UNA TENDENCIA MANIFIESTA

En la instalación de la Convención —hecho que podemos fijar en el momento preciso en que la representante del Tribunal Electoral Sra. Carmen Gloria Valladares, entrega el mando y dirección de la misma a Elisa Loncón y la reconoce como  presidenta de ese organismo—, se realizaron varias de las expectativas generadas tanto por los convencionales constituyentes como por la ciudadanía. Y, a la vez, se fijaron las pautas de lo que puede acontecer en el futuro.

En cuanto a las expectativas, la elección de la presidenta Elisa Loncón representa, sin lugar a dudas, un acierto de proporciones, afirmación que, sin lugar a dudas, también ha de formularse respecto de la elección del vicepresidente Jaime Bassa. Dos independientes que han sabido orientar adecuadamente la marcha del organismo colegiado y reafirman constantemente el acierto que significa haberlos elegido.

No solamente aquello. La presidencia en manos de una mujer fue, desde el momento mismo en que se concibió, un hecho tremendamente relevante; más, aún, tratándose de una mujer de ancestro mapuche; y, finalmente, que fuese una mujer no vinculada a la escena política nacional, impecable, limpia, ajena a los obscuros manejos del poder. Una mujer que, orgullosa de su origen

“[…] convocó a Chile y a todos sus pueblos a cambiar la historia del país. Afirmó que esta Convención Constitucional es para todos y todas, y que participativamente se construirá un Chile plurinacional, intercultural que no atente a los derechos humanos y de la naturaleza, una forma nueva de ser plural, democrático y participativo […] llamó a refundar Chile, ampliando la democracia con todos, con unas culturas de todos, estableciendo una nueva relación entre quienes conformamos el país”[1].

Sin embargo, no todo ha sido impecable en esa instalación. Al boicot manifiesto del Gobierno, orientado a impedir el funcionamiento de la Convención, a su porfiada e innegable voluntad de querer provocar el fracaso de la misma, puede agregarse la tendencia que se advierte en los convencionales constituyentes en torno a tolerar prácticas reñidas con el mandato dado a los mismos por los movimientos sociales. Pueden sorprender estas palabras. Pero  lo cierto es que, en gran medida, el funcionamiento de la Convención ha comenzado a poner en evidencia el control que mantiene aún la vieja escena política de la nación sobre la voluntad de la ciudadanía nacional.

No queremos decir con ello que exista en esos representantes un deseo inequívoco de querer torcer esa voluntad. Por el contrario: estamos conscientes que si bien es cierto en todo acto puede descubrirse una voluntad orientada en determinado sentido, sostenemos que no siempre ello obedece a intenciones aviesas sino forma parte del acervo cultural que determinadas formas de producir ejercen sobre los seres humanos.

RECORDANDO EL ORIGEN DE LA CONVENCIÓN

La Convención Constitucional tuvo su origen en el estallido de 18 de octubre de 2019. No como un acto gratuito del Gobierno a la población nacional; mucho menos como un acto gratuito de las clases dominantes a las dominadas. Sí, en forma de ‘salida honrosa’, que la ‘elite política’ del país buscó afanosamente para evitar tanto la caída del gobierno de Sebastián Piñera como la propia, y que encuentra su fecha de partida en el 15 de noviembre del mismo año, momento en que la ‘elite política’ decidió asumir la representación natural de las clases y fracciones de clase dominante del país. A partir de ese instante puede decirse que la contradicción comenzó a darse entre movimientos sociales y ‘elite política’ de la nación. Fue en esa fecha, igualmente, que el concepto de ‘independiente’ tomó la fuerza que, más tarde, se expresaría de múltiples formas. Adquirió preponderancia en el evento del 25 de octubre de 2020, en el cual la ciudadanía debió pronunciarse entre una Convención Constitucional (sin actores políticos) y una Convención Mixta (con esos actores), y se consagró, definitivamente, con el triunfo de la primera opción, fijándose la elección de los convencionales constituyentes para los días 15 y 16 de mayo pasado con los resultados que todos conocemos.

