La Comisión de la Verdad transitó la ribera del río Arauca para recoger los testimonios de convivencia y  resistencia de seis comunidades, a las que el gobierno estatal tiene en el olvido y el conflicto no les ha dado tregua.  

De Arauca poco se sabe y se habla en el resto del país. Los medios han mostrado al departamento como una ‘zona roja’ de violencia permanente, lo que ha estigmatizado a la región y a sus habitantes, y no permite reconocer las dinámicas de frontera, de convivencia y resistencia de las comunidades.

Para escuchar directamente las voces, relatos y comprensiones de las comunidades, la Comisión de la Verdad realizó el ‘Recorrido por la hermandad, la vida, la paz, la convivencia y la no continuidad del conflicto armado en Arauca’. El equipo de la Comisión transitó la ribera del río Arauca y visitó seis comunidades: Puerto Contreras, Puerto Lleras, Isla La Reinera, Isla La Pesquera, Barrancones y Monserrate.

Los comisionados Saúl Franco y Carlos Martín Beristain lideraron espacios de diálogo y escucha para conocer más a la Arauca profunda, fronteriza y resistente, y los factores de persistencia del conflicto armado y recomendaciones para su no continuidad. La Comisión es la primera entidad del orden nacional en llegar a estas zonas y está facilitando que organismos internacionales conozcan las problemáticas de la región.

El río Arauca separa a Colombia y Venezuela, en una frontera con dinámica pendular permanente, a pesar de que el paso oficial está cerrado desde 2019. “Cuando los precios bajan, la gente se mueve, cuando los afectos llaman, también. Las relaciones familiares son una especie de hilo que teje esta frontera”, señala el comisionado Carlos Martín Beristain.

A simple vista, La Pesquera es una típica población ribereña del río Arauca, bordeada por decenas de veredas y corregimientos como éste. Lo que no salta a la vista en La Pesquera es que las casas y el parque principal, a donde van niños y mayores, están atravesadas por el oleoducto Caño Limón.

Lo evidente en La Pesquera, como en las otras comunidades ubicadas a orillas del río Arauca, son los altos niveles de pobreza, la ausencia estatal y la falta de ingresos económicos obtenidos por actividades petroleras que allí se desarrollan.

La pesca ha sido una actividad practicada entre familias y transmitida por generaciones, sin embargo, los peces son cada vez más escasos en el río Arauca. Los pobladores responsabilizan de esto a las petroleras, especialmente al campo petrolífero Caño Limón, que bloqueó parte del flujo del río. “También es culpa del conflicto armado, que no nos deja mover”, explica Frank, quien durante 50 años ha pescado en el río.

A Arauca han llegado miles de personas provenientes de la costa Caribe y la costa Pacífica colombiana que huyeron de la violencia en sus regiones, en búsqueda de tierras y oportunidades económicas. Sin embargo, a muchos de esos desplazados también los tocó el conflicto armado en su nuevo territorio. Según el Registro Único de Víctimas (RUV) hay más de 5.000 afroaraucanos víctimas del conflicto armado.

Arauca es el único territorio rural de Colombia sin plantaciones de hoja de coca, lleva varios años así, sin embargo, es territorio de todo tipo de contrabando, a pesar de la presencia de más de 9.000 integrantes del Ejército Nacional y la Marina.

Como parte de los procesos de esclarecimiento y diálogo social, la Comisión de la Verdad ha buscado determinar y entender cuáles han sido los factores de persistencia del conflicto armado en Arauca. Se han identificado el control territorial violento con fines políticos y económicos (economías extractivistas) y la presencia diferenciada del Estado como causas de esta problemática.

Las seis comunidades que hicieron parte de este recorrido de la Comisión de la Verdad coincidieron en que el abandono y la ausencia estatal son algunos de los principales factores de persistencia del conflicto armado en Arauca. Los líderes sociales y comunitarios reiteraron que la región tiene varias dificultades, por el precario acceso a servicios básicos y la frágil infraestructura agrícola.

“Los reclamos lúcidos tienen que ver con las carreteras para sacar su producción, la educación para los niños y niñas, la dotación para el puesto de salud. Este año, algunos muchachos perdieron varios meses de escuela porque no había gasolina para la chalupa, en este territorio de petróleo”, escribió el comisionado Carlos Martín Beristain.

En algunas veredas ribereñas, los menores solo tienen acceso a la educación primaria, y para finalizar el bachillerato deben desplazarse a otras poblaciones ubicadas a hora y media de recorrido. Hay niños, niñas, adolescentes y jóvenes en Venezuela que deben cruzar el río para tomar sus clases en Colombia. La falta de oportunidades para los jóvenes los hace vulnerables ante el conflicto armado de la zona.

“La presencia de grupos armados ilegales en Arauca es increíblemente invisible, pero terriblemente sensible”, detalló el comisionado Saúl Franco. En los últimos años, el control territorial ha estado en manos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), sin embargo, se han presentado confrontaciones entre este grupo armado y los Frentes 10 y 28 de las disidencias de las antiguas FARC-EP.

El conflicto armado en la frontera araucana se ha ido reconfigurando y se ha concentrado particularmente en los municipios de Saravena, Arauquita y Arauca. El ELN mantiene una fuerza activa en el territorio y las disidencias de las FARC-EP se han fortalecido, una muestra de esto son los enfrentamientos contra la guardia venezolana ocurridos a principios de 2021 en el sector de La Victoria, los cuales ocasionaron el desplazamiento de cerca de 4.000 personas.

En su informe ‘Líderes desprotegidos y comunidades indefensas: asesinatos de defensores de derechos humanos en zonas remotas de Colombia’, Human Rights Watch documentó que los grupos armados ejercen un férreo control sobre la población, con delitos como asesinatos, secuestros, violencia sexual, reclutamiento de menores y el asesinato de líderes sociales representativos del territorio.

“Lo que te deja con la boca abierta es la claridad de los líderes, hombres y mujeres que toman la palabra suave y directa de la gente campesina. Para quienes viven desde hace tantos años una guerra que sigue aquí todavía matando, amenazando, secuestrando, controlando la movilidad o pagando doble impuesto, el cansancio es un tipo de lucidez y compromiso”, reflexiona el comisionado Carlos Beristain.

Las comunidades le apuestan al desarrollo agrícola y campesino de la región, por ejemplo, con el cultivo de cacao, que en 2010 fue catalogado como el mejor cacao del mundo en el International Cocoa Awards de París.

Entre otras apuestas de resistencia social y económica, algunas comunidades han diseñado y construido acueductos comunitarios, que han constituido como empresas para proveer de agua a varios territorios.

Las familias de las poblaciones de la ribera del río Arauca son binacionales, con relaciones y dinámicas permanentes a lado y lado de la frontera. “La historia de las comunidades está hecha de esos latidos entre el aquí y el allá, hijos que nacieron de un lado y madres que siguen sus vidas en el otro. Como si cruzáramos las calles de tu barrio”.

 

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