Por Diego Ancalao G.

En condiciones represivas e injustas, que erosionan el derecho a la libertad del pueblo mapuche, hay que romper el silencio, especialmente, cuando la posición que nos han obligado a tomar, es defensiva, frente a la militarización, que instaló fuerzas con mentalidad de guerra y un discurso oficial, orientado a distorsionar la demanda mapuche al estado, queriéndola mostrar, como un enfrentamiento entre comuneros y privados.

Son las mismas condiciones que prevalecían en la invasión española, nuestros ancestros que encausaron el pueblos hacia la noble tarea de sacudirse del yugo, recurriendo a las medidas recesarías contra el invasor. Estas condiciones hoy prevalecen en lo mapuche junto a la rabia y el resentimiento, que crece, cuando vemos que para el gobierno, la “paz” es reprimir. Esto ocurre porque las reglas del juego, son hechas por los opresores, a la medida de sus privilegios. Un ejemplo reciente, es la aprobación del proyecto de acuerdo del Congreso, que han declarado ilegales y terroristas a cuatro organizaciones mapuche.

Aquellos filibusteros de la política, que, luego de criminalizar a mi pueblo, se paran a decir que el mapuche que vive en esas condiciones, están dispuestos y resueltos a permanecer sentaditos, buscando paciente y pacíficamente alguna buena voluntad que cambie las condiciones existentes, esperando el maná que caiga del cielo. Se equivocan, los acontecimientos hacen pensar en acciones defensivas. Especialmente hoy, en que un latifundista asesinó a quema ropa al joven mapuche, Eloy Alarcon Manquepan (33) en Villarrica. ¿El gobierno lo procesará por la ley antiterrorista?

Las declaraciones del senador socialista Juan Castro, que dice: “teme la formación de «Sendero Luminoso» en la zona sur”, no ayudan a establecer un dialogo pacifico, por el contrario, colaboran en la creación de un clima de inseguridad y miedo. Era una posición esperable de la derecha fundamentalista, pero no de un senador de gobierno, entonces ¿cómo puede ser un gobierno progresista, si emplea métodos retrógrados?, como se hizo hace 140 años, en la pacificación de la Araucanía, con discursos oficialistas similares.

Estos mensajes de miedo, se usan para unificar un grupo en contra de un enemigo, percibido como peligroso y aterrador, es una de las formas más efectiva en la que los humanos justifican, y racionalizan las atrocidades en contra de otras personas, es no querer verlas como personas, y algunas de esas palabras que utilizan, una y otra vez, es criminal y terrorista.

En efecto, el miedo es la herramienta que estos grupos de poder utilizan para discriminar a grupos que han sido marginados, desde la creación misma del estado, es una decisión política para deshumanizar a las personas mapuche, tratarlos no como personas, sino como bárbaros, que no merecen los derechos de los “ciudadanos civilizados”. De esta forma los pueblos indígenas siempre son criminalizados y condenados.

La conclusión, es que el mapuche, no vive en democracia; vive en un estado policíaco, el que se caracteriza por la brutalidad de carabineros y militares, tienen la forma y la fuerza  de un ejército de ocupación, cuyo fin no es protegernos; ni cuidar nuestro bienestar; su único objetivo y causa es proteger los intereses de empresarios, aquellos  que ni siquiera viven allí.

Pero ¿qué hacer cuando las vías institucionales niegan el dialogo e intentan resolverlo por medios violentos? ¿cuándo hay una doble moral, que llama al pueblo mapuche a dialogar y le declaran en parte ilegal y terrorista? ¿qué hacer cuando dicen que la solución es la paz, y militarizan?. Cuando faltan a la verdad al decir, que el plan buen vivir, con $400 mil millones de pesos, más fuerza represiva y compra de tierras es la solución a los problemas de fondo.

Este Plan del gobierno, parte ya fracasado. Primero, desde el momento mismo que le nombran “Buen vivir”, a una política deshumanizada que no respeta la vida y que se ha burlado de un concepto que ha tardado miles de años en construirse y que versa sobre la relación espiritual entre el Che (gente), la ñukemapu (madre tierra) y el itrofilmongen, (la vida en todas sus formas). No tiene nada que ver con presupuesto y fuerza represiva.

Segundo, porque presenta al mapuche como una población indígena, “pobre y violenta”, y no como pueblo, y tercero, porque presenta la compra de tierras, como la solución, y la demanda no es tierra, sino, territorio, que es un término político, que se refiere al conjunto integral de los elementos naturales de un espacio geográfico, es el punto de partida y resultado final del pueblo, y no se puede confundir con el suelo que un campesino necesita para producir papas.

Parece, que el “conflicto mapuche”, se ha trasformado en un negocio político y económico, atendido por sus propios dueños, gobierno y empresarios. En estas condiciones, en que no existe voluntad real de dialogo, el camino a seguir es lo que el premio nobel de la paz, Martin Luther King, decía: “la protesta es la voz de los no escuchados por las vías institucionales”.

Esta protesta debe apuntar a una solución de fondo y real, un parlamento general en que participen todos, los amigos del gobierno, “mapuche buenos” y los que no comulgan con el gobierno, “los mapuche malos”. Esta ha sido la vía histórica con la que el pueblo mapuche ha resuelto las controversias, los más de catorce parlamentos que mi pueblo ha realizado son prueba irrefutable.

En ese parlamente se debe pactar la restitución territorial y compensación económica por todos los años de usufructo ilegal del territorio usurpado, tanto fue así que gracias a esa expoliación nació en Chile, una nueva casta económico agraria que adquirió poder político, que se extiende hasta hoy en distintos partidos, en los cuales siguen utilizando el mismo discurso ideológico, excluyente y racista, que se invitó para justificar que ellos se apropiaran de las tierras.

Para aquellos que creen que no es posible, la verdad, es que solo falta la voluntad política, ya que de acuerdo a la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos indígenas, ratificada por Chile, en el artículo 20 numero 2, dice: “Los pueblos indígenas desposeídos de sus medios de subsistencia y desarrollo tienen derecho a una reparación justa y equitativa”.

Para mayor precisión, esto no es nuevo, se viene haciendo en Nueva Zelanda con el pueblo Maorí desde el reconocimiento de tratado de Waitangui de 1840, y hoy en Canadá, el Presidente Justin Trudeau, ha firmado un acuerdo de reclamación de tierras con la primera nación indígena Siksika y pagará 1.300 millones de dólares, para ayudar a «corregir un error del pasado». De tierras usurpadas en 1910, en que se habían violado tratados.

En vista que el Estado de Chile ha violado el Tratado de Tapigue de 1825, en que se usurparon 10 millones de hectáreas, este es el tiempo para seguir estos ejemplos de altura moral de estadista, solo basta tener la altura y voluntad política para resolver señor Presidente. En sus manos está la oportunidad de demostrar que la casta política y económica, no ha secuestrado el Estado y la democracia para sus fines mezquinos, donde el precio más alto lo pagan aquellos que ustedes llaman el mal menor, los sin nombre como dijo Galeano.