Por Eric Blanc a través de CTXT.

Tras décadas de declive sindical, los trabajadores de Amazon en Staten Island han logrado la conquista laboral más importante en Estados Unidos desde el resurgir del sindicalismo en la década de 1930. Enfrentarse a Amazon y ganar es una historia de David contra Goliat, independientemente de quién dirija la iniciativa, pero es especialmente sorprendente que la exitosa campaña de sindicalización en el almacén JFK8 la emprendiera el Sindicato de Trabajadores de Amazon (ALU, por sus siglas en inglés), una iniciativa novedosa, independiente y encabezada por los propios trabajadores.

Entre los líderes de ALU hay tanto antiguos empleados, como por ejemplo Christian Smalls, que fue despedido del almacén JFK8 en 2020 después de organizar una huelga, como un pequeño grupo de líderes obreros dentro del almacén. Mientras gran parte de la atención de los medios de comunicación nacionales se ha centrado, comprensiblemente, en Smalls, todavía queda mucho por saber de esta extraordinaria historia, de cómo los trabajadores del interior del edificio han alcanzado esta impresionante y sorprendente victoria.

Pocas personas pueden contar esta historia mejor que Angelika Maldonado, de veintisiete años y presidenta del Comité de Empresa de ALU. Maldonado, una de las principales responsables de la histórica victoria, trabaja como empaquetadora del turno de noche en el departamento de envío de productos del JFK8. Tras la votación, se sentó con Eric Blanc, de Jacobin, para hablar de cómo lograron lo que parecía imposible y de las lecciones sobre organización sindical que, gracias a sus esfuerzos, pueden extraer los trabajadores de todo el país.

En primer lugar, ¿cómo estás?

Cuando me enteré de que habíamos ganado, me quedé sin palabras; tengo la sensación de que todavía estoy soñando. Incluso ahora mismo, al hablar de ello, me emociono pensando en lo que hemos conseguido.

¿Puedes hablar un poco de cómo te involucraste en la iniciativa para sindicalizar Amazon?

Empecé a trabajar en el JFK8 en 2018, pero hasta el pasado mes de octubre no me involucré en su sindicalización. Un día, saliendo del trabajo –después de mi turno de doce horas y treinta minutos– uno de los organizadores sindicales se me acercó y me explicó lo que estaba pasando. Sinceramente, me apunté de inmediato. Nunca había formado parte de un sindicato, pero mi madre pertenece al 1199SEIU desde que tengo uso de razón. Así que cuando oí que en Amazon se podía crear un sindicato, sabía por experiencia lo mucho que eso beneficiaría a todas las familias y a toda la gente que trabajaba allí. A partir de ese momento, lo he dado todo.

¿Hubo alguna injusticia concreta en el trabajo que te motivara a involucrarte?

Lo más importante para mí es la seguridad laboral. Aquí, el movimiento de personal es muy grande: te pueden despedir por múltiples razones. Cualquiera puede conseguir un aumento de sueldo, pero ¿de qué sirve si no puedes conservar el trabajo?

Un objetivo futuro es la asistencia sanitaria. Yo, por ejemplo, dedico 54 dólares a la semana de mi sueldo a mi asistencia sanitaria y la de mi hijo. No quiero ni imaginar lo que pagan otras familias monoparentales que tienen más hijos que yo, porque hay que pagar por cada persona a cargo. Hasta los veintiséis años no he tenido que pagar mi asistencia sanitaria porque mi madre está en el 1199SEIU. En el futuro me encantaría que todo el mundo en el edificio tuviera asistencia sanitaria gratuita.

¿A qué principales divisiones dentro de la plantilla tuviste que enfrentarte?

En el JFK8 trabajan personas de todo tipo; hay gran variedad de edades, razas y lugares de residencia, la gente viene de todas partes. Pero uno de los motivos principales de división era la edad. Hay que tener en cuenta que la edad media de un organizador sindical de la UAL es de unos veintiséis años y muchos trabajadores más mayores tendían a ser más escépticos respecto al sindicato.

El mundo de Amazon es muy intenso e intimidante, así que cuando muchos de los trabajadores más veteranos vieron por primera vez a un grupo de jóvenes intentando organizar algo tan grande, a algunos les costó entender que realmente sabíamos lo que queríamos y que sabíamos cómo conseguirlo. Por eso tuvimos que aprender nosotros mismos –y luego instruir a nuestros compañeros– sobre el modo exacto de hacerlo. Explicamos lo que podemos hacer como unidad, todos juntos.

