En enero de este año la Asociación de Académicas y Académicos de la Universidad de Santiago de Chile (Asoacad) vivió un hecho inédito desde su constitución en diciembre de 1989. Por primera vez llegaba a la presidencia de la organización un profesor “por hora de clases” y no un docente con jerarquía “de académico”, como había sido la tónica dentro de la historia de la entidad gremial. Se trata de Bruno Jerardino Wiesenborn (60), ingeniero en informática y Magíster en Ciencias de la Ingeniería, quien encabezará la organización hasta inicios de 2024.

Haciendo un balance de sus primeros ocho meses al frente de la Asoacad, Bruno Jerardino confiesa que ha sido un periodo “de dulce y agraz”. Por un lado, valora la incorporación de nuevas académicas y académicos: “Hay un avance positivo desde el momento en que nosotros fuimos electos. Ya tenemos más de treinta socias y socios nuevos, eso es algo que no pasaba hace tiempo”, señala.

El contraste, dice, es que “no hemos logrado aún generar una participación más activa…”, situación que ya había observado antes de asumir la presidencia. “Este tiempo ha sido una lucha para hacer conciencia entre las y los colegas, de despertarlos… Esta Asociación no va a tener futuro si sus integrantes no se involucran activamente en la orgánica. Debemos entender que la actividad gremial, que ser parte de la Asociación de Académicas y Académicos, es también una forma de participar en la vida universitaria”, enfatiza.

Para revertir esta situación de distanciamiento, se ha propuesto como meta convertir a la organización en un ente proactivo dentro de nuestra Casa de Estudios. “Nosotros tenemos que anticiparnos a las cosas que van sucediendo en la Universidad y el país, pero para eso necesitamos articular una orgánica con una perspectiva relacional distinta, que permita absorber la complejidad de una manera inteligente. En ese sentido, estamos comprometidos con hacer una propuesta de rediseño organizacional desde un enfoque sistémico-cibernético, que implica, por un lado, comprender y precisar el sentido de nuestra organización y, por otro, hacer frente como Asoacad a la complejidad del medio universitario y nacional”, precisa  Jerardino.

Según refiere, estas transformaciones deben ir acompañadas de un cambio cultural: “Se ha naturalizando el individualismo y la competencia. Convivimos en una comunidad universitaria fragmentada que socava sus vínculos al precarizar el trabajo y la excelencia académica lo que impide liderar las transformaciones que demanda una sociedad como la nuestra”.

El profesor Jerardino, insiste en remarcar la necesidad de un nuevo modo de hacer Universidad: “Nosotros debemos aportar con pensamiento crítico y compartir las reflexiones con nuestros colegas. Yo hago la diferencia entre cooperar y colaborar. Coopero cuando opero junto a otros… Cuando colaboro, no solo co-opero, sino que además compartimos un propósito con otros. En la Usach nos falta cultivar la colaboración, hacer sentido día a día, que cada cosa que hagamos sea en la dirección de la construcción de un propósito compartido”.

Relación con el nuevo rector

Días antes de la primera vuelta para elegir a la máxima autoridad de la Corporación para el periodo 2022-2026, la Asoacad organizó un debate con los tres candidatos al que solo asistió el Dr. Rodrigo Vidal Rojas, actual rector electo, lo que significó que la actividad deviniera en un conversatorio armado en base a preguntas recabadas desde los tres estamentos. “No me cabe duda de que esta instancia ayudó a la comunidad universitaria a conocer más al rector electo… El intercambio de ideas debería inundar al Plantel, porque favorece la democracia, la participación, además del diálogo franco y fraterno”, asegura.

A más de un mes de esa cita, el profesor Jerardino ve los compromisos del Dr. Vidal de manera auspiciosa. “Me gustan” (…) Tuvimos una reunión (posterior a la segunda vuelta) muy franca, sincera, a mí me gustó, pero lo que está escrito en los lineamientos programáticos (de su candidatura) me inquieta, quiero saber cómo se va a materializar (…) Observo algunos elementos que me parecen centrales y que me mantienen expectante”, afirma.