Las fuerzas del pasado, no obstante, permanecen vivas, se niegan a hacer abandono del protagonismo que han desempeñado durante tantos años. Especialmente, cuando el ejercicio de ese protagonismo implica prebendas y privilegios. El conflicto entre el cambio y la conservación no es una entelequia. Por lo mismo, no debe sorprender que, colocados en ese trance, los partidos políticos y sus agentes, en conocimiento de las bondades que les brindaba el sistema D’Hondt, establecido en la Ley General de Elecciones, hayan buscado tomar, nuevamente, el control de la situación intentando incluir a los independientes en sus propias listas o, simplemente, utilizarlos. Tampoco que, simpatizantes de partidos y ex militantes de éstos, acordaran participar en las elecciones en el carácter de ‘independientes’ y solicitar ‘cupos’ en las listas de los partidos con cuyas ideas eran más afines.

Dos fueron las listas que intentaron, con éxito, organizarse a lo largo del país. Una de ellas, la Lista del Pueblo, constituye hoy la expresión más genuina de la esencia del 18 de octubre.

EL ESCENARIO DE LA INSTALACIÓN

Los partidos políticos son estructuras sociales que se organizan y preparan para gobernar. Tal es su finalidad. En consecuencia, son parte inherente en el funcionamiento del sistema capitalista.

Así, puede entenderse que, en la instalación de la Convención Constitucional, realizada el 04 del presente, la militancia partidaria se afanara por tomar el control de la situación. A pesar de no contar con mayorías o que tales mayorías favoreciesen ampliamente a los independientes. Total, para eso estaban los pactos, los acuerdos, las alianzas… y la ‘cocina’…

La Lista del Apruebo (partido Liberal PL, Democracia Cristiana DC, partido Radical PR, partido Por la Democracia PPD, partido Progresista PRO) contaba con 10 constituyentes; la de la Convergencia Socialista, con 15 convencionales; la de Apruebo Dignidad (partido Comunista PC, Frente Amplio FA, partido Igualdad PI y Federación Regionalista Verde Social FRVS), con 28; la Lista del Pueblo, con 27; los Independientes No Neutrales, con 11; Vamos por Chile, con 37; Independientes, con 10; Otros pueblos originarios, con 10 y Mapuches, con 7[2].

Al interior del pacto Apruebo Dignidad, tanto el FA como Convergencia Socialista no ignoraban que seis de los siete mapuches, que integraban la lista de esa etnia, pretendían llevar como candidata a Elisa Loncón Antileo, una excelente académica que militó en su juventud en el partido Socialista[3]. Convergencia Socialista se había planteado, desde un principio, competir por la presidencia y la vicepresidencia de la Convención para lo cual consideraba como posibles cartas suyas a Ramona Reyes, de ascendencia mapuche, y a Tomás Laibe. Pero, conscientes que ambas candidaturas no podían competir con la de Elisa Loncón, propusieron apoyarla con la condición de dar la vicepresidencia a Jaime Bassa, un independiente cercano a Gabriel Boric que había resultado electo convencional constituyente al integrar la lista de la colectividad. A partir de ese momento, puede decirse que los hechos, al interior de la Convención, se ‘presidencializaron’, es decir, tomaron el carácter y el rumbo que tomarían las elecciones primarias al interior del pacto Apruebo Dignidad.

La nominación de Elisa Loncón no era algo nuevo. Ya a fines de junio, entrevistada por la Radio La Clave, había expresado que su postulación

«[…] es un gran desafío, es una gran responsabilidad. Es un desafío colectivo y eso me pone un poco más firme, porque en lo individual es grande la tarea. Pero si ya te lo propone un pueblo y hay una autoría originaria detrás que también va a participar en la toma de decisión, yo creo que uno tiene donde apoyarse. Sin embargo, sería parte de la señal que entrega este país al mundo, a Chile, a los pueblos originarios de que es posible el reconocimiento de la diversidad e instalar nuevos liderazgos, sobre todo en este caso un liderazgo femenino, indígena, mapuche»[4].

