Idrissa Diallo, varón, 21 años, Guinea Conakry; estudios: podría haber sido médico, abogado, bombero, ingeniero… ya nunca se sabrá; estado civil: le quitaron la posibilidad de casarse, hijos nunca tendrá; su delito fue desafiar las políticas de control de fronteras y saltar la valla que separa Melilla de Marruecos, fue querer una vida mejor para él, para los suyos; fecha de la muerte: 5 de enero de 2012; causa de la muerte: según los informes médicos fallo cardiaco, pero murió por causa de racismo institucional, en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Zona Franca. Tenía familia en su país natal, que durante años no tuvo un lugar para llorar porque su cuerpo estaba aquí, en una tumba sin nombre, en el cementerio de Montjuïc.
A Idrissa lo mataron una serie de circunstancias desafortunadas, pero todas con un denominador común: la desidia y la falta de escrúpulos de un gobierno que tiene en una de las playas del mediterráneo un contador de muertos. Se le negó asistencia médica, los policías que lo custodiaban omitieron el deber de socorro… ¿pero a quién le importa la muerte de un negro más? Aunque se alegó que murió por “causas naturales” nunca aparecieron las grabaciones de la noche en la que desgraciadamente murió. Sus compañeros de celda fueron puestos en libertad, la (in) justicia se apresuró en dar carpetazo al caso y cerrar el tema sin hacer mucho ruido.
El estado se negó a costear la repatriación del cuerpo. Aunque el joven había muerto bajo custodia policial, pusieron todas las trabas burocráticas posibles para que ese hecho no se llevase a cabo, aunque se contaba con dinero recaudado por particulares para cubrir dichos costes. Su familia pasó 6 años esperando poder enterrar al muchacho según el rito musulmán. Quizás albergando la esperanza de que todo fuera un error y que su Idrissa siguiera vivo, que fuera el hijo de otros el que había tenido la desgracia de morir, que él no se comunicaba con ellos porque había perdido el número o vaya uno a saber, estaba viviendo el sueño europeo porque Idrissa no era diferente de cualquier chaval de su edad, probablemente tendría sueños, deseos, esperanzas. Que por culpa de una decisión arbitraria se vieron truncados para siempre. Una víctima más del engranaje cruel y sistemático conocido como racismo institucional, que en su caso funcionó como una máquina perfecta y bien engrasada, que sesga vidas, rompe sueños, destroza familias, consume esperanzas y quebranta espíritus.
Idrissa Diallo, joven, negro, pobre. Idrissa Diallo, una muerte más que se podría haber evitado. Idrissa Diallo, hijo, hermano, nieto, sobrino, amigo, padrino, amante, novio. Un joven con una vida por delante cuya historia se ha convertido en una crónica más de las muertes sin nombre.
Idrissa, hermano, nosotres no olvidamos.

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