En Chile se evalúa el aprendizaje y se hace de manera cuantitativa desde 1° básico con notas que van del uno a siete. En Japón, las y los estudiantes no tienen exámenes hasta el cuarto grado de primaria. Es decir, cuando tienen entre 9 y 10 años.  Para ellos, en los primeros años de escuela, los conocimientos académicos no son lo más importante; el enfoque está puesto en valores como respeto, paciencia, generosidad, compasión, disciplina, control y cuidado de la naturaleza.

Detrás de estas dos miradas, se esconde una profunda diferencia en cómo la sociedad se aproxima a la educación. La evaluación cuantitativa de estudiantes mide el aprendizaje de los y las jóvenes, mientras que, al centrarse en la formación integral, mide la calidad de la enseñanza por parte de los y las profesionales de la educación.

Para nosotros en Fundación Semilla, que trabajamos en el ámbito de la educación socioemocional, la promoción de la convivencia, la prevención de la violencia y la formación ciudadana, afirmamos que esta dimensión debe ser transversal a las asignaturas. Para ello es indispensable que las escuelas de pedagogía incorporen estas dimensiones en sus currículos y exista una posibilidad cierta de perfeccionamiento para quienes hoy ejercen la pedagogía.

Está demostrado a nivel mundial, y en Chile lo refuerza la Agencia de Calidad de la Educación, que, a mejor clima en el contexto escolar, mejores son los aprendizajes. Pero más importante aún es que a mejor clima, tanto mejor es el bienestar de niños, niñas y jóvenes.

Nada de esto es posible mientras el sistema no ponga a niñas, niños y jóvenes como sujetos principales de la educación. ¿A quién le importa que miles de niños lleguen a cuarto básico sin entender lo que leen o incapaces de realizar las cuatro operaciones matemáticas? ¿Qué hacemos para prevenir el ausentismo y la posterior deserción? ¿Cómo nos hacemos responsables de la formación de los y las estudiantes?

La pandemia de covid-19 abrió espacios de innovación insospechados en la educación. Varios establecimientos educacionales nos han relatado que habiendo dedicado más tiempo y puesto mas atención en convivencia a través del arte y utilizando las metodologías lúdico participativas, han logrado resultados académicos y formativos espectaculares.

Hay profesionales de la educación que se atrevieron a innovar, pero aún falta mucho. Se necesita un cambio de mentalidad y para ello los símbolos son importantes. Por eso valoramos que esta semana el Senado haya aprobado la eliminación de la posibilidad de poner notas de primero a cuarto básico y ahora se verá a la Cámara de Diputados y Diputadas. Lo importante es que es una señal potente que, por una parte, cambia el eje desde estudiantes hacia docentes, y por la otra inclina la balanza hacia la formación en vez de las materias tradicionales.

Niñas, niños y jóvenes deben estar en el centro de la educación, pero el foco, la atención y la evaluación debe estar en los profesionales de la educación. Ha llegado la hora de poner más énfasis en la evaluación de la enseñanza más que en el aprendizaje.