El acuerdo, hasta ese momento, no había sido conversado con el PC ni con FRVS, pero CS y el FA confiaban en que esas colectividades respetarían los términos del pacto Apruebo Dignidad.

Entretanto, el partido Comunista (PC) había entablado conversaciones con la Lista del Pueblo para levantar la candidatura de Isabel Godoy, representante de la etnia colla, electa dentro de la lista de los pueblos originarios y estrechamente vinculada a esa colectividad política. A lo que la Lista del Pueblo había planteado su voluntad de dejar la vicepresidencia en manos del independiente Rodrigo ‘Pelao’ Rojas. La carta del PC, que solamente contaba con 7 representantes[5], era intentar una alianza con la Lista del Pueblo que contaba con 27 representantes lo que le situaba en una excelente posición frente a las demás agrupaciones políticas.

El PC, sin embargo, olvidaba algo esencial en este tipo de justas, y es que las mayorías pueden adoptar el carácter de aritméticas y políticas, lo que significa que grupos mejor organizados, siendo minorías aritméticas pueden perfilarse como mayorías políticas. Porque, cuando se trata de cálculos eleccionarios, no se puede confiar en contar con una mayoría aritmética sino política, pues una mayoría aritmética puede, súbitamente, transformarse en una minoría política. Y, en consecuencia, en una derrota de quien no ha entendido esa simple regla.

LA ELECCIÓN DE LA MESA DIRECTIVA

Así, pues, las elecciones de la mesa directiva —presidencia y vicepresidencia— llegaron a su término el 04 de julio en la tarde.

No existe una explicación para entender qué hizo al PC mantener hasta el último momento los acuerdos pactados con la Lista del Pueblo y no apoyar, de inmediato lo obrado por el pacto Apruebo Dignidad. Porque existía el temor que la elección se ‘presidencializara’, es decir, que las tareas constituyentes se colocaran a la zaga de las disputas de los ‘presidenciables’ buscando consolidar sus candidaturas. Como lo señala una analista, existía

“[…] temor de que la Convención se presidencialice y que el debate interno se adecue a la agenda de los candidatos, presionando para apurar tal o cual tema, o que discusiones que se den en la CC sean tomadas por abanderados como propias”[6].

Lo cierto es que, tal vez sin pretenderlo, la elección de la mesa directiva de la Convención se ‘presidencializó’ y las opciones Boric/Jadue aparecieron claramente delineadas en el pacto Apruebo Dignidad, proyectadas en la misma Convención. Y, al ocurrir aquello, las diferencias prevalecieron por sobre las coincidencias; los conflictos se agudizaron y comenzaron a manifestarse problemas al interior de la Convención. Así, Elisa Loncón fue elegida y también Jaime Bassa; no así Isabel Godoy ni Rodrigo Rojas, que eran los candidatos de la Lista del Pueblo. Por eso, pudo señalar, al respecto, un analista

“[…] antes de la instalación del 4 de julio y, aunque tuvo críticas desde independientes y de los representantes de pueblos originarios, fue la que finalmente se impuso, gracias a un acuerdo que se concretó en la segunda vuelta, en el caso de la presidencia, y en la tercera, respecto a la vicepresidencia. Ese fue el primer indicio de que el eje con la hegemonía y la capacidad articuladora en la Convención estaría en el FA, más allá de Apruebo Dignidad, pues no actuó 100% coordinado con el Partido Comunista (PC) y la Federación Regionalista Verde Social (FRVS)”[7].

Hubo roces que, en condiciones normales, hubieran pasado desapercibidos y, sin embargo, dejaron huellas. Si bien los resultados fueron, a todas luces, aciertos, como ya se ha dicho, en las formas de proceder se revivieron las viejas prácticas de la política partidista que, en definitiva, pasaron a imponerse por sobre los intentos de los sectores independientes, deseosos de brindar a la ciudadanía, en ese acto, el ejemplo de una nueva forma de hacer política, y pusieron en evidencia que, aún en esos pequeños actos de poder ciudadano, también es posible continuar realizando operaciones de dudosa corrección. El fantasma de la ‘cocina’ volvió a hacerse presente. Y los independientes fueron arrastrados a ese juego.