El presidente de la Asoacad es directo en sus declaraciones, estilo que le ha traído más de alguna consecuencia durante su vida política y profesional… Recientemente, fue parte de la Coordinación de Profesoras y Profesores por Hora de Clases que mantuvo una tensa relación con las autoridades salientes de la Universidad. “De hecho, a fines del año pasado, cuando las autoridades de la USACh entregaron información solicitada por diputados de ultra derecha, sobre actividades y asignaturas, en torno a la “ideología de género”, exigí junto a otros de mis pares, la renuncia del Secretario General, del Vicerrector Académico y del propio Rector de la Corporación, por la exposición que significó para colegas y estudiantes la entrega de datos sensibles”, puntualizó.

Señala que su lucha es contra de las injusticias “…como profesor por horas de clases no quiero ser un esclavo al que ya no le peguen o que lo traten con amabilidad, yo lucho por dejar de ser un esclavo…” O cuando señala respecto del proceso constituyente: “Si no gana el apruebo, vamos a retrasar un proceso de transformaciones que el país necesita. …De todos modos, los cambios van a ocurrir igual, pero quizás con mucho más dolor y sufrimiento del que ya hemos tenido”, sostiene.

Pese a que su postura puede sonar dura, su mirada política-social ligada al humanismo universalista le permite tener “fe en el ser humano y su futuro (…) Creo que es posible hacer las transformaciones con alegría, con esperanza y respeto mutuo. Para mí no hay ninguna posibilidad de que las transformaciones sean solamente sociales. También deben ser personales… Por ello, en mi opinión, ser parte de una universidad estatal es buscar la transformación permanente del medio y de uno mismo”, remarca. Ideas humanistas que comparte con su pareja, Ximena Montecinos -“de quien he aprendido a amar la cultura del pueblo mapuche”-, y con su hija, Tania, quien estudió medicina en Montevideo.

Vida estudiantil 

Hijo de profesores titulares de la Universidad de Concepción -la madre, descendiente de alemanes, dictaba clases de física en distintas carreras de ingenierías y biología marina; y su padre, de origen italiano, impartía asignaturas en la Facultad de Farmacia-, dice que tal vez de ellos heredó la pasión por la enseñanza.

De mi mamá, conservé lo positivo de la cultura alemana, ya que fui al Colegio Alemán de Concepción. En esa época unos profesores universitarios podían pagar un colegio privado, hoy sería difícil. Tuve la fortuna de viajar becado a los 16 años, por intercambio, a Alemania. Estuve 5 meses estudiando en un colegio público y viviendo con una familia de clase media. Fue una gran experiencia, sobre todo porque era plena Guerra Fría. Antes de regresar a Chile, tuve la oportunidad de recorrer algunos lugares históricos incluido Berlín oriental.  Todavía tengo unas diapositivas de fotos que tomé. Cuando pienso en mi estadía en Alemania, que fue en el 79, me doy cuenta que eso fue a 34 años del término de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que aún estaba muy presente en la cultura alemana, mientras en Chile estábamos en dictadura.

En su época de estudiante, fue seleccionado chileno de atletismo -“de hecho mi primer viaje en avión fuera del país fue justamente a un sudamericano en Uruguay”-, también participó vistiendo “la camiseta de la U” en campeonatos nacionales y universitarios de atletismo. “Mi prueba era el lanzamiento de la jabalina”, dice.

Fue a comienzos de los 80, cuando llegó a Santiago con la idea de estudiar Astronomía en la Chile. Así que cursó ramos del plan común de Ingeniería, prerrequisito para estudiar Astronomía, y en conjunto comenzó a participar en el movimiento humanista y en actividades políticas, llegando a convertirse, en 1986, en Secretario General de la Federación de Estudiantes de la Casa de Bello.

Era plena Dictadura y se vivían años muy duros, de mucha violencia. Recuerda, en especial, el caso del secuestro y asesinato de Manuel Guerrero, Santiago Nattino y José Manuel Parada, quien fue profesor por hora de la USACh en los ´70 -dictaba clases de sociología- ; o el caso “quemados”, crímen cometido en contra de Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri, del que solo sobrevivió Carmen Gloria quien era estudiante de nuestra Universidad.

“En aquella época, los rectores designados hacían lo que querían en las universidades del Estado. Hoy no ha cambiado mucho, seguimos bajo el DFL 149 de 1981”, precisa. Sin embargo, esa lucha le trajo costos: pese a haber terminado la licenciatura, abandonó la carrera, dejando pendiente una solicitud de reincorporación que, en esa época, era difícil que se aprobaran favorablemente a los estudiantes que participaban activamente en política.

