Por Angel MRPH

Quiero empezar el segundo artículo de esta serie, cuya protagonista, como sabéis, va a ser la Revolución No Violenta, hablándoos de algo que no vais a encontrar en estos artículos, me estoy refiriendo a las verdades absolutas, no las vais a encontrar porque no tengo, y no puedo dar algo que no tengo. Lo que sí tengo (y de esto como para aburrir) son ideas y creencias sobre casi cualquier cosa, ideas y creencias que me sirven para elaborar opiniones o puntos de vista sobre los temas que me interesan, como en este caso. ¿Y entonces el título? Bueno, pues aparte de para aclarar eso de que yo no tengo, verdades absolutas; para intentar averiguar si estas tienen cabida o “congenian” con una Revolución No Violenta. Casi que podríamos afirmar que todas las revoluciones humanas han tenido la finalidad de mejorar las condiciones de vida de la gente, aunque algunas de ellas, voluntaria o involuntariamente, hayan generado mucho sufrimiento y dolor a muchas personas. Pero esa condición de tratar de mejorar las condiciones de vida de la gente ¿es una verdad absoluta de las revoluciones?, creo que no, que simplemente no es más que la finalidad, el objetivo que se quiere lograr. Más allá de los aciertos y errores que se hayan cometido durante el desarrollo de las mismas, o en etapas posteriores.

Una cualidad simpática que observo en las verdades absolutas, es que muchas veces las usamos como una especie de capa o ropaje con el que cubrimos o vestimos muchos de nuestros puntos de vista e incluso nuestras ideas y creencias, aunque en el caso de estas últimas es bastante fácil que suceda, podemos decir que como nos creemos nuestras creencias y generalmente no las ponemos en duda, fácilmente estás acaban vistiéndose de verdades absolutas e inmutables. Esto no es malo, ya que todas y todos podemos tener ese despiste. Las dificultades llegan cuando hablamos con personas que tienen ideas o creencias distintas de las nuestras y tratamos de convencerles de que sus ideas son erróneas y las nuestras no, o viceversa, la otra persona trata de convencernos de que sus ideas son las buenas y las nuestras no, ¿divertido no?, seguro que os ha pasado alguna vez.

Vale la pena tener en cuenta que nuestras ideas y creencias, e incluso los puntos de vista que elaboramos con ellas, no son más que paquetes de información que almacenamos en nuestra memoria. Sí, incluso las opiniones, pues las damos una vez y podemos volver a darlas sin cambiar ni una coma, en algún sitio hay que guardarlas, la memoria.

Sabiendo esto, es más fácil entender que cuando charlamos o intercambiamos información sobre cualquier tema, con personas que piensan de forma distinta a la nuestra, que no les vamos a convencer, no les vamos a hacer cambiar sus ideas ni creencias, por más brillantes y geniales que sean nuestros argumentos. Lo que sí puede ocurrir es que, del intercambio de información que se da en las conversaciones, alguien, además de quién dio esos datos, haga suya toda o una parte de los datos que se compartieron en esa charla. Esto es interesante, porque desde el momento en que hacemos nuestra esa información podemos trasmitírsela a más gente, también sucede que ya no estamos hablando de mis ideas o de las tuyas, sino de las nuestras. No importa de dónde ni cómo ni de quién surgieron, lo que es importante es que esas ideas en las que creemos vayan ganando fuerza, que cada vez más personas las hagan suyas, incorporándolas a sus creencias y facilitando así la difusión de las mismas.

¿Entonces, no existen las verdades absolutas? Pues claro que existen, todas y todos sabemos que las hojas de los arboles son verdes (por lo menos en primavera y verano), o que dos y dos son cuatro (o veintidós). O que hace algunos siglos para viajar de América a Europa, o viceversa, había que hacerlo por mar y se tardaban meses. Eso fue una verdad absoluta hasta que dejó de serlo y la nueva sustituyó a la vieja.

La idea principal del título de este artículo es reflexionar un poco sobre si comenzamos con una Revolución No Violenta cargada de ideas preconcebidas y verdades absolutas, o si partimos con un folio en blanco, en el que todas las ideas y propuestas tengan cabida y puedan ser debatidas, incluso las más disparatadas y divergentes. Eso pone de manifiesto que necesitaremos reflexionar e ir definiendo algunos puntos básicos que definan y le den una dirección ilusionante y motivadora a este proceso revolucionario, además, también tendremos que ir fijándonos objetivos y etapas, preveyendo los pasos necesarios para lograr esas metas. Pero empecemos a caminar que ya tendremos tiempo de tirar el carro a la mierda.

En los siguientes artículos hablaré de temas más concretos, como política, economía, por poner algunos ejemplos. En ellos intentaré explicar (desde mis limitadísimos conocimientos) cómo creo que funcionan, es decir, cómo veo la situación actual y qué propuestas hago para empezar a conseguir transformaciones sociales más o menos interesantes. Hay otros asuntos de los que también hablaré pues son importantes en esta Revolución No Violenta con la que de momento me estoy divirtiendo, temas como sanidad, educación, cultura, organización social, etc. Que muy posiblemente tocaré cuando hable de política y economía, pero que intentaré desarrollar con más detalles en otros artículos.

Os dije antes que no tengo verdades absolutas y ahora os cuento otro secreto, bola de cristal tampoco, es decir, no soy adivino. Sé que tocaré estos temas porque son importantes, pero aun no sé como ordenaré el reino del kaos (ideas y creencias) que tengo sobre la Revolución No Violenta, para poder explicarlas de forma más o menos entretenida, ordenada y fácil de entender. Lo que sí que ya os avanzo es que en el próximo artículo hablaremos de política.

Esto que viene es para rellenar un poco este artículo, si tenéis algo importante que hacer podéis dejarlo aquí.

En lo de la política veremos (desde mí punto de vista) lo que tenemos actualmente, y una propuesta de forma de organización política, descentralizada y autogestionada por las vecinas y vecinos de cada lugar, por los y las trabajadoras de cada sector económico y por los, las usuarias y las, los profesionales de cada sector de servicios, sean estos económicos o sociales, como la sanidad y la educación.