Los medios del mundo hablan mucho de Ucrania. En el mercado mundial del morbo noticioso tenemos una sobreoferta de horrores de la guerra, con muchos colores de la muerte y una sola lectura política, muy en blanco y negro. Este capítulo del eterno comic acerca de la eterna lucha entre el bien y el mal, nos cuenta de la heroica resistencia (“de un país digno y soberano”) a las fuerzas de un demonio ruso de apellido Putin. Los medios relatan una y otra vez la misma historia de siempre con el único propósito de no contarnos nada.

Una de las peores manipulaciones es hablarle al mundo, como lo hace el tan humilde y pacifista gobierno de los EEUU, sobre la “agresión rusa no provocada”. No hay guerra más provocada que ésta, desde la expansión de la OTAN, a pesar de todos los acuerdos y promesas y cualquier lógica política o geográfica, un triple cerco de las bases militares alrededor de Rusia, un escandaloso desprecio público y humillante hacia cualquier pedido ruso de tomar en cuenta, por lo menos a veces, sus intereses y su seguridad, y la creación de su principal plataforma de provocaciones: el actual gobierno de Ucrania, que desde hace años igualó legalmente al fascismo con el comunismo, con la diferencia de que los grupos paramilitares neonazis hoy ya no solo son los dueños de las calles ucranianas, sino también parte oficial de las fuerzas armadas del país, pero eso sí, por ponerse un gorro con una insignia de la hoz y el martillo se puede caer varios años preso.

Nadie en el mundo habla de que desde hace 2 meses, de Ucrania no pueden salir hombres menores de 60 años, vistos por su gobierno como reserva de carne de cañón, ya que el presidente Volodymyr Zelensky asegura que Ucrania está dispuesta a 10 años más de guerra. También hay una ley del gobierno, ordenando que todos los hombres ucranianos que se encuentren fuera del país, deben devolverse de inmediato a Ucrania, si no, les esperan 10 años de cárcel. No sé cómo se concuerda esto con los principios del derecho humanitario internacional, pero el número de ucranianos, que desde afuera y desde dentro, desean una pronta caída de este régimen, debería haber aumentado mucho.

Tampoco se informó al mundo que el batallón Azov, entre otros similares, creado desde el paramilitarismo callejero y con una clara ideología nazi, quedó bajo el mando del ministerio de defensa de Ucrania y ahora es parte de sus fuerzas armadas oficiales.

Los asesinatos y las torturas de los prisioneros de guerra rusos frente a las cámaras de celulares, en el mejor estilo DAESH, tampoco inmutan al mundo mediático unido contra su nuevo enemigo. Los medios están ocupados “revelando” solo los crímenes del enemigo, aunque la información independiente de mis conocidos personales desde Bucha e Irpen, pone en serias dudas la “definitiva” y lapidaria conclusión occidental.

Los medios internacionales no cuentan que hace pocos días en la ciudad de Mariupol a las fuerzas rusas, se entregaron 1026 marines ucranianos y entre ellos 162 oficiales, 151 heridos, 47 mujeres y un mercenario británico, Aiden Aslin. A pesar de la estricta prohibición del gobierno de Zelensky, que necesita más muertos para su propaganda, estos militares optaron por la vida. En las afueras de Mariupol se encuentra la enorme fábrica Azovstal que prácticamente es una ciudad industrial con su profunda y compleja parte subterránea, una de las gigantes productoras de acero desde la época soviética. En el territorio de Azovstal, se encuentran las fuerzas principales del batallón Azov, junto con otras unidades del ejército ucraniano, con cerca de 3000 efectivos en total. Dicen que entre ellos hay cerca de 400 mercenarios extranjeros y altos mandos militares de los países de la OTAN. También hay datos muy contradictorios y especulativos sobre la presencia de civiles y niños en la fábrica, tomados por Azov como rehenes. Desde hace semanas están totalmente bloqueados. Rusia hoy, por segunda vez en los últimos días, declara un cese al fuego para su rendición, garantizándoles la vida a todos. Los paramilitares de Azov fusilan a los soldados ucranianos dispuestos a rendirse.

Mientras tanto, en varias ciudades de Ucrania los “activistas” nazis y las autoridades locales destruyen en estos días, los centros memoriales y los monumentos a los soldados soviéticos que liberaron a Ucrania del fascismo en la Gran Guerra Patria, en los territorios tomados por Rusia, se levantan más y más banderas soviéticas como una iniciativa informal de los militares y civiles, que refleja bien el sentir profundo de esta lucha.

En estos días vimos un video grabado con un teléfono por un soldado ucraniano. El ejército ucraniano entró a un pueblo de algún lugar de la provincia del país. Iban a repartir comida entre los civiles que pasan días y noches bajo fuego. Una pareja de ancianos sale a saludarlos, pensando por error que son rusos. La abuelita saca de la casa una enorme bandera soviética y viene hacia los soldados. El soldado grita: “Viva Ucrania!”, luego le quita la bandera, la tira al piso, la pisotea y exige a la abuelita que la pise también, a cambio de pan. La abuelita le devuelve los panes, increpándolo le dice:“bajo esta bandera morían mis padres…”. Ahora la imagen de la abuelita con la bandera soviética es un símbolo.

Tampoco cuentan los medios cómo sigue en Ucrania la caza de brujas, preparando las listas negras, los secuestros, torturas y asesinatos políticos. Cualquier crítica o cuestionamiento al poder puede ser un acto suicida. Políticos, periodistas y ciudadanos comunes ucranianos desaparecen de sus casas para luego aparecer en las listas de los “enemigos”, “canjeables” por los mercenarios extranjeros cazados por las fuerzas rusas.

Los países de la OTAN siguen llenando Ucrania con armas, realizando varios vuelos diarios a los aeródromos fronterizos. Se hace lo posible e imposible para convencer a Zelensky y a la sociedad ucraniana, de que su país está ganando la guerra y que no hay otra salida que no sea la militar. Por primera vez, EEUU autorizó la venta de misiles balísticos a Ucrania, un arma que es claramente para atacar a las ciudades rusas. Al mismo tiempo los puntos rusos fronterizos son atacados con lo que hay.

En medio de las bellas ciudades y los vastos campos ucranianos, no hay deseo más anhelado que la paz. La palabra carnicería no es ninguna exageración, ya van decenas de miles de muertos entre militares y civiles. Pero hay un problema grave: la falta de interlocutor. El gobierno de Ucrania no solo no cumple los acuerdos sino que también cambia su discurso oficial varias veces al día. Vladimir Zelensky no decide absolutamente nada, él solo obedece a los verdaderos dueños del país, que ya decidieron convertir a Ucrania en un objeto de sacrificio. Si sucede un milagro y Ucrania como país sobrevive, varias generaciones de sus habitantes tendrán que pagar la astronómica deuda por la “ayuda militar” que aumenta cada minuto. Los EEUU hicieron el mejor negocio en su historia: matar a los rusos con manos de otros rusos (orgullosos de ser ucranianos), ganando con esto, miles de millones de dólares y haciendo a los gobiernos europeos cada vez más dependientes de ellos. Por ahora, los tanques rusos con algunas banderas rojas guardadas en algún lugar de la memoria, siguen avanzando hacia el oeste.