Por Maxine Lowy

Manifestantes copan las calles y un batallón de Carabineros corre tras ellos hasta agarrar y dejar caer sus lumas sobre varios detenidos. Dentro de esa escena común y corriente de ese 2016, y muchos años más, sucede algo sorprendente. En medio de la escaramuza, una elegante dama octogenaria, camina directamente hacia una joven oficial de policía. Apunta su dedo con anillo a dos centímetros de distancia del chaleco antibalas, su propia cara perfectamente maquillada reflejada en el escudo del casco. Exige: “¿Quien les dio la orden? Ustedes carabineros, ¿que están haciendo? ¡No usen las armas!”[i]

Es la abogada Fabiola Letelier del Solar. Sus décadas haciendo frente a agresiones y represión, le hicieron mucho más temeraria que temerosa. Más de un poderoso se dobló ante su fuerte voz y su aspecto de señora pituca.

Durante las ceremonias de despedida a Fabiola Letelier, fallecida el 18 de noviembre a los 92 años de edad, sus colegas y familiares cercanos relataron decenas de anécdotas, retratando una persona sin medias tintas en su ética y defensa de la dignidad humana. Igualmente inquebrantable fue su convicción en la capacidad y derecho de cada cual a realizarse plenamente. Esto le condujo a un amplio activismo que abarcó todo el abanico de derechos económicos y sociales, para abrazar con la misma pasión la causa feminista, el sueño de la casa digna encarnada por la toma de Peñalolén, la autonomía mapuche, la lucha medioambiental contra Aguas Andinas, y – en una época cuando todavía parecía una fantasía- la derogación de la Constitución de 1980.

El Comité Pro Paz y la Vicaría de la Solidaridad – las primeras instancias que surgieron para defender la vida, denunciar los atropellos y sistematizar conocimientos sobre la represión – fueron escuelas para ella y el conjunto de los equipos de profesionales que allí laboraban. En estas instancias se inició el andamiaje de cómo abordar una situación absolutamente inédita.

En numerosas situaciones cruciales, Fabiola Letelier se enfrentó con fiscales militares, oficiales de gobierno y otros funcionarios. El 18 de noviembre de 1975 toda la familia Gallardo Moreno, incluyendo pequeños niños, fue secuestrada y el día siguiente aparecieron muertos cuatro de ellos, que la dictadura atribuyó a un enfrentamiento. El sacerdote jesuita José Aldunate y Fabiola Letelier acudieron al Servicio Médico Legal para exigir la entrega de los cuerpos, constatando que sus muertes fueron producto de tortura y posibilitando entierro digno. Beto Rodríguez, hijo, nieto y sobrino de las víctimas, recientemente afirmó, “Si no fuera por las patadas de Fabiola frente a las puertas del SML, mis seres queridos hoy estarían descansando junto a los desparecidos”.

Pero Fabiola Letelier llegó al convencimiento de que habría que ir más allá, no solo hacer frente a la dictadura sino apoyar a las luchas (y sus luchadores y luchadoras) para derrocarla.

Así fue que Fabiola Letelier dio un pasó adelante, y aceptó el desafió de crear una entidad nueva, laica, con una mirada política y un accionar más amplio: el CODEPU (Comité por la Defensa de los Derechos del Pueblo). En 1980 abandona la Vicaría y al asumir como su primera presidenta, impulsó a otros a unirse a la nueva organización. “Ella fue un poco el paraguas. Su presencia avalaba, con mucha fuerza, lo que era el Codepu”, afirma el abogado Hiram Villagra.[ii]  Sin embargo, años más tarde la propia Fabiola reconoció, que “Nunca me imaginé en lo que me metía”.[iii]

Codepu no hizo distinciones entre presos de conciencia y presos resistentes. Fue una determinación tanto audaz como crucial para la época de protestas que se avecinaba. Además Codepu, con Fabiola Letelier a su timón, se adelantó a lo que más tarde se llamaría la Intransigencia Democrática, la gran coalición que luchó por recuperar una democracia genuina, no pactada.

Fabiola Letelier no podría ser de otra manera. Después del 21 de septiembre de 1976, fecha en que la dictadura  asesinó a su amado hermano Orlando en Washington D.C., ella se transformó en la punta de lanza de los múltiples esfuerzos por condenar los crímenes de Pinochet y el aparato represivo bajo su dirección.

Foto de Helen Hughes

Después de la condena, la abogada Letelier no cesó su trabajo, ni se fue para su casa.  Convencida que no se logró ni la verdad ni la justicia plena, persiguió y logró, primero, la extradición desde Uruguay, y luego la condena por el caso del secuestro y asesinato en posdictadura de Eugenio Berrios, testigo clave del caso Letelier. Luego, siguieron causas como la del periodista estadounidense Charles Horman, el sacerdote Antonio Llidó, los estudiantes Jaime Robotham y Claudio Thauby, y muchos más.  Hasta los 85 años de edad continuó como profesional activa.