Por tanto, podemos suponer que si, en los meses y semanas anteriores a su instalación, la contradicción se daba entre ‘élite política’ y movimientos sociales, tal contraposición parece haber comenzado a vivir una nueva fase.  Que es lo que debemos analizar. Especialmente, después de las primarias del domingo 18 del presente.

LAS LECCIONES QUE ENTREGA EL EVENTO ELECCIONARIO

¿Que está sucediendo en la Convención? Las listas de independientes, ¿fueron una burla para quienes votaron por los candidatos porque, en definitiva, todos iban a negociar con los partidos?

La historia de la Convención, la historia del movimiento social, la historia del gran estallido de 18 de octubre de 2019, nos muestra algo por completo diferente.

Si  la consigna del estallido social fue ‘No son 30 pesos sino 30 años’, ¿cómo es posible que los partidos, que conformaron la vieja Concertación (Nueva Mayoría, Fuerza de Mayoría), sigan controlando la veleidad de las organizaciones sociales? Si la alianza Chile Vamos representa la continuación de la política pinochetista, contra la cual se levantaron los movimientos sociales el 18 de octubre de 2019, ¿por qué hoy se está conversando con ella, reconociéndosele una representación que no tiene? Si la sociedad chilena votó mayoritariamente por el rechazo y por una Convención en donde no estuvieren los viejos cuadros de la política tradicional, ¿por qué se sigue en lo mismo? Había dicho Manuel Waldorsky que la coordinación en el marco de la Lista del Pueblo

“[…] ha sido superrica, superdiversa y llena de legítimas diferencias. Este es un espacio político, pero no es un partido”[8].

Es conocido el hecho que toda sociedad, en su marcha por la historia, se reproduce a sí misma. Reproduce, al mismo tiempo, todas las estructuras que ha construido y, en especial, la cultura que ha creado. No es extraño, por tanto, que muchos de quienes buscan el cambio del sistema sigan esperando la aparición de un ‘líder’ pues en toda sociedad organizada militarmente, como lo es la sociedad capitalista,  la necesidad del ‘mando’, del ‘conductor’, del ‘líder’ es manifiesta.

Por eso, no hay que olvidar que los partidos políticos se originaron en 1789, con la Revolución Francesa; antes, no existían. No se les necesitaba. En tiempos de la vieja Roma imperial, tampoco. Ni siquiera tales organizaciones parecen haberse establecido en otros pueblos originarios. De lo cual se puede coludir si acaso, una sociedad que haya estatuido el ejercicio directo de la soberanía, va o no a necesitar la existencia de partidos.

ELECCIONES PRESIDENCIALES PRIMARIAS

Es un hecho cierto que las elecciones presidenciales primarias ‘presidencializaron’ el funcionamiento de la Convención. Algo grave. Una circunstancia que pone de manifiesto que, a menudo, la cultura hace olvidar la voz de la razón. Y explica por qué, a sabiendas que eso no debía suceder, la reproducción de las viejas prácticas partidarias contra las cuales se realizó el estallido de 18 de octubre de 2019 fueron olvidadas. Pero es posible aún confiar que, al llegar a su término esas elecciones, se ponga, igualmente, fin a tan viciosas prácticas.

Queda, sin embargo, la duda. Si ellas se produjeron ante el hecho de una elección presidencial primaria, ¿quién puede asegurar que las próximas elecciones parlamentarias no ‘parlamentizarán’, nuevamente, el funcionamiento de nuestro máximo órgano constituyente y, una vez más, el objetivo central de redactar una nueva constitución quede sometido a las leyes de la ‘cocina’ o del interés partidario?

La Convención, en sí, es un hecho inédito en la historia de Chile, un suceso del cual no existe memoria y que puede abrir las puertas a una sociedad por entero diferente a aquella dentro de la que hemos estado viviendo inmersos. Introducirle elementos extraños, prácticas viciosas, comportamientos heredados de la vieja sociedad, puede significar la destrucción de una esperanza o de un anhelo que muchos de quienes nos precedieron soñaron alguna vez. Destruir esa esperanza, ese sueño, parodiando a un autor, más que un crimen representa una estupidez. Una soberana estupidez. Advertir lo que puede suceder de persistir esas formas de relación social más que un deber es una obligación que se impone a  todos nosotros.

EL EJERCICIO DIRECTO DE LA SOBERANÍA

Hace un tiempo atrás, cuando se produjo el estallido social, y el concepto de ‘independiente’ tomó el protagonismo de la política y de las manifestaciones, pensamos que una nueva sociedad sí era posible. Y reflexionamos acerca de cómo podría set la relación de los habitantes de este país entre sí. Eran los meses en que comenzaron a levantarse ‘asambleas territoriales’ en todas las comunas y lugares de Chile. En un momento, se contabilizaron más de 300. Y, aún, así, todas parecían crecer. Hoy, esas asambleas podrían estar colaborando con la labor de los convencionales constituyentes, sirviendo de vaso comunicante entre la sociedad y la estructura constituyente.

Pero lo viejo no quiere morir, Leía, hace poco, que Erick Palma, asesor de la Lista del Pueblo, decía, refiriéndose a esa colectividad:

“No veo a la Lista del Pueblo retirándose del escenario de la política, pero tampoco la veo, aceptando la fórmula de ser partido”[9].

Sin embargo, a continuación de esa afirmación señalaba, como epitafio de lo dicho anteriormente:

“[…] la nueva Constitución va a generar un nuevo escenario para los partidos políticos. Lo más probable es que se va a requerir de nuevos liderazgos políticos y partidos. Pensar en ser partido político luego de aprobada la nueva Constitución puede ser absolutamente legítimo, puede ser una opción real porque no se trata del mismo sistema vigente al día de hoy y que la Lista del Pueblo repudia”[10].

No sé si vale la pena discutir esas afirmaciones. Los partidos, al igual que los sindicatos, son instrumentos legales para actuar al interior del sistema capitalista. Por supuesto que si existe voluntad de perpetuar ese sistema, hay que utilizar tales instrumentos; sería torpe no hacerlo. Desde ese punto de vista, la visión es acertada; del mismo modo lo son las afirmaciones en tal sentido. Pero muchos creemos que todavía es tiempo de soñar… Y las tareas en que está empeñada la Convención Constitucional invita a hacerlo.

[1] Torres, Osvaldo: “Hacia la segunda independencia”, ‘El Mostrador’, 17 de julio de 2021.
[2] Las cifras están tomadas del art. redactado por el Equipo de Política de ‘La Tercera’, intitulado “Cómo llegan las principales alianzas a la Convención Constitucional”, 02 de julio de 2021.
[3] Elisa Loncón Antileo iba en representación de las etnias mapuches de Ñuble, Biobío y Araucanía (Gualmapu).
[4] Redacción: “Elisa Loncon: si finalmente presido la Convención Constitucional ‘sería parte de la señal que entrega este país de que es posible el reconocimiento de la diversidad’», ‘El Mostrador’, 29 de junio de 2021.
[5] La convencional constituyente Vanessa Hope, que había resultado electa en la lista del PC, había manifestado su voluntad de no tomar acuerdos dentro del pacto Apruebo Dignidad, con lo que la fuerza propia del PC se limitaba a seis.
[6] Martínez, Nicole: “Juntos pero no revueltos: las articulaciones del PC y el Frente Amplio en los primeros días de la Convención”, ‘El Mostrador’, 15 de julio de 2021.
[7] Martínez, Nicole: “Juntos pero no revueltos: las articulaciones del PC y el Frente Amplio en los primeros días de la Convención”, ‘El Mostrador’, 15 de julio de 2021.
[8] Id. (2).
[9] Figueroa, Natalia: “Erick Palma, asesor de la Lista del Pueblo: ‘Pensar en ser partido una vez aprobada la nueva Constitución es absolutamente legítimo”, ‘El Desconcierto’, 12 de julio de 2021. Con negrita en el original.
[10] Figueroa, Natalia:Art. citado en (8). Con negrita en el original.