La pobreza es la carencia de lo indispensable, que debilita el cuerpo y deprime el alma” José Figueres Ferrer

Por Julián Solano Bentes*

No hay duda que Don José Figueres fue un visionario. Lector infatigable de Tolstoi y su utopía ácrata de liberación de los mujiks (siervos de la tierra en la Rusia zarista), oteó que la revolución democrática iniciada en 1948 en Costa Rica debía avanzar urgentemente por dos vías: la justicia social y el desarrollo económico.

En los primeros lustros posteriores a la revolución, el país seguía siendo un país de labriegos de la tierra, que representaban más del 80% de la fuerza laboral. La pobreza, el atraso, la poca cobertura de la educación y la precaria salud del campesinado seguían siendo los retos más importantes del país. La revolución democrática no solo no había eliminado las conquistas sociales del Código de Trabajo y las Garantías Sociales, sino que se había afanado por hacerlas reales, dotándolas de recursos y fortaleciendo y ampliando su cobertura. Don Pepe agregó durante su primera administración la fórmula de los “salarios crecientes” para impedir que los vaivenes de la economía internacional, de la que dependían nuestros cuatro cultivos básicos de la época: café, banano, azúcar y cacao, afectaran lo menos posible el poder adquisitivo de los salarios. Sin embargo, era aún una sociedad en la cual, según el censo de 1971, un 36% de los niños sufría desnutrición. En palabras de Figueres, además de serios problemas de salud, un niño desnutrido sufre de dificultades para aprender. Eran niños sin condiciones para aprovechar el proceso educativo que se estaba expandiendo a pasos agigantados.

Hoy la ciencia corrobora esas intuiciones de Don Pepe. El psicólogo Eldar Shafit (Universidad de Princeton) y el economista Sendhil Mullainathan (Universidad de Harvard) plantearon la extrema influencia del “contexto del individuo” en su forma de comportamiento económico y social. Afirman que influye la denominada “psicología de la escasez” en dicho comportamiento. La escasez afecta la mente, y las personas actúan muy diferente cuando perciben que algo escasea, sea tiempo, amistad, comida, etc. La escasez hace que la atención se enfoque en la necesidad inmediata. La perspectiva de largo plazo desaparece. Los pobres en bienes materiales no toman decisiones desacertadas porque sean ineptos, sino porque viven en un contexto en el que cualquier persona toma decisiones desacertadas. En todos sus días, su mente solo gira alrededor del como y el que, comerá su familia hoy. Shafit llama a esta capacidad de visualizar, o no, más allá del día a día, el “ancho de banda mental”. La creatividad humana y la innovación requieren de un potente ancho de banda mental compartido. El Nóbel de economía Amartya Sen hablaba de que la libertad viene de que las personas posean capacidades para ejercerla. Entonces es indispensable para obtener dichas capacidades, el tener las necesidades básicas cubiertas.

A principios de los años 70s del siglo pasado, Don Pepe observó que a pesar de la política de los “salarios crecientes”, y dado que los empresarios agrícolas no tenían control del mercado externo para definir los precios a sus productos, las oscilaciones en estos mercados provocaban tremendas rebajas y situaciones recesivas salariales, en perjuicio del factor trabajo. Era casi imposible salir de las condiciones de escasez solamente con los sueldos y jornales. Además, pensó, faltaba un incentivo poderoso para que los padres enviaran a sus hijos, generalmente de familias muy numerosas, a los centros educativos. Había que idear la forma de compensar parcialmente las cargas familiares adversas originadas por la desproporción entre un salario individual y la composición familiar.

En aquellos años, las familias campesinas-que eran la inmensa mayoría de la población-, tenían cinco o más hijos en promedio. En su libro “La Pobreza de las Naciones”, textualmente escribió :“Con el salario mínimo legal (ajustado en nuestro país al bajo rendimiento del café), lo que hace la sociedad es establecer un “mínimo de pago” por día de trabajo realizado, Casi no pregunta CUANTAS BOCAS PUEDEN COMER CON ESE PAGO. Hace falta un concepto más amplio, más realista: un ingreso mínimo vital por persona que consume”.

Don Pepe era admirador de la sabiduría campesina. Decía que la sociedad desconoce una verdadera mina en las observaciones intuitivas que anidan en la mente del peón. Fue precisamente un hombre así, de cerebro virgen, y no “indigestado por libros”, quién le hizo la pregunta de mayor trascendencia social que jamás oyó: “Don Pepe ¿Porqué mi primo Manuel que tiene dos hijos gana igual que yo, que mantengo a nueve en mi casa?.  En economía pura el Caudillo pensó “diay, la respuesta es obvia, el patrono compra horas de trabajo y no miembros de la familia; de lo contrario solo emplearía a hombres solteros”. Y agregó en su cabeza… “cierto es que el salario mínimo legal es suficiente para llenar tres pancitas, en su casa hay nueve, por lo que quedan tres vacías”. Algo anda mal en la sociedad adonde el sustento de los más modestos y que son los más, depende solo de la cantidad de trabajo que pueden vender como mercadería, salario sin ninguna relación al número de personas que debe alimentar.