Y superamos la brecha de edad sobre todo siendo cercanos y afables; sinceramente, así es como ganamos estas elecciones. Les preguntaba a los compañeros de trabajo: “¿Y si sus nietos tienen que trabajar aquí? ¿Y si son sus hijos los que tienen que trabajar aquí? Sí, puede que seas mayor que yo, pero yo también soy madre y queremos las mismas cosas, ¿no?”. Cuando se enteraron de que yo también era madre y de que estaba sacrificando todo mi tiempo libre para ayudar a crear un sindicato, muchos de ellos vieron de verdad lo serio que era esto.

¿Las diferencias de origen y nacionalidad también afectaron?

Sí, eso también: teníamos que llegar a los diversos orígenes étnicos del JFK8. Por ejemplo, muchos de nuestros compañeros proceden de diversos países africanos. Durante la campaña tuve una idea que acabó resultando genial: mi vecina también es africana y se dedica a hacer caterings, así que me dije: “Con la de comida que hemos repartido, ¿por qué no repartimos comida enfocada en la cultura de los trabajadores de Amazon?”. Así que un día le pedí a mi vecina que nos preparara un arroz frito africano, y eso atrajo la atención de un montón de trabajadores africanos hacia nosotros y, gracias a eso, ganamos un par de nuevos organizadores sindicales.

Yo diría que contar con organizadores sindicales de la misma etnia también fue crucial. Yo misma soy hispana –medio hispana– pero no hablo español, así que era más fácil que uno de nuestros organizadores sindicales hispanohablantes hablara con los trabajadores hispanos que tenían preguntas.

Lo que hicimos fue permitir que cualquier persona en el edificio que quisiera dedicarse a la organización sindical lo hiciera. Y eso realmente nos benefició, porque los miembros del comité de la UAL que tenemos ahora son un grupo diverso. Somos un grupo pequeño comparado con la cantidad de gente que tenemos en el edificio, pero somos plurales.

¿Cómo superaste la intimidación de la dirección?

Amazon realmente infunde miedo a los trabajadores. No sólo había carteles antisindicalistas por todas partes, sino que Amazon contrató a un montón de antisindicalistas que se paseaban constantemente por el edificio hablando con los trabajadores. Era intimidante. Los antisindicalistas básicamente mentían y les decían a nuestros compañeros de trabajo que éramos trabajadores externos. Pero en realidad éramos trabajadores como ellos. No veníamos de otro lugar para organizar el JFK8; literalmente trabajamos allí, somos un sindicato dirigido por los trabajadores.

Amazon realmente infunde miedo a los trabajadores

Mucho de lo que hicimos era arriesgado, pero sabíamos que al final daría frutos. Hicimos cosas como ir a las reuniones que ofrecían los antisindicalistas a un público cautivo incluso cuando no nos invitaban. Hablábamos en nombre de todos y contábamos la realidad. Rebatíamos lo que decían los antisindicalistas, explicándole a todo el mundo que iban diciendo mentiras. Por supuesto, nos pidieron que nos fuéramos porque no estábamos invitados: lo que hacen los antisindicalistas es sacar al azar a los empleados de sus puestos de trabajo para que vayan a esas reuniones. Pero en aquella ocasión entramos todos en grupo y exigimos contar nuestra versión.

El director general nos dijo que si no nos íbamos, seríamos amonestados por “insubordinación”. Pero nos mantuvimos firmes: nos quedamos y contamos la verdad a nuestros compañeros. Teníamos que arriesgarnos. En ese momento, todos teníamos un poco de miedo, pero teníamos que correr ese riesgo porque nuestros compañeros tenían que ver que podíamos plantarles cara. Aunque al final nos echaron, esa acción les demostró que hay ciertos derechos y ciertas leyes que nos protegen y que no debemos tener miedo de Amazon.

¿Puedes hablar más sobre los pasos específicos que disteis para movilizar a vuestros compañeros de trabajo?

En el equipo organizador éramos pocos, así que cualquier aportación era importante. Por mi parte, intentaba estar en el edificio todo lo que podía, todos los días que podía. Venía en mis días libres, pasaba menos tiempo con mi hijo… Requirió mucha dedicación, mucho sacrificio, mucho riesgo.

No podía hablar del sindicato durante las horas de trabajo, pero sí en mis descansos de la comida

No podía hablar del sindicato durante las horas de trabajo, pero sí en mis descansos de comida y en los de quince minutos. E incluso si no tenía tiempo para hablar con mis compañeros de trabajo en mi turno, siempre me aseguraba de conseguir sus números de teléfono y hablar con ellos en mis días libres. También les pedía que hablaran del sindicato a los miembros de su familia que trabajaban allí, así como a sus amigos. Le decía a todo el mundo: “Si tenéis alguna pregunta, podéis llamarme cuando queráis, y si alguien más tiene alguna duda, pasadle mi número”. Y si no sabía la respuesta a una pregunta concreta, les daba el número del presidente de la UAL [Chris Smalls] para que le preguntaran directamente.

¿Cómo os asegurabais de hablar con el mayor número posible de trabajadores y cómo mediáis el apoyo para ver si teníais mayoría?

Personalmente, tengo muy buena memoria, así que mi objetivo era que si no había visto una cara antes, siempre me acercaría a esa persona y mantendría una conversación. Era importante tener un grupo de organizadores unido y mantener el contacto con todos los trabajadores que estaban a favor del sindicato. Pero otro de nuestros objetivos clave era hablar siempre con gente nueva cada día.

Ese era el objetivo: hablar con gente nueva cada día, hacer que se pusieran en contacto

Y después de hablar con ellos, les pedíamos que hicieran cosas como unirse al chat de Telegram o que nos dieran su número de teléfono o que vinieran a una reunión o que rellenaran una encuesta. Ese era el objetivo: hablar con gente nueva cada día, hacer que se pusieran en contacto.

¿Cómo eran esas conversaciones?

Les preguntaba cosas como: “¿Has oído hablar de la UAL?”. Y si necesitaban alguna respuesta o información, hacía lo posible por responder, y les decía: “Somos un sindicato dirigido por los trabajadores. Si en algún momento quieres convertirte en organizador sindical, puedes hacerlo”. Algunos querían, otros no. Pero al final, el objetivo inmediato era algo más sencillo, como que entraran en el gran chat de Telegram con todos los simpatizantes del sindicato o que llevaran una camiseta de la UAL. Cosas así demostraban que había muchas personas en el edificio que querían tener un sindicato, no solo los mismos cinco trabajadores que veían en la mesa de la sala de descanso.

Utilizábamos el gran chat de Telegram para informar de novedades o para avisar a la gente si ocurría algo en el edificio en otro turno. El turno de día y el de noche son a veces como dos mundos diferentes, así que era útil tener una forma de comunicarse con todo el mundo. Pero, para ser sinceros, el chat no nos preocupaba tanto; lo principal era interactuar cara a cara. Creo que eso fue lo que realmente impulsó al sindicato.

El turno de día y el de noche son dos mundos diferentes, fue útil tener una forma de comunicarse con todo el mundo

Esas conversaciones en persona fueron muy importantes porque Amazon le dijo a mucha gente que éramos trabajadores externos. Y al final, eso les perjudicó. Al principio los trabajadores se acercaban a nosotros y decían: “¿Cómo podéis estar en el edificio? Ni siquiera trabajáis aquí”. Entonces les mostrábamos nuestra identificación y les decíamos: “Sí trabajamos aquí, todos los que están en el sindicato ahora mismo trabajan aquí”. Y en ese momento sentían curiosidad. Y al final de nuestras conversaciones, a menudo se sentían engañados por Amazon porque se daban cuenta de que les habían mentido.

Las conversaciones cara a cara eran la forma de conectar. Le decía a la gente que era madre soltera, que trabajaba en turnos de doce horas y treinta minutos, y que estaba allí en mi día libre, ¿sabes? También era vulnerable: explicaba lo que me sacrificaba, lo que todos nos sacrificábamos al estar ahí para asegurarnos de que todo el mundo en el edificio tuviera mejores condiciones de trabajo.

Cuando faltaban unas dos semanas para las elecciones, gracias a esas conversaciones, estaba segura de que íbamos a ganar. Lo sabía por la gente con la que hablaba, por el creciente apoyo que veía y porque los otros organizadores sindicales hablaban con su gente y su gente hablaba con la gente y mi gente hablaba con la gente. Todo el mundo hablaba con todo el mundo.

Al final de nuestras conversaciones se sentían engañados por Amazon, se daban cuenta de que les habían mentido

Además de las conversaciones, ¿hiciste alguna otra cosa para que tus compañeros de trabajo sintieran que no estaban solos? ¿Y cómo hizo un seguimiento del nivel de apoyo?

Hacia finales del año pasado, la UAL empezó a repartir camisetas del sindicato. Así que cuando algunos empezaron a llevar las camisetas en el edificio, fue realmente cuando mucha gente empezó a ver el apoyo que había. Después de eso, tuvimos que conseguir más y más camisetas nuevas para todo el mundo. Y a medida que se acercaban las elecciones, intensificamos nuestro juego: lo último que hicimos en la campaña fue conseguir cintas para llevar la identificación, unas tres o cuatro mil. Repartimos un montón de cintas durante los cambios de turno, para que la gente viera el apoyo que había.

Durante todo ese tiempo íbamos consiguiendo los números de teléfono de nuestros compañeros de trabajo y los recopilábamos en una gran lista para saber cómo iba el apoyo y, de este modo, hacer un seguimiento en los bancos de datos telefónicos regulares que teníamos en la oficina del sindicato en Manhattan. Y como organizadores sindicales, nos coordinamos; por ejemplo, cumplíamos unos horarios para saber quién de nosotros estaría en el edificio o revisando el chat en diferentes momentos.

Y cuando digo dedicación, quiero decir dedicación: los que estábamos en el comité, estábamos en el edificio siete días a la semana, veinticuatro horas al día. Incluso en nuestros días libres estábamos en el edificio; después de recoger a mi hijo del colegio y cuando era mi día libre, siempre me dirigía directamente al edificio.

Los del comité estábamos en el edificio siete días a la semana. Incluso en nuestros días libres.

Como no podíamos hablar del sindicato en horario de empresa, la mesa de la sala de descanso era especialmente importante. Entablé relaciones con compañeros de trabajo que nunca habría conocido si no hubiera estado allí. Cuando estaban en su descanso para comer o en un rápido descanso para merendar, hablaba con ellos todo el tiempo que tenían. Y una vez que conocían a uno de nosotros, nos conocían a todos porque, como organizadores, siempre intentábamos establecer relaciones con todo el mundo. Eso es lo que entendemos por ser afable.

¿Y la dirección no trató de echaros?

No, porque estábamos protegidos por la ley. Conocíamos nuestros derechos y estábamos en contacto con un buen abogado laboralista. Los que éramos trabajadores podíamos estar en el edificio realizando labores sindicales. Estábamos protegidos por la ley siempre que no lo hiciéramos en horario de trabajo.

Conocíamos nuestros derechos y estábamos en contacto con un buen abogado laboralista

A veces intentaban hacernos retroceder un poco; por ejemplo, una vez intentaron que quitásemos nuestra mesa de la sala de descanso diciendo que infringía las normas de la covid. Pero justo el día anterior habían puesto su propia mesa en la sala de descanso, así que no nos echamos atrás. Aunque la verdad es que no intentaron nada demasiado descabellado porque a esas alturas ya se habían dado cuenta de que sabíamos mucho sobre las leyes que nos protegían.

Antes de convertirme en organizadora sindical de ALU no tenía ninguna experiencia sindical o de organización, así que cuando me involucré me sentaba a escuchar a los organizadores que llevaban más tiempo que yo en esto. Y retenía la información, porque sabía que sería vital para los trabajadores que vinieran a preguntarme.

Así que con esa reunión con público cautivo en la que intervenimos, pedí consejo porque no sabía qué hacer, no conocía mis derechos. Fue entonces cuando llamé al presidente de nuestro sindicato, que me dijo que, en virtud de un determinado apartado de la ley, estamos protegidos. Y después, cuando uno de mis compañeros me dijo: “He oído que os han echado de una reunión con público cautivo. ¿Os van a despedir?”. Les expliqué que no, que no nos iban a despedir porque estábamos protegidos.

Felicidades de nuevo por la increíble victoria, ¿te importaría acabar con alguna reflexión final sobre lo que habeis logrado?

Aunque soy nueva en la organización sindical, mi objetivo era sindicalizar el JFK8 y el almacén de Staten Island. Veo cada día lo que sufrimos todos los que trabajamos en Amazon. Es agotador y nos tratan como a robots. Tengo amigos con los que fui al colegio que también trabajan aquí y muchas de sus familias –que son básicamente como mi familia– también trabajan aquí. Solo si trabajas dentro del edificio sabes lo que es trabajar en Amazon.

Y ahora también he visto por lo que han pasado todos los organizadores sindicales con los que he trabajado. Hemos tenido que lidiar con muchas cosas para contribuir a lograr un cambio. Para nosotros, los organizadores sindicales, esto ha significado falta de sueño, ha supuesto no estar en casa. Y además lo hemos hecho trabajando todo el tiempo en Amazon.

Así que el hecho de que hayamos ganado hoy es increíble, me siento como si estuviera en una dimensión desconocida. Estoy muy orgullosa y agradecida a todos los trabajadores que han votado a favor y a todos y cada uno de los organizadores sindicales que han aportado su trabajo. Poder celebrar nuestra victoria hoy es básicamente lo mejor del mundo. Hemos hecho historia, ¿verdad?

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Esta entrevista se publicó originalmente en Jacobin.

Traducción: Paloma Farré

 

El artículo original se puede leer aquí