25 de enero 2022. El Espectador

Envío esta columna horas antes de la reunión de la Coalición Centro Esperanza (CCE) anunciada para el domingo en la noche, así es que todo puede cambiar; pero hasta ahora, parecería que la historia no ha sido buena maestra, los alumnos no aprendieron, y mientras sobra inercia para ser proclives a la colisión, falta inteligencia social para fortalecer la coalición.

Con mucho esfuerzo se pactó en el cónclave de noviembre el acuerdo entre los precandidatos presidenciales del Centro; el único estadista del grupo, Humberto De La Calle, iba de 3º en las encuestas, y de 1º en la imagen positiva. Era el más presidenciable de todos, y sin embargo se bajó del bus para despejar el camino y contribuir a la unidad. Los otros precandidatos le propusieron entonces encabezar la lista para el Senado, a nombre de la CCE. Se comprometieron a respaldarlo, a impulsar su candidatura y trabajar juntos para llegar al Congreso con una bancada sólida y coherente. Finalmente aceptó la propuesta, creyendo que lo dicho por la Coalición iba en serio y que así él podría seguir aportándole a un país en el que no todo está perdido. Fue más generoso que pragmático, y quizá no dimensionó esos egos que se vuelven fardos y pueden terminar hundidos y hundiendo la esperanza.

Es cierto que los precandidatos presidenciales de la CCE son más de los que hubiéramos querido. Poco productivo un debate entre ocho y -acuérdense de los fraccionarios- no sé con cuántos votos podrá ganar un octavo de precandidato. Pero ya están ahí, está creado el “candidato boom”, y no hay tiempo de encuestas, filtros o pre consultas; eso habría sido válido cuando lo propuso De la Calle hace más de un año y no le hicieron caso, pero ya no.

Eso sí, sería genial si quienes no tienen opción de llegar a la presidencia de esta loca república tuvieran la sensatez de declinar y adherir a los más fuertes. Los países no se construyen restando, sino sumando.

Si -por ejemplo y porque ha dado algunas señales- Galán decidiera irse de la CCE y, solo o acompañado, quisiera montar su propia consulta, el país le cobraría en las urnas una decisión que podría llevarnos al peor escenario: naufragar en otras elecciones tipo 2018.

La CCE tiene una responsabilidad histórica en sus definiciones y en el fondo y la forma de su actuar. De la Calle lo ha dicho en todos los tonos: es necesario deponer los intereses personales y pensar no en el brillo individual, sino en el futuro de Colombia. Él ha sido claro y consistente en buscar la unidad del Centro. Cada día que nos alejamos de la implementación del Acuerdo de Paz, es un día que nos acercamos al triunfo de la violencia, a la perpetuidad de las masacres, al desfile de líderes y excombatientes asesinados y a la devaluación de la vida.

De la Calle tiene el temple, la experiencia y el conocimiento necesarios para echarse el Centro al hombro y lograr con una bancada ecuánime y pensante, un legislativo que trabaje como muro de contención frente a desafueros extremistas y genere leyes enfocadas en dignificar a los colombianos y no en cuidar rabos de paja ni estimular la compraventa de mermeladas de sabores horribles.

Les ruego a los precandidatos del Centro que cumplan su palabra; no se dispersen; ustedes prometieron respaldar al candidato que gane la consulta, y al decano en su camino al Congreso; no es hora de abandonos ni de armar rancho aparte y sentenciarnos a otros cuatro años de infortunio, en manos del caudillo que menos miedo genere o del alfil mejor apalancado.

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