El periodista Nicolás Filipic Massó dialogó en entrevista exclusiva por MoTV con el investigador del Centro de Estudios Humanistas de Córdoba y comunicador en agencia Pressenza Javier Tolcachier.

Consultado sobre su percepción sobre Chile, el analista calificó la situación del hermano país como una «pieza de museo», un anacronismo neoliberal cuya esperanza radica en el gran movimiento despertado en Octubre del año pasado.

Sobre la situación del Perú, señaló que el actual presidente Vizcarra «se puso la capa anticorrupción» para defender un statu quo que es estructuralmente corrupto, una pelea entre elites que no quieren «soltar la sartén que tienen por el mango». Los sectores populares, luego de la traición de Ollanta Humala a las causas emancipadoras, no logran todavía amalgamar alternativas.

Colombia se halla sumida en su problema base, indicó el analista, que es la acumulación en la tenencia de la tierra, además de una feroz concentración mediática trenzada con conglomerados financieros. Los sectores dominantes sepultan las aspiraciones de justicia mediante la violencia contra campesinos, líderes sociales y ex-combatientes desmovilizados. Cumplir lo establecido en los acuerdos de Paz es una buena guía para el futuro de esta nación, precisó Tolcachier.

Acerca de si la pandemia de COVID-19 representa el punto final para el sistema, el investigador indicó que la propagación del virus ha tenido un efecto paradójico. Por un lