Estamos, aunque no lo quieran decir abiertamente los economistas e investigadores, ante una alarma mundial de características muy graves en lo referente a la alimentación en todos sus frentes: agricultura, ganadería y pesca. Productos químicos que se mezclan en nuestros alimentos sin haber sido muchos de ellos testados para saber su peligrosidad para los consumidores. Animales de granja intensiva engordados con hormonas de crecimiento y antibióticos, entubados. Agricultura masiva plagada de insecticidas que envenenan nuestros alimentos. Pesca abusiva y sin control, donde ya muchas especies marinas proceden de piscifactorías alimentadas con piensos preparados por el agotamiento de los caladeros y zonas de pesca. Alimentos transgénicos que son patentados. Hemos llegado hasta el punto de  tener producciones masivas de alimentos donde prima lo económico y el negocio, olvidando la salud y el bienestar de las personas. ¿Este es el progreso que el hombre ha soñado? Cada día las enfermedades y el cáncer en decenas de variantes, atacan nuestra salud como una plaga sin control. Nos echamos las manos a la cabeza ante la aparición de brotes sin control como el covid-19 y sin embargo queremos cerrar los ojos  ante estos problemas que no solo amenazan el medio ambiente en general acelerando el cambio climático, sino que amenaza la propia seguridad alimentaria mundial ocasionando miles de muertos a diario.

La Comisión Océano Mundial, formada por antiguos Jefes de Estado, ministros y líderes empresariales, ya advirtió hace siete años a la Unión Europea que la sobreexplotación de los recursos pesqueros y la pesca ilegal amenazan el futuro y el bienestar de las poblaciones, especialmente a los más pobres. El 30% de las capturas pesqueras mundiales no queda registrado, es decir, 32 millones de toneladas de pesca no se comunican a las Naciones Unidas. Se están saqueando los océanos sin que exista un control y con negocios redondos, no importando que las especies marinas se encuentren a un nivel biológicamente insostenible. La merluza, el pez de espada, el atún, el bacalao, el lenguado o el salmonete de roca del mediterráneo, están recibiendo un impacto brutal de insostenibilidad. Sus precios se han disparado porque cada vez escasea más, pero como no se prohíbe su pesca para la recuperación de sus poblaciones, su valor crece y el negocio a pesar de ello prospera. ¿Hasta cuándo? ¿Llegará el día en que los pescadores se den cuenta del impacto tan brutal que están haciendo a los ecosistemas marinos? ¿Se darán cuenta los políticos que solo miran lo económico restando importancia a la destrucción de un medio de alimentación vital para la humanidad? ¿Por qué no se toman medidas de control rígidas para que se cumplan las normativas y se respete los periodos de recuperación? Nos encontramos sin duda ante un vacio de acción en unos océanos donde no existe la ley. Ian Urbina, que ha dedicado años en la investigación sobre este tema, ha publicado un libro de sus experiencias vividas  precisamente llamado “Océanos sin Ley”. Donde la esclavitud aún existe, donde no se respeta los acuerdos internacionales, donde se explota a miembros de la tripulación sin miramientos y violando los derechos humanos, donde la impunidad, la fuerza y el horror están presentes en las cubiertas de muchos barcos pesqueros. Un libro, un informe de la realidad, que debería ser tratado en naciones unidas y tomar decisiones internacionales para que se termine esta frontera salvaje, este acoso que solo nos puede llevar a aumentar los graves problemas que tiene el mar.

Los esclavos del mar como los llama Ian en su libro, son engañados a trabajar en grandes pesqueros ofreciéndoles un trabajo reenumerado y cuando se hacen a la mar durante incluso años, son esclavos, sin derechos, sin dejarlos bajar a tierra cuando tocan puerto por temor del Capitán a que deserten, los castigan con latigazos, los encadenan si no cumplen las órdenes al viejo estilo pirata que conocemos en las películas e incluso los asesinan o los abandonan en islas desiertas, sin darles su paga. Leer Océanos sin Ley, es adentrarnos en una realidad de hoy, pero ignorada por los gobiernos.

El 40% de la pesca que se captura, se tira por la borda ya muerta e inservible o bien moribunda. Los descartes son muy frecuentes en los barcos pesqueros. Yo he presenciado personalmente como en el mismo puerto, al hacer la selección de lo obtenido por medio del arrastre (técnica de pesca que va arrasando los fondos marinos destruyendo vegetación y capturando toda clase de especies con una gran barra de hierro  que va rastrillando el fondo y que debería estar prohibido), tiran las especies no vendibles por la borda, incluso toda clase de porquería y residuos que en lugar de arrojarlos a un contenedor, es echado por la borda con total impunidad y falta de sentido y respeto por el mar que les da de comer.