Por su persistencia, Fabiola Letelier y su familia pagaron un alto costo, sufriendo amenazas, amedrentamientos y seguimientos constantes. En un momento, en plena democracia, hasta los detectives de la Brigada de Derechos Humanos de Investigaciones fueron presionados con amenazas a sus familias. Cuando supo de la situación, Fabiola Letelier agarró el teléfono y llamó al director de Investigaciones: “No puede pasar esto!” Ella presionó para que Investigaciones hablara con el Ministerio de Defensa, porque presuponía que quienes estaban detrás del amedrentamiento eran integrantes rezagados de la Brigada de Inteligencia Metropolitana, o bien la Dirección de Inteligencia del Ejército.[v]

A pesar de su estatura como jurista, a Fabiola Letelier nunca le ofrecieron un cargo internacional ni nacional. Sus compañeros de Codepu celebraron el Premio Nacional de Derechos Humanos que le fue otorgado en 2018, pero creen que llegó tarde. “A Fabiola la excluyeron porque no era manejable y por su postura política crítica”, opina el abogado Adil Brkovic.[vi]  Codepu fue un de los pocos organismos independientes que perduró después de la dictadura, denunciando las violaciones a los derechos humanos, como fue el caso de su informe sobre tortura durante la transición a la democracia.[vii] “Fabiola dijo lo que tenía que decir, y por eso el poder político la invisibilizó. Abandonaron los derechos humanos y a ella también,” afirma Brkovic.

Bajo presión del gobierno estadounidense, el caso Letelier quedó inscrito como excepción al Decreto Ley de Amnistía, presumiéndose un juicio simbólico sin mayores consecuencias. Vendría a coronar una democracia pactada, donde “justicia a la medida de lo posible,” fue la respuesta oficial a la práctica sistemática de terrorismo de Estado constatada por el Informe de Verdad y Reconciliación.

Sin embargo, la labor investigativa desbordó cualquier expectativa formal, y los alegatos de los querellantes con Fabiola a la cabeza fueron contundentes en su sistematización de la estructura del ente represor DINA y del crimen contra Orlando.[iv] Las resultantes sentencias fueron bajas considerando la magnitud de los crímenes, no obstante, fueron las primeras de muchas condenas efectivas que serían dictadas contra los exjefes de la DINA. Al momento de su muerte en 2015, Manuel Contreras había cumplido 17 años de un total de 529 años de presidio, por 106 procesos judiciales. El fallo, en las palabras de la abogada, rompió la “verdadera locura de impunidad,” y la sensación normalizada de que el éxito de la transición dependía precisamente en no hacer justicia.

Una de las grandes cualidades menos conocidas de Fabiola Letelier fue su capacidad de mentora.[viii] Percibió que muchas personas solo requerían de una oportunidad real para crecer como profesionales. A comienzos de enero de 1976 llegó un recién egresado de derecho que solo quería aportar. No se conocían pero Fabiola creyó en él y le ofreció empezar ese mismo verano como reemplazante de los procuradores que se iban de vacaciones. Ese joven abogado era Nelson Caucoto, hoy una eminencia en las causas por las violaciones a los derechos humanos. “Bajo el amparo de Fabiola, no me moví más de la Vicaría,” dice Caucoto.[ix] Algunas de las causas que lleva hoy día se iniciaron en las denuncias y las querellas ante los Juzgados del Crimen por la desaparición de personas, que Caucoto presentó de parte del departamento “Justicia Ordinaria”, dirigido por Fabiola Letelier. “Su persona sólo me evoca respeto, agradecimientos infinitos, y un cariño irrevocable”.

Al igual que Caucoto, las vidas transformadas y las personas empoderadas por Fabiola Letelier son incalculables.

En estos momentos, ante un horizonte incierto cuando algunos chilenos buscan retroceder a tiempos oscuros de la historia reciente del país, hacen eco y cobran aún mayor sentido las palabras de Gabriela Sánchez Leiva en la misa de despedida a su “abuela-compañera”: “Siempre confiaba que las cosas se podrían cambiar; solo depende de nuestro compromiso.  No hace falta ser Fabiola Letelier para ser Fabiola Letelier.”

 

[i] Narrado por Linn Shapiro, amiga de Fabiola Letelier.

[ii] Hiram Villagra, entrevistado el 17 noviembre 2021.

[iii] Entrevista de Septiembre 2015, citada en Por los Derechos del Pueblo: Memoria Codepu 1980-1990.

[iv] Jaime Castillo, Hernán Quezada y Hiram Villagra fueron abogados en la primera etapa. Juan Bustos y Fabiola Letelier presentaron los alegatos.

[v] Entrevista con Hiram Villagra, 17 noviembre 2021

[vi] Entrevista con Adil Brkovic, 19 de noviembre 2021

[vii] Myriam Reyes, Federico Aguirre, y Oliver Bauer. “Tortura durante la transición a la democracia. El trabajo de CODEPU en el período”. (LOM Ediciones, 1999)

[viii] Full disclosure: esta periodista fue colaboradora cercana a Fabiola Letelier, y coordinadora del proyecto www.MemoriayJusticia.cl, liderada por la abogada.

[ix] Correspondencia personal con Nelson Caucoto, 18 noviembre 2021

 

El artículo original se puede leer aquí