De todos modos, participó de forma activa en la organización de cuadros para el plebiscito del SÍ y el NO de 1988. “La organización de apoderados de mesa, todo lo que fue el conteo paralelo, fue una cosa muy potente lo que hicimos ahí. La no-violencia-activa funciona precisamente cuando hay cohesión y la frase que impulsó a la generación ochentera, y a toda la oposición a la dictadura, que logró un impecable conteo paralelo rezaba: ´Sin odio, sin violencia diga NO´. A las nueve de la noche, del 5 de octubre de 1988, sabíamos que habíamos derrotado al dictador”, recuerda. Esa fue una de sus grandes alegrías, “derrotar a la dictadura con un lápiz grafito… Lamentablemente lo que se vivió después no fue precisamente alegría, ya que el triunfo del NO se convirtió subterráneamente en el triunfo del SÍ fortaleciéndose el modelo social, político y económico impuesto por la dictadura”.

Luego comenzó a trabajar en asesorías y haciendo clases en institutos y centros de formación técnica, en el área de computación. Además, resolvió retomar sus estudios y entró a la carrera de Ingeniería en Informática de nuestra Universidad.

A mediados de la década de los noventa, migró a la empresa privada, involucrándose en el desarrollo de soluciones a grandes empresas tanto estatales como públicas, como la Contraloría General de la República, Metro de Santiago, Endesa, Sudamericana de Vapores.

Pero también volvió a la Usach, como alumno, a estudiar el Magíster en Ciencias de la Ingeniería, motivado por su amigo filósofo y académico de la USACh, Sergio Jerez Riffo, quien le dijo que “en el Departamento de Ingeniería Industrial habían unos locos a los que le gustaban las mismas cosas que a mí…” Y como docente: “Llevo 24 años haciendo clases de profesor por horas y también profe guía, tengo gran cercanía con muchos de mis ex estudiantes, que ahora son colegas míos, nos seguimos viendo, nos juntamos a conversar, a cenar, a reflexionar, en fin… Me gusta mucho hacer clases, enseñar”, remarca.

Más tarde, junto a grupo de pensadores y académicos latinoamericanos co-fundó la Escuela Latinoamericana de Pensamiento y Diseño Sistémico (Elapdis) que este año, a inicios de octubre, se plantea reflexionar sobre el desafío: “Transformación de la Universidad / Universidad Transformadora”, en la Universidad Austral de Chile, sede Puerto Montt.

Además de haber sido gerente general de Segic Usach, por casi dos años, Jerardino ha escrito artículos junto a otros colegas del área incluyendo publicaciones WoS. También ha sido árbitro en revistas internacionales como la Journal of the Operational Research Society (JORS). “Lamentablemente, la Universidad no reconoce estos esfuerzos, que hacemos las y los profesoras por horas de clases, por aportar con nuevos conocimientos. Sirven sólo para la acreditación, es parte de la cultura del ‘apartheid académico’ que se ha naturalizado en la USACh”, reclama.

Dice que no imagina su vida sin desafíos nuevos, “sin transformarme junto a otros”. Tampoco sin sus cuatro perros boxer, o sin escuchar su música favorita -clásica, rock sinfónico, jazz rock, latín jazz y salsa-, ni tampoco dejando de leer poesía, filosofía e historia: “Me inspiran los grandes precursores de las luchas anarco-pacifistas y humanistas como León Tolstói, Henry Thoreau, Gandhi, Luther King, Elena Caffarena y la diputada humanista Laura Rodriguez fallecida en 1992”.

Con la misma pasión, Bruno Jerardino cultiva su relación con nuestra Casa de Estudios: “Me cautivó la historia de la UTE-USACh, una Universidad que se puso al servicio de las grandes transformaciones que estaban ocurriendo en Chile a comienzos de la década de los setenta. La dirección mental de esa generación y de su rector Kirberg. Eso me parece que debemos rescatarlo y quiero contribuir a hacerlo cultivando ese amor en las nuevas generaciones, humanizando a la Universidad, para que sea un ámbito de transformación auténtica. Tenemos que aportar en la formación de profesionales que tengan una mirada crítica del país… si eso no lo hacemos las universidades del Estado, ¿quién lo debería hacer?”.

 

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