CAUSAS

 

 

 

 

Con motivo del Día Internacional de la Justicia Social, ha tenido lugar un conversatorio con el título RBUI, justicia económica y social, organizado por la Red Humanista por la Renta Básica Universal. En el mismo, se ha hablado del «movimiento de fondo» que impulsa la defensa de estas causas y la necesidad de apoyarlo para avanzar en la construcción de una cultura noviolenta, y cómo tal acción transforma no solo el medio sino a sus constructores. Reproducimos el texto de la ponencia de Juana Pérez Montero.

Podríamos decir rápidamente -para dar cuenta del título de este conversatorio- que sin justicia económica no hay justicia social y un modo de avanzar hacia una sociedad más justa es comenzando a redistribuir la riqueza… Algo que podría hacerse, si se reconoce el derecho a la subsistencia de todo ser humano, y -para concretar tal derecho- poner en marcha medidas como la implementación de una renta básica, por ejemplo.

Hablaré de dos aspectos: de la acción transformadora (es decir, cómo la acción nos transforma como sujetos individuales y colectivos y cómo transforma el mundo en el que vivimos en una incesante cinta de Moebius), y, por parte, aprovechando que hoy se conmemora el Día Internacional de la Justicia Social, me gustaría hacer algún comentario acerca del movimiento de fondo que va empujando las acciones, que hacen que finalmente se llegue a reconocer un día internacional como este -por ejemplo- y, lo más importante, que se lleguen a instalar en la cabeza y el corazón de las poblaciones planteamientos nuevos -como el de la renta básica-, que nos llevarían a nuevos modelos sociales, sin duda más liberadores.

Aclaro, para quienes no lo sepan, que desde la Red de Humanistas por la Renta Básica se está reclamando que Naciones Unidas reconozca el derecho a la subsistencia como el primero de los derechos humanos y, para que esto sea realidad, la implementación de una renta básica universal.

Hablaré de algunas obviedades y otras que quizás no lo sean tanto.

Aludía a que estamos en el Día Internacional de la Justicia Social. Como sabemos, en la mayoría de los casos, instalar un día internacional por una causa implica que la sociedad tiene una carencia o un problema por resolver, que necesita visibilizar para solucionarlo… pero también tal hecho tiene otras implicaciones.

Detrás de tales reclamos, hay un movimiento de fondo que consigue llamar la atención sobre un tema, y tal movimiento se ha dado porque hay intenciones, hay personas, colectivos, organizaciones que empujan en tal dirección.

Al hablar de justicia, no entraremos en las leyes y lo injustas que pueden llegar a ser. Solo recordaremos que el sistema judicial es un brazo del propio sistema en el que se da y sirve a los mismos intereses que el resto de aparatos que el sistema se da a sí mismo para mantenerse. Es decir, que, si vivimos en un sistema vertical, en el que una minoría se ha apropiado de lo que es de todos, su sistema judicial estará montado -como no puede ser de otro modo- para beneficiar a esa minoría.

Por otro lado, si el valor central del sistema en el que vivimos es el dinero, hasta un punto en que ha querido reducir la vida -en todas sus formas- a un objeto de compra venta … el sistema jurídico va a servir y sirve a los mismos fines. No opera desgraciadamente independiente, es parte de una estructura mayor que lo engloba, como recordábamos… Pareciera, como conclusión, que es necesario cambiar el sistema.

Pero esto, la mercantilización de la vida, se ha llevado a tales extremos que ha puesto en riesgo la vida misma y con ello la conciencia humana. Y ese ha sido un elemento fundamental para que la conciencia colectiva despierte, porque todo ser vivo -en su esencia- busca perpetuarse.

Desgraciadamente en este proceso, como en todos, hay una parte de las conciencias individuales que se siente superada por los acontecimientos y se desconecta; muchas personas sufren un proceso de desadapción creciente, resistiéndose al cambio, aislándose o alineándose con la tendencia violenta de este sistema, y cayendo con él. Manifestaciones de esto las tenemos en el disparo del número de suicidios, de enfermedades físicas y mentales … pero también en el crecimiento de movimientos fascistas… en definitiva, muestras -todas ellas- del sufrimiento individual y colectivo o -por decirlo de otro modo-, manifestaciones del oscurecimiento de la conciencia (algo que vemos muy claro en las redes sociales con tanto mensaje irracional, violento y repulsivo, si me permiten).

Pero estábamos hablando de despertar, de poblaciones que están despertando, de millones de conciencias individuales que se van conectando y que van construyendo una conciencia colectiva que retoma su propia esencia: la de seguir viviendo y liberarse y, con ello, desplegar su intencionalidad (algo que no comprenden los negadores de la vida)

Y al hablar de la conciencia que despierta y de intencionalidad, hemos de hablar necesariamente de la capacidad transformadora que tenemos los seres humanos. Y aquí, me gustaría rescatar la definición, que da de ser humano, el pensador Mario Rodríguez Cobos -conocido como Silo- (y en cuya concepción me reconozco, por cierto), porque tal definición nos va a permitir encuadrar muy bien todo esto que estamos hablando. Silo dice que: “el ser humano es un ser histórico, capaz de transformar su propia naturaleza y transformar el medio en el que vive”, rescatando -por tanto- su carácter intencional y alejándose de la mirada zoológica o cosificadora que hoy impera.

