Por Rodrigo Ruiz

18 de octubre de 2022. Tres años. El retroceso es impresionante. La crisis económica golpea cada vez más fuerte a quienes menos tienen, mientras nos enteramos que los socios de los grandes grupos económicos ejecutarán retiros por un monto récord de más de 12 mil millones de dólares. A estas alturas el debate sobre la reforma tributaria da un poco de risa. Es un año donde la desigualdad y la pobreza han crecido y seguirán haciéndolo.

Se usa analizar la situación atendiendo a los actores de la política formal, su tasación en el mercado de la política y sus maniobras. En mi criterio el problema más agudo es la desmovilización política de la sociedad. El problema constitucional es hoy cuestión de grupos de elites incrustados en el Congreso. En resto miramos desde la distancia. Impotentes o desinteresados. En todo caso desorganizados.

El gobierno no tiene otra brújula que la que llegó en los maletines de la Concertación y un hecho es claro: podrá decir que gobierna para la gente (lo que es cada vez más dudoso), pero no podrá decir, con un mínimo de veracidad, que intenta gobernar con la gente.

El Frente Amplio cumplió el designio originario de sus jóvenes líderes universitarios, de convertirse en un recambio elitario. El Partido Comunista (con pesar de parte de su militancia), acude a un camino parecido, en otra versión, por otras vías. Las izquierdas están sumidas en una crisis histórica que ha llegado a niveles sin precedentes. Es un país (casi) sin debate. Se gobierna sin ideas.

El mundo asiste a un ajuste neoliberal de nuevo tipo, que profundiza los rasgos oligárquicos de las clases dominantes y la sobre explotación del trabajo, mientras amplios segmentos de la población mundial son manipulados emocional e intelectualmente para pensar la crisis que viven cotidianamente con los conceptos y las palabras del neoliberalismo. Quienes producen la crisis de la vida son hoy quienes resultan más eficaces en la propagación de toda clase de versiones sobre sus causas. Esa es una derrota brutal.

Delante de nuestros ojos se abre un ancho desafío. Está casi todo por hacerse: el proyecto de una nueva vida, el proyecto de la política de los pueblos, el empuje de una nueva imaginación política capaz de construir estrategias efectivas y enfrentar la arremetida neoliberal en su propio terreno. Arriba no hay más que una niebla densa y vacía. Hemos de mirar alrededor y comprobar con los ojos irritados la magnitud del desafío. Las canciones, los bailes, los colores, la lucidez y la solidaridad humana de aquel octubre aún están aquí. No se han ido. Están en nuestros cuerpos.