El 80 % de los stocks pesqueros mundiales, están agotados. ¿En qué piensan nuestros políticos? Esto debe de acabarse por el bien de todos y debemos exigir el respeto por el ecosistema marino que aporta un 50% del oxígeno a la Tierra y absorbe el 25% de las emisiones de CO2.

En Latinoamérica y Asia, los manglares, que son los bosques del mar y los que tienen una gran biodiversidad marina, fuente de alimentación de la pesca artesanal, están siendo destruidos completamente y en su lugar se erigen grandes zonas de costa para el cultivo de langostinos de forma artificial, engordándolos y alimentándolos con pienso y que después consumimos los europeos sobre todo en navidad sin saber o sabiendo con los ojos cerrados, de donde proceden y el daño al ecosistema marino que se ha producido, destruyendo por completo la pesca artesanal y haciendo que muchos pueblos que subsistían por esa pesca, tengan que abandonar sus hogares hacia un rumbo que normalmente les lleva a la muerte. Las multinacionales acampan a sus anchas porque compran a los políticos. Solo les interesa el negocio y dinero rápido sin importarles lo que le ocurra al ecosistema y mucho menos a los seres humanos.

Hemos destrozado nuestros caladeros y ahora nos vamos a explotar y aniquilar los caladeros africanos, haciendo concesiones y acuerdos con gobiernos de poca credibilidad y sin respetar la pesca tradicional y local, robando la comida a los más pobres tras destruir nuestros propios stocks de pesca. África se enfrenta a un posible derrumbe de la pesca, y a la degradación del entorno marino a causa de la explotación de los recursos de África Occidental por parte de las flotas europeas, rusa y asiáticas, atraídas por el negocio que supone desembolsar mucho menos por las cuotas a pagar que por lo conseguido con las ventas, lo cual se supone la existencia de una trama de intereses en la que participan dirigentes electos y funcionarios africanos.

La solución a esta problemática es muy difícil. Los que tienen el deber de parar este desastre,  parecen que se han vuelto ciego, sin importarle las consecuencias de sus actos y actuando de una forma irresponsable, primando solo y exclusivamente los beneficios económicos que se obtienen de una forma rápida, esquilmando y sin pararse a ver las consecuencias y desapariciones de especies como si el problema estuviera muy distante.

Las flotas pesqueras deben parar de forma inmediata las prácticas no muy ortodoxas donde se destruye no solo el fondo marino, sino la muerte de muchas especies no objeto de pesca, como por ejemplo  la técnica del arrastre. Deben considerar al mar como su único seguro de vida, respetarlo y realizar las paradas biológicas para la recuperación de los caladeros vacíos.

Debemos estar despiertos, vigilantes, protegiendo nuestros recursos y evitando que las multinacionales acaparen la alimentación mundial como ya lo están haciendo. Debemos formar plataformas ciudadanas que exijan a los políticos una correcta actuación de protección en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Ellos son los elegidos por el pueblo y son ellos los que tienen que solucionar de forma inmediata estos agravios contra la naturaleza, el mar, el aire y la Tierra en su conjunto. Pero parece que una vez que son elegidos se olvidan que tienen un gran trabajo para conseguir el bienestar de la sociedad y protegerla de las multinacionales ávidas de poder y de gloria.

Debemos ser responsables a la hora de comprar los alimentos y exigir en las pescaderías o mercados, que cada pescado en venta tenga una etiqueta de procedencia ya que es obligatorio y conocer cuando una especie no tiene la talla reglamentaria.

En la costa Mediterránea ibérica,  los marineros culpaban a la foca monje de comerse todo el pescado y acabaron matando a todas sus poblaciones. Pero aún así, los pescadores veían que sus redes seguían vacías y que cada vez tenían que irse más lejos, a otros caladeros. Ya no estaban las focas, solo el hombre que una vez más culpabilizó a una especie inocente hasta hacerla desaparecer sin no querer mirar que el culpable era sólo él. Unámonos para que los mares sigan teniendo vida.

No permitamos que las redes suban vacías para ningún pescador, sea de manera artesanal o con redes. El respeto a los océanos debe ser profundo y sincero. Solo así podremos conservar y proteger los océanos y mares sin dueño, sin leyes, sin fronteras, aguas que son patrimonio de la humanidad.