Desde esta concepción del ser humano, entendemos que ese proceso de despertar de la conciencia no se produce tanto por un proceso causal (causa-efecto) sino porque, en su capacidad transformadora, los individuos y las poblaciones van creciendo, van cuestionando el sistema violento e inhumano que las está llevando a la destrucción (y el ideario colectivo que lo justifica y sostiene) para poner su energía en organizarse con otras, de cara a construir un nuevo relato colectivo, un relato que una, que aglutine, y dé dirección para transformar el medio en el que viven… y esto -el despertar de la conciencia- ha encontrado hoy una ventana abierta que hay que aprovechar gracias a las conexiones planetarias y la velocidad que llevan los acontecimientos.

Esa conciencia colectiva que también crece como ser, que comprende que avanzará más cuanto más diversa, horizontal e inclusiva sea con todos sus miembros, esa conciencia que entiende que todos somos necesarios para el buen funcionamiento del conjunto social… una conciencia colectiva que ojalá busque hacer brillar lo mejor de cada conciencia individual como aporte al proyecto colectivo… y que, para ello, se dé las herramientas y relaciones que faciliten que tal objetivo sea posible.

Una conciencia colectiva que se aboque a dibujar una imagen trazadora que permita construir una nueva cultura que ponga la vida en el centro.

Una cultura que responde a un anhelo vivido por momentos y proyectado a futuro, y que se corresponde con la experiencia simple y transformadora de aquello que nos hace sentir bien con nosotros mismos y con los otros, bien con el mundo y la vida… una cultura que se apoya en la compasión (Pasión compartida) con y por el otro, que llena nuestros corazones de bondad, que desarrolla relaciones sobre la base de tratar a los demás, a todos los seres humanos, como queremos ser tratados…

Una cultura no violenta que implica – por el hecho de ser tal- dejar de ejercer el poder sobre otros; que supone el reparto de la riqueza tangible e intangible que existe hoy (que nos pertenece a todas y todos porque es consecuencia del aporte permanente de toda la humanidad y de la acumulación histórica del trabajo de generaciones y generaciones…), una cultura que implica el poder contar con igualdad de derechos y oportunidades…

Una cultura que podremos construir -sin duda- en la medida en que nos transformemos a nosotros mismos y que nos va a ir transformando en la medida en la que vayamos construyéndola.

Es este movimiento de fondo que ha empujado a la historia del ser humano y que hoy nos empuja a defender un nuevo modelo de sociedad, una nueva cultura, es este movimiento que hoy reclama la defensa de la vida, el que nos lleva a defender el derecho universal a asegurar la subsistencia y a poner en marcha medidas que permitan hacer realidad tal derecho. Es ese movimiento el que nos lleva a defender una renta básica universal, incondicional, individual y suficiente.

Hay circunstancias que operan a favor y que se dan de modo concomitante: como esta pandemia del coronavirus, o los avances en inteligencia artificial y tecnológicos… lo que está implicando la eliminación veloz de empleos … Y otro elemento fundamental, y es que hay riqueza sobrada para poner en marcha esta medida, este derecho.

Pero nos encontramos con resistencias: la del propio sistema vertical, y por tanto violento, que se resiste a morir y que no solo se sostiene porque esté en la cabeza, el corazón y las acciones de los poderosos -quienes están en la cúspide de la pirámide-… sino porque gran parte de la población, que pone su energía en sostener sobre sus hombros a esta élite, cree en el mismo modelo… (no se sostendría si no fuera así, obviamente)

Por suerte, este modelo está fracasando y cayendo. Los hechos van demostrando que, aunque alguien se esfuerce por trabajar y trabajar, nunca llegará a la cúspide Es más, es muy probable que ni siquiera consiga subsistir en condiciones de vida decentes.

Todos ellos son elementos que operan en la dirección de poder implantar una renta básica universal, incondicional, individual y suficiente… en la dirección de asegurar que todo ser humano, por el hecho de serlo, tenga la existencia material asegurada.

Pero, para poder instalar este derecho, necesitamos transformarnos -cuestionar nuestros valores (como ese de que es el empleo el que nos da valor y dignifica), necesitamos transformar nuestros modos de relación y ubicarnos de tú a tú…y necesitamos ayudar a transformarse a otras.

Necesitamos que el derecho a la subsistencia se instale en el relato colectivo de tal modo que seamos capaces de quemar este manto de dolor y sufrimiento que hoy nos cubre como humanidad, alimentado por tanta pobreza y precariedad. Y para ello volvemos a ese movimiento de fondo que va empujando. Necesitamos que ese movimiento muestre el horizonte al que aspiramos, que nos ayude a transformarnos y ser capaces de imaginar otro mundo, que nos ayude a creer que “otro mundo es posible”. Necesitamos construir modelos que sirvan de ejemplo, necesitamos inspirar y contagiar esperanza…  necesitamos ayudar a transformar otras conciencias mientras nos transformamos nosotras mismas.

Me disculparán este rodeo, pero me parece muy importante comprender que algo se está moviendo más allá del fracaso y la caída de este sistema que está llevando a tantas personas al descorazonamiento.

Amigas, amigos, algo esperanzador -como un suave viento- se está moviendo y cada una de nosotras individualmente y como conjunto podemos soplar para que avance… Juntas podemos y hemos de alentar y empujar en la misma dirección, ayudando a transformarse a otras y transformando el paisaje humano en el que vivimos mientras nos transformamos en una dirección liberadora, trabajando por conseguir -entre otras- condiciones materiales que faciliten tal liberación. Amigas, amigos, nos mueve y alienta la esperanza de que otro mundo es posible.

Muchas gracias.