La ONG Proyecto Gran Simio (PGS) se une al Grupo de Loro Parque, por el fallecimiento del gorila más longevo del grupo que tienen cautivos en sus instalaciones y se une a la tristeza por la pérdida de un homínido querido. Debemos recordar que tanto los grandes simios entre los que se encuentran los gorilas, chimpancés, bonobos, orangutanes y los humanos, pertenecemos todos  a la misma familia de los Homínidos y es por ello que poseen numerosas capacidades cognitivas iguales a las nuestras, una inteligencia ya demostrada en numerosos estudios científicos realizados en el mundo y tenemos un mismo ancestro común.

Como homínidos que somos, no nos gustaría a ninguno estar cautivo en un lugar cerrado o pasando a celdas no tan idílicas para pasar la noche. Ser  conscientes de nuestra cautividad, presos donde nos han llevado en contra de nuestra voluntad, donde no podemos ejercer relaciones libres, vagar por nuestro territorio en libertad y buscar el alimento. Estar encerrados hace que nuestro comportamiento se vuelva más agresivo y nos moleste en muchas ocasiones las interferencias de otros en contra de nuestra voluntad. Esto les ocurre a todos los homínidos y los gorilas son también homínidos  que buscan el respeto y no ser objetos de negocio, no ser expuestos a otros homínidos para su divertimiento.

Hay que recordar que no hace muy poco existían los zoos humanos, donde poblaciones indígenas capturadas por los blancos eran llevados a parques urbanos, encerrados para que el público pudieran verlos sin salir de sus ciudades en un acto de tremendo crimen, privándoles de libertad y anunciando en los periódicos cuando se les iba a dar de comer. Paso en numerosos países y en España en el Retiro. Ahora nos asombramos y calificamos tal acto de racismo y violación de los derechos humanos. A los pueblos indígenas no se les consideraba personas, solo salvajes. Es el mismo ejemplo que hoy ocurre con los grandes simios, homínidos también, donde las generaciones futuras considerarán lo que estamos haciendo con ellos,  un acto vil del cual no tenemos derecho sobre sus vidas ni si quiera con las justificaciones de estar en peligro de extinción, ya que para evitar esa circunstancia la protección se debe de volcar “in situ” en las poblaciones en libertad y no en las que están cautivas que han perdido su propia esencia como especie.

Según ya se ha podido demostrar científicamente, la cautividad lleva a los grandes simios a desarrollar patologías, desde la autolesión y el aislamiento a estados de tensión continuada en que, como a los presos humanos, responden agresivamente ante situaciones que en la naturaleza ignorarían (según los estudios de Bloomsmith, Marr y Maple 2007; Wolfwensohn y Lloyd 2013) y que se hace referencia en el libro escrito por Paula Casal y Peter Singer titulado Los derechos de los simios. La dieta y la falta de ejercicio empeoran igualmente su salud, en el que un gran porcentaje de gorilas presos están enfermos del corazón, una patología de la que están totalmente libres en la naturaleza. (Informes de Krynak 2017; Langlois 2018) citados en el libro mencionado.

Un informe detallado escrito por Bob Jacobs, profesor de neurociencia de Colorado College en conjunto con la Doctora Lori Marino, presidenta del Whale Santuary Project y ex profesora principal de la Universidad de Emory, aclaran que mantener  a los grandes mamíferos en zoológicos y acuarios daña sus cerebros. La cautividad ejerce una presión cruel neuronal en ellos. Y lo explican con todo lujo de detalles.

Bob afirma que tras décadas de estudiar el cerebro de humanos, elefantes africanos, ballenas y otros mamíferos grandes como los grandes simios, ha notado la gran sensibilidad del cerebro y los impactos graves en su estructura viviendo en cautividad. Muchos animales como los elefantes padecen artritis, obesidad o problemas cutáneos. Tanto los elefantes como las orcas suelen tener graves problemas dentales y las orcas en concreto en cautividad  padecen neumonía, enfermedades renales e infecciosas, así como gastrointestinales. Para estos científicos, muchos animales intentan hacer frente al cautiverio adoptando comportamientos anormales. Algunos desarrollan “estereotipias”, que son hábitos repetitivos y sin propósito concreto como mover constantemente la cabeza, balancearse incesantemente o masticar los barrotes de sus jaulas. Otros, especialmente los grandes felinos, deambulan por sus recintos muchas veces en círculo y otros muchos comportamientos que no se dan en libertad. Esta investigación neurocientífica indica que vivir en un entorno cautivo y estresante daña físicamente el cerebro.

Respecto a los grandes simios y en conexión con este informe, no solo necesitan entretenimiento, sino poder interactuar subiendo a los árboles, buscando comida y haciendo sus nidos nocturnos, patrullando su territorio y en contacto permanente con su familia, con su ‘cultura’, solucionando problemas y jerarquías, buscando nuevos territorios de asentamientos como lo hacían los hombres prehistóricos. La cautividad en los grandes simios afecta de forma igual a la salud y al cerebro como le puede afectar a un ser humano, dada la completa semejanza de nuestros organismos al tener un mismo ancestro común. La tristeza, el dolor de las separaciones de familia y muchas otras capacidades cognitivas son iguales a las nuestras. ¿Cómo estaríamos nosotros, encerrados de por vida en jaulas de noche o durante los días del cierre del establecimiento, y durante el día compartir un espacio reducido por muy bonito que nos lo quieran pintar?.

A raíz de este informe científico, vivir en recintos que restringen o impiden el comportamiento normal genera frustración y aburrimiento crónicos. En la naturaleza, el sistema de respuesta al estrés de un animal lo ayuda a escapar del peligro. Pero el cautiverio atrapa animales que casi no tienen control sobre su entorno. Estas situaciones fomentan la indefensión aprendida, impactando negativamente el hipocampo, que maneja las funciones de la memoria, y la amígdala, que procesa las emociones. El estrés prolongado eleva las hormonas del estrés y daña o incluso mata neuronas en ambas regiones del cerebro. También altera el delicado equilibrio de la serotonina, un neurotransmisor que estabiliza el estado de ánimo, entre otras funciones. En los seres humanos, la privación puede desencadenar problemas psiquiátricos, como depresión, ansiedad, trastornos del estado de ánimo o trastorno de estrés postraumático. Los elefantes, las orcas y otros animales con cerebros grandes reaccionen de manera similar a la vida en un entorno muy estresante.

Por dichos motivos, Proyecto Gran Simio (GAP/PGS-España) solicita públicamente de los responsables de Loro Parque, que la ausencia del gorila fallecido Schorsch, no sea suplido por otro gorila traído de otro zoo y que según nos vayan dejando, las jaulas vayan quedando vacías para los homínidos. Traer otro para ocupar el puesto del homínido fallecido, es seguir con el sufrimiento de seres sintientes reconocidos ya por nuestro Código Civil y  que deben tener derechos básicos, entre ellos no estar cautivos. Para ello, debemos volcar todos nuestros esfuerzos en la protección de las poblaciones libres y de su hábitat.