos” de práctica ritualista, de más misa y menos compromiso, de más santiguarse y menos pringarse.

Sin embargo, yo creo que, si bien en el catecismo ideológico de cada cual, llevan implícitos los sellos de sus respectivos comportamientos, al menos de modo genérico, tipológico, que ya no digo yo personal, la cuestión es, cada vez más, de forma que de fondo, y de declaraciones que de implicaciones, de mucho postureo en clase y luego en el recreo mucho pelearse… ya me entienden ustedes. Desde luego aquello del nazareno de “el que quiera seguirme, venda cuanto tiene y repártalo entre los pobres”, no es lo que se da en ningún caso. Ni en los que se dan de practicar el principio evangélico, ni en los que se dan de paladines del principio católico. Nada de nada (por supuesto que en mí tampoco, no vayan a creer que me soslayo, que no)…

Cuando yo era joven e idealista – que es como una especie de viruela – los que decíamos ser (observen que no digo los que éramos) soltábamos aquella frase sesentaira de que “Jesucristo era de izquierdas” y todo eso… Era más fácil hacer a Cristo de izquierdas que a la izquierda hacerla de Cristo… Y que por eso la derecha era hipócrita: porque atacaba a todo credo no católico-cristiano, pero no defendía sus principios. Lo cierto es que atacaba lo cristiano y defendía lo católico. Nosotros, entonces, decíamos defender unos principios que no practicábamos, ni a fondo ni en superficie.Y yo creo que los actuales dirigentes y seguidores de la ideología hacen lo mismo, aún a peor, con todo su disimulo a cuestas… y a costas (véase el ejemplo casoplón-Iglesias), que es lo contrario a lo que predican, dando una imagen opuesta a tales principios considerados de izquierdas con los que siempre han dicho sentirse comprometidos. Hoy, los/las comunistas también se visten de Prada.

Y yo creo que es lo que, en el fondo, nos pasa a todos… Nos resulta relativamente fácil ponernos a favor de lo irreprochable, de la justicia, de la solidaridad, ¡qué bien y cuánto de bueno! pero, óigame, una vez que yo tenga el culo asentado y el puesto bien pagado, ¿eh?.. Es como el “América primero” de Trump, pero cambiando América por “yo”. Y eso que iba diciendo, que lo de regalar mi túnica y mis sandalias, Jesús, tío, acho, más despacio, que yo me lo tengo “currao”, o me lo he “opositao”, o “mamoneao” lo que no está en las escrituras esas tuyas, ahora ir repartiendo mis bicicletas… Que yo soy comunista, pero las bicicletas son mías…

Eso que Logan Pearsall escribía como ironía, de que “encontrarse en una habitación con un rico ya es motivo de alegría”, nosotros no lo decimos pero lo pensamos, y lo deseamos… Encontrarse con un pobre es tener que salir, a lo peor, con nuestro bolsillo más menguado; pero con un rico, a lo mejor, salimos con el bolsillo más reforzado… Cuestión de cálculo y de perspectiva, al fin y al cabo. En el fondo de todo, siempre estará la mala distribución de la riqueza, la puñetera desigualdad que mantenemos, codo a codo, los de izquierdas y los de derechas. Lo que ocurre es que, mirándonos en nuestro propio espejo, siempre nos vemos más pobres comparados con… que ricos comparados con…

Y por eso mismo, entonces, preferimos apuntarnos a lo bonito, a ser los acomodados de izquierdas que, en el fondo, somos, y a predicar un evangelio que nos obliga a dar un trigo que luego solo repartimos entre “los nuestros”.