Cada vez que el mundo se enfrenta a un brote epidémico importante, nos recuerda lo mal preparados que estamos para afrontar con eficacia la aparición de nuevas enfermedades infecciosas. A pesar de saber que la siguiente epidemia es inevitable, sin embargo, somos incapaces de garantizar la disponibilidad y el acceso adecuados a las vacunas, diagnósticos y tratamientos. Al igual que la epidemia de ébola en África Occidental en 2014-16, la pandemia de covid-19 está provocando múltiples revisiones críticas de la respuesta mundial, y se están debatiendo propuestas de reforma en diversos foros políticos.

Por Mariana Magucato, Michel Kazachkin y ElsTorrell, para BMJ

El ecosistema de investigación y desarrollo (I+D) es parte integral de cualquier respuesta a una pandemia. Pero su actual fragmentación y limitaciones han sido objeto de minucioso examen, que exige crear un sistema continuo y coordinado, y a una financiación más sostenible para la I+D sanitaria mundial de principio a fin. Sin embargo, un aspecto crítico ausentede estos debates es la importancia de la política industrial en la dirección de la I+D en la respuesta una pandemia. En la actual economía globalizada, las normas e incentivos que rigen la industria farmacéutica no están diseñados para responder a las necesidades sanitarias críticas. Por el contrario, su objetivo es maximizarlos beneficios financieros y económicos mediante el desarrollo y la venta de tecnologías médicas.

El desarrollo,en tan sólo un año, de varias vacunas eficaces contra el covid-19 da fede nuestra capacidad científica y tecnológica mundial. Demuestra lo que es posible cuando existe voluntad política y se ponen a disposición recursos (públicos) suficientes. No obstante, las enormes desigualdades en el acceso a estas vacunas dejan grandes partes del mundo expuestas al riesgo por el covid-19 y asus consecuencias sanitarias, económicas y sociales. Estas desigualdades están alimentadas por el control del sector privado sobre los derechos de propiedad intelectual y las capacidades industriales, junto con el nacionalismo de las vacunas por parte de los gobiernos ricos que están acaparando la mayoría de las dosis. Nuestra incapacidad para traducir el progreso tecnológico en una respuesta sanitaria mundial eficaz a la pandemia y para proteger a los más vulnerables en todas partes no es sólo un fracaso moral, como señala el Dr. Tedros, Director General de la OMS. Es también un fracaso colosal de nuestras políticas industriales para responder al reto más importante de nuestro tiempo.

La preparación y la respuesta adecuadas a una pandemia requieren que la I+D proporcione tecnologías sanitarias críticas, como diagnósticos, tratamientos y vacunas. En este requerimiento, la industria farmacéutica mundial tiene claramente un papel clave que desempeñar. Sin embargo, para que un ecosistema de I+D integral produzca eficazmente contramedidas contra la pandemia, al alcance de todos, debe incorporar normas y políticas que regulen deliberadamente la colaboración entre los sectores público y privado. Esto debe abarcar los incentivos y la financiación, y aclarar las funciones, responsabilidades y obligaciones. Es fundamental que diseñemos un ecosistema de I+D farmacéutica que sea simbiótico y no parasitario en la forma de compartir riesgos y beneficios en todo el mundo. Debe adecuarse para ofrecer un acceso equitativo a nivel mundial, en lugar de adoptar el enfoque de innovación sanitaria de siempre, donde las corporaciones globales hacen su agosto desarrollando y vendiendo productos patentados y destinados a los mercados de los países ricos, dejando al resto del mundo dependiendo de los donantes, dela ayuda al desarrollo y la caridad para poder acceder a esas tecnologías sanitarias que salvan vidas.

Durante demasiado tiempo el mundo ha aceptado políticas económicas e industriales que no tienen en cuenta nuestras necesidades sanitarias colectivas. Las ganancias financieras han prevalecido sobre la salud de las personas y son las perspectivas de beneficiosquienesdictadan qué tecnologías sanitarias se desarrollan y se ponen a disposición del público, exacerbando las desigualdades sanitarias existentes.

Si la pandemia de covid-19 nos ha enseñado algo, es que la salud y la economía están profundamente entrelazadas. Debemos adoptar políticas económicas sostenibles y centradas en las personas, que ofrezcan Salud para Todos. El recién creado Consejo de la OMS, presidido por uno de nosotros (MM), comenzará a examinar esta cuestión en breve. Las vacunas y otras tecnologías sanitarias para la preparación y la respuesta a las pandemias suelen beneficiarse de un generoso apoyo público a la I+D. Por lo tanto, hay argumentos de peso para que estas tecnologías no estén bajo el control de un puñado de empresas privadas, sino que se consideren bienes comunes de la salud mundial, disponibles y accesibles para todos los que las necesiten. Debemos rediseñar la política industrial subyacente para que funcione en favor de la salud pública, y revisar a fondo las normas y prácticas de propiedad intelectual. Debemos adoptar y recompensar la transparencia y el intercambio de conocimientos, tecnologías y plataformas para el bien común en lugar de defender los monopolios y el secreto. Dada la enorme inversión pública en estas tecnologías, debemos fomentar la ciencia abierta y la inteligencia colectiva para la I+D de la respuesta a la pandemia, no la búsqueda de rentas privadas.

El desarrollo de un ecosistema de I+D farmacéutica que aborde eficazmente las necesidades sanitarias mundiales más importantes es una prioridad absoluta. Esto requerirá algo más que una coordinación global y una financiación sostenible. Debemos corregir las reglas con las que juega la industria y configurar la política industrial en torno al claro propósito y misión de trabajar junto con los investigadores y las instituciones de salud pública a fin de ofrecer la innovación sanitaria necesaria, de forma oportuna y equitativa, a las personas de todo el mundo. Al mismo tiempo, tenemos que replantear nuestra gobernanza sanitaria mundial colectiva para que todas las regiones del mundo puedan, y quieran, contribuir según sus capacidades y beneficiarse según sus necesidades, con el fin de mantenernos a todos a salvo.

 

ElsTorreele, del Instituto de Innovación y Políticas Públicas, UniversityCollege London, Reino Unido.
Michel Kazatchkine, del Centro de Salud Global, Instituto Universitario de Asuntos Internacionales y Desarrollo, Ginebra, Suiza. 

Mariana Mazzucato, Institute for Innovation and Public Policy, University College London, Reino Unido.