RELATO 

 

 

 

 

Cada mañana me despierto escuchando el susurro de la vida, el bello cantar de los pájaros. Ellos también se despiertan de sus humildes casas, se dan los buenos días y comienzan su ajetreada vida diaria.

Un día, otro… va pasando el tiempo con premura, veloz como un relámpago enloquecido. Sin darme cuenta, la nieve blanca de mi cabello se extiende imparable por mi cuero cabelludo y en la piel comienzan a verse surcos que antes no estaban, cambiando la geografía de mi cuerpo como un tsunami destructor de células ya cansadas.

Me miro al espejo, y sí, soy yo que el reloj ha cambiado de hora y el minutero no deja de dar vueltas locamente. Por más que intento suplicar o parar con técnicas cosméticas que solo hacen mostrar una máscara como el mayor de los logros, sigo siendo yo, soy el mismo y no quiero engañarme o engañar. Pero no, las agujas de ese misterioso artefacto creado para amargarnos la vida, sigue dando vueltas sin remedio. Encojo los hombros e intento mirarme con buenos ojos y me digo a mí mismo: «¡No seas tonto, aún eres joven y tu mirada cautiva el firmamento!» Voy yo y me lo creo.

¿Qué pienso? Que el sendero se hace cada vez más estrecho irremediablemente con temor a que las dificultades del terreno cambien sin previo aviso y puedan hundir esperanzas e ilusiones aún por conquistar, en este mundo revuelto de injusticias y amores. Queda mucho por hacer y muchos recuerdos que llevar en el corazón. Mucho que aprender y conocer en esta Tierra bella que muchas veces se torna gris y mortal para muchas vidas y que dejan en el caminar lágrimas de sangre y gritos de dolor.

Sí, me gustaría vivir largamente, como mis amigos los árboles, que habitan en un universo lento pero no por ello más hermoso.

Cuando camino por el bosque rodeado de tanta paz y colorido, de tanta armonía, siempre tienes a un árbol amigo que sobresale de los demás por diferentes motivos, un amigo íntimo a quien cuentas tus penas y le dices: “Amigo árbol, cuando yo marche hacia ese lugar desconocido, tú seguirás aquí, con tus frondosas ramas que dan vida a muchos seres vivos, con tus resistentes y fuertes raíces que te conectan con ese mundo subterráneo lleno de magia y con todos los otros árboles que te rodean. Con este tronco robusto que aguanta los avatares del clima, con ese semblante majestuoso que te hace ser sabio. Aún seguirás aquí y no sé si podré verte”.

¿Qué tiene la luna que tanto me atrae? Allí arriba, el universo de estrellas palpita de vida. Me quedo eclipsado viendo su rostro, su cara sonriente, sus ojos y cráteres que te piden aventura.

No, no creas que soy viejo y que ya solo la nostalgia alumbra los pasos tímidos de un mañana. La fuerza y resistencia están en nuestro interior, en la pasión de la vida que nos rodea, en cada pétalo de flor e incluso, en esa pequeña araña del rincón de una habitación.

Quiero hacer tanto que, por abarcar, me quedo flotando en el mar de las ideas sin saber o sabiendo que el tiempo, esa definición mal definida, pasa veloz como el viento, invisible al lápiz que escribe este lamento.

¿Qué siento? No poder estar con ella. No puedo pasar página, sería olvidar y es tan profundo mi amar, que está en mi mente en todo momento de mi caminar. ¡Cuánto envidio de forma sana a esas parejas que se dan la mano paseando pese a su edad!. Ella me dio todo: su amor, el conocimiento, la amistad, las alegrías, la fuerza… y así podría seguir escribiendo adjetivos que la definen como reina absoluta de mi corazón.

Y termino como comencé. Llega la noche y el día se ha marchado a descansar. Es cuando de nuevo llegan los pájaros tras un día duro de trabajo, buscando su nido o su lugar en la rama del árbol que los cobija y se cuentan sus historias hasta que, rendidos, callan y duermen para coger fuerzas para el día siguiente que pronto llegará.

Y, como cada noche, me acurruco en la cama tras preparar la faena de mañana y leer con intensidad el libro que me espera para soñar, hasta que mis ojos se cierran en la soledad y a veces una lágrima perdida halla el camino de la verdad.