El ‘I have a dream’ (Yo tengo un sueño) de Martin Luther King, invita hoy, 58 años después de aquel memorable discurso, a repensar cuán largo aún es el camino de los derechos civiles en Estados Unidos.
El 28 de agosto de 1963, ante más de 250 mil personas reunidas en el Lincoln Memorial, en esta capital, el líder afroamericano nacido el 15 de enero de 1929 en Atlanta, pronunció una conmovedora pieza de la oratoria que es legado para el presente y futuro del movimiento de derechos civiles estadounidense.

Yo tengo un sueño pasó a ser el llamado permanente a la igualdad, sin exclusiones en una sociedad donde ‘las personas negras todavía no son libres’ y sigue ‘tristemente atenazada por los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación’, como afirmó ese día.

Al hablar a la multitud, el pastor bautista pidió abrazar el amor y no el odio y reclamó ‘cobrar un cheque’ porque ‘cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificientes palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando un pagaré del que todo americano iba a ser heredero’.

Este pagaré era una promesa de que a todos los hombres —sí, a los hombres negros y también a los hombres blancos— se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad, expresó.

Pidió, en ese camino siempre hacia adelante, seguir en la defensa de los derechos civiles y enfatizó que muchos le preguntaron entonces cuándo terminaría esa lucha.

En su discurso, premonitoriamente, Luther King advirtió: ‘No podemos estar satisfechos mientras las personas negras sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía’.

Casi seis décadas después sus palabras suenan en presente en un Estados Unidos que se sacude y conmociona con los excesos y la violencia de la policía sobre los afroamericanos que causan asesinatos como el de George Floyd ocurrido el 25 de mayo del pasado año en Minneapolis, Minnesota.

El grito de desesperación y dolor ‘I can’t breathe’ (No puedo respirar) de Floyd mientras el policía blanco Derek Chauvin le apretaba el cuello con una de sus rodillas hasta dejarlo exánime, es recordatorio trágico del lejano aún ‘Yo tengo un sueño’ de Martin Luther King.

Ese crimen, cuya grabación en vídeo recorrió el mundo, detonó las mayores protestas y demandas de cambio en el país desde la década de 1960 del pasado siglo.

Lamentablemente también peligra la Ley de Derecho al Voto promulgada en 1965 por el presidente Lyndon Johnson, la cual permitía a millones de afroamericanos acceder a las urnas.

Con un golpe de pluma, Johnson anuló entonces las prácticas de voto discriminatorias adoptadas que afectaban a los negros, en particular en los estados del sur.

Ahora decenas de proyectos de ley con disposiciones que dificultarán el sufragio avanzan en casi una veintena de legislaturas estatales, impulsados por el frenetismo de los legisladores republicanos bajo el falso argumento de Donald Trump de fraude generalizado en las elecciones del 3 de noviembre de 2020.

Todas esas iniciativas les otorgarían más poder sobre el desarrollo de los comicios y facilitarían la impugnación de los resultados.

Durante un discurso el 13 de julio en Filadelfia, una ciudad considerada cuna de la democracia estadounidense, el presidente Joe Biden afirmó que esto es ‘un asalto’ a los derechos al voto tan duramente conseguidos.

Mientras líderes y activistas de derechos civiles manifestaron su frustración en una carta enviada al gobernante a quien, por cierto, recriminan por no poner el ‘extra’ de su capital político en este asunto ya que, además, dos proyectos federales sobre el tema ‘duermen’ en el Congreso.

‘Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota’, dijo Martin Luther King 58 años atrás y ‘nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación’.

El 4 de abril de 1968 cuando lo asesinaron en Memphis, Tennessee, intentaron apagar su voz; sin embargo, su sueño sigue ‘así que hemos venido a cobrar este cheque’.

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