Perdimos ojos, fuimos perseguidxs, asesinadxs, torturadxs… violadxs. Todavía hay jóvenes presos en cárceles oscuras sin cargos y seguimos exigiendo su libertad. Una vez más, como tantas otras veces. Las aguas subterráneas de Chile se estremecen por esta tierra llena de muertos y acontecimientos ocultos que el poder esconde. La inmensa bandera chilla frente a la Casa de Moneda como testimonio de complicidades perversas.

En ese octubre, instalado en la mitad de la primavera del 2019, saltamos tantos y tantos torniquetes. Corrimos todas las fronteras de lo posible y lo que yacía oculto y escondido, se convirtió en un volcán que escupió fuego y que sigue revelando la suciedad celosamente guardada. Los niños y niñas instalaron que no eran 30 pesos sino 30 años y que no era depresión sino capitalismo. De pronto nos volvimos a reencontrar con una esperanza perdida de que otro mundo era posible. Volvimos a ser pueblo y las casas, los trabajos, las calles se llenaron de conversaciones y Chile se convirtió en el protagonista de nuestras reflexiones. Por un tiempo recibimos los limones, el bicarbonato, el agüita con laurel en las calles, nos llevábamos a dedo, y conversábamos en las micros de lo que nos pasaba a todos y todas.

Las comunas del país se abrieron a cabildos sin banderas donde intercambiamos marraquetas, ideas, sopaipillas, caminos para llegar al territorio silvestre de la dignidad. Se conocieron vecinos y vecinas que jamás se saludaban y esa cara que veías en el paradero tuvo anhelos, heridas, miedos y fuimos echando afuera lo que ni siquiera sabíamos que teníamos adentro. La gente acompañada por los artistas se tomó el espacio público con música, teatro, danza, poesía… como antes… como en un tiempo pretérito que parecía olvidado. De pronto todo volvió a tener sentido porque había un NOSOTROS en ciernes, un nosotros que nos esperaba, un nosotros indispensable gestándose con todos sus claros oscuros posibles e imposibles.

Perdimos ojos, fuimos perseguidxs, asesinadxs, torturadxs… violadxs. Todavía hay jóvenes presos en cárceles oscuras sin cargos y seguimos exigiendo su libertad. Una vez más, como tantas otras veces. Las aguas subterráneas de Chile se estremecen por esta tierra llena de muertos y acontecimientos ocultos que el poder esconde. La inmensa bandera chilla frente a la Casa de Moneda como testimonio de complicidades perversas. Si uno pasa en la noche, justo antes de que despunte el alba, de sus pliegues tricolores, sale el olor a las bombas que nos partieron la vida ayer y hoy.

Terminando un 2021 convulso y febril, podemos decir con certeza que todavía seguirá siendo octubre porque hay tanto que sanar, desde hace mucho, desde el principio y la génesis de lo que somos…. Porque no termina de llegar la primavera que esconde octubre. Porque siguen avanzando carabelas hacia nuestros territorios, distintas a las que llegaron a nuestras playas a llevarse todo que teníamos un día 12 de octubre. Hoy tienen otras velas, nuevos mascarones de proa pero los que llegan siguen mirándonos como barbaros salvajes a los que hay que conquistar y usar y con los que están en una guerra que ha dejado a muchos y muchas en el camino.

Por todo esto, ese octubre del año 2019, ese nuestro octubre que irrumpió como una estrella explosiva que llenó nuestro mundo de cruces del sur, de tres marías, de osas mayores y jinetes mitad hombre y mitad caballo; ese nuestro octubre de Alamedas con viento fuerte, lo quiero conmemorar. Esos meses abrieron, nuevamente, toda la esperanza de que el amor es posible aquí, entre la cordillera y el mar, entre el desierto y los glaciares. Hasta que la dignidad se haga costumbre, hasta que la dignidad se haga cultura. Si uno solo, si una sola lo siente de esta manera, esto será así y me aferro a la balsa, náufraga agonizante con profunda nostalgia de un futuro y de la luz de la que venimos y a la que vamos.

*Malucha Pinto es actriz, escritora y actualmente miembro de la Convención Constitucional chilena