Siguiendo con la serie «Género y sexualidades en pandemia», entrevistamos al multifacético Felipe Muñoz, más conocido como «Felipink», quien desde hace más de una década ha sido un artista destacado en el urderground LGBTB+ chileno.

Me reconozco como un gran fan de su arte y su persona: Cantante, bailarín, performer, ilustrador, activista, muchas veces en colaboración con otros artistas de las disidencias sexuales, ha marcado su impronta en el ámbito cultural gay, ampliándolo hacia otras temáticas adyacentes, como la reivindicación de la historia y la vida del cabaret.

Sus fuentes son diversas y hasta contradictorias. De familia evangélica, tocaba la mandolina (instrumento musical típico de esa fe) en la iglesia. Para su concierto y performance Mandolina Mía, puso un anuncio en que convocaba a personas que tuvieran una experiencia parecida: todos resultaron siendo gays. Bebe también de la ya fallecida Hija de Perra, destacada transformista post-punk que revolucionó hace unos años la escena under chilena, por su desfachatez e ironía. Tal vez no lo sepan, pero su rostro se volvió icónico y estuvo acompañando a los manifestantes del estallido social.

Comenzó en 2004 con el dúo «Pornogolosina», junto con el artista Wincy Oyarce. Ha hecho varios videos con sus canciones, por ejemplo «Pecado» y en 2017 lanzó el álbum «El Tigre» (está en Spotify), del cual también ha hecho varios videos y hasta fiestas privadas en línea previo pago.

Una de las últimas obras en colaboración fue «Polvos Translúcidos», realizado en 4 sesiones en el espacio Nave (ubicado en el barrio Yungay), y que hizo confluir al mundo del cabaret chileno (contó con la participación de la vedette Maggie Lay y con Daniel Palma, ex organizador de las Fiestas Spandex).

Ha participado en innumerables instancias, eventos y actividades de reivindicación y visibilización de las personas diversas en su sexualidad, como por ejemplo las fiestas FAE, las marchas del Orgullo, conciertos por la lucha contra  el VIH/SIDA y por los derechos de las personas trans.

Felipink se ha revelado como una persona que vive y disfruta de su sexualidad, como una bisagra entre generaciones para que no se pierda la memoria de este colectivo y como un artista sin complejos, algo absolutamente necesario en este Chile en pleno cambio cultural y social.

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