En la “Universidad del cafetal” como decía Don Pepe, observó, analizó e hizo los cálculos pertinentes de cuanto habría que subir el ingreso para enfrentar esa realidad. Hizo las sumas y restas y llegó a 60 colones mensuales por hijo. La realidad de la época era que el jornal ya había llegado al tope posible porque “el precio del café” no daba para pagar ese otro nivel. Más aumentos del jornal implicaba la objetiva descapitalización y ruina de los productores de café con sus nefastas consecuencias. ¿Qué hacer entonces? La clave, dijo, era que TODAS las actividades económicas del país deberían financiar la ASIGNACIÖN FAMILIAR para cada miembro de la misma. La asignación no debía ser pagada por el patrón porque entonces solo contrataría jornaleros sin hijos o con muy pocos. Por lo tanto debía ser pagada por todos: patronos y trabajadores, por medio de la Caja del Seguro Social. Consciente de que era un poco injusto al principio, planteó que se debería comenzar con los trabajadores inscritos en la Caja pero, con la esperanza de que cuando la universalización de la cobertura de ésta llegase a todos los jornaleros y trabajadores del campo y la ciudad del país, todos serían sujetos de la asignación familiar. Ah, y para no incentivar las marimbas de hijos, la asignación luego del tercer hijo bajaba drásticamente para que la procreación no se convirtiera en negocio. Puso el Presidente Figueres el ejemplo de Estados Unidos y Europa Occidental, adonde conforme aumentaba el bienestar y confort de las familias, se reducía el número de hijos por cada una.

Algo muy interesante era que, más que en grandes instituciones y burocracia, Don Pepe creía en las personas y su capacidad de salir adelante con un empujón de parte del Estado. Su lectura crítica de Smith y Locke, así como su convivencia personal y afectiva con los trabajadores, lo alejaban del ideologismo de los socialistas y estatistas, seguramente bien intencionados, que en gran número militaban en el Partido Liberación Nacional. Por ello sin grandes complicaciones institucionales y burocracias, pensó e impulsó un nuevo régimen dentro de la seguridad social costarricense, que sería administrado por la Caja Costarricense del Seguro Social y al que llamó “Régimen de las Asignaciones Familiares”. Sería un “régimen de reparto” y que debía ser cubierto por todos, de forma proporcional al ingreso de cada quien.

A diferencia de los aumentos salariales generales que favorecían al que menos dependientes tenía, y que por ser financiados por el fisco en el caso de los trabajadores del Estado, y por las empresas en el caso de los privados, a veces todos tenían serias dificultades para hacer frente a su pago, Don Pepe propuso entonces un fondo de capitalización universal fondeado por patronos y trabajadores que, según los cálculos de la época, podría ser menos costoso para el Presupuesto Nacional, incluso para los patronos, porque los aumentos generales podrían ser menores ante situaciones graves del mercado internacional de productos agrícolas, pero sin dejar desprotegidos al trabajador y su familia. La asignación sería no solo un nivel mayor de ingresos por miembro de esta, sino que, además de complemento al salario, sería un seguro ante los vaivenes del mercado. El otro problema que quería resolver Don Pepe con las Asignaciones Familiares era el acceso a vivienda de la peonada y de los pobres en general. Pero este tema es por ahora, enano de otro cuento.

Conclusión:

En Costa Rica tenemos un inmenso “sector social del Estado” que absorbe monumentales recursos públicos y que muy poco resuelven, por no decir nada, el problema de la pobreza y de la pobreza extrema. Tenemos instituciones que por cada 100 pesos de presupuesto 60 o más se quedan de camino y no llegan a los beneficiarios. Tenemos instituciones de “bien social” con gigantescos superávits que no los “pueden” gastar a pesar de las múltiples necesidades de los ciudadanos. Y lo triste es que esos superávits son financiados por los impuestos de todos. Ciudadanos y empresas que sudan la gota gorda para entregarlos mes a mes al rollizo estado, supuestamente para el combate a la pobreza y que terminan en la Caja única. Allí se reorientan para pagar los siempre crecientes préstamos internos y externos, lo que finalmente se lleva a bolsillos del capital financiero el esfuerzo de todos los trabajadores y patronos. Si Don Pepe estuviese vivo sacaría el guayabo para socollonear esa vorágine burocrática y esos gigantescos recursos desperdiciados o mal usados, para crear el fondo necesario para empezar a financiar la Renta Básica en Costa Rica. La filosofía detrás de este ingreso es que sabe más el ciudadano que hacer con la plata en su bolsa que lo que el burócrata o el controlador de turno le indique que debe hacer.

Pensemos en una canasta de varios componentes: recursos fiscales, el producto de una tasa Tobin a las operaciones financieras, los recursos liberados por una profunda reforma de las instituciones sociales -que cierre, funda y transforme instituciones, según el caso-, incluso pensar y analizar sin dogmatismos ni prejuicios una posible riqueza derivada de recursos del subsuelo, menos petróleo, cuya explotación no atente contra el equilibrio ecológico de nuestros ecosistemas ni nuestro tesoro verde del turismo ambiental; recursos todos que permitan unificar, capitalizar y hacer crecer un fondo de Renta Básica, primero para darla a las personas en pobreza extrema, luego a todos los pobres, y, en un futuro quizás, a todo ser humano por el hecho de serlo.

Por ahora, comencemos por eliminar para siempre la pobreza extrema. Hagamos realidad el sueño de Don Pepe.

 

*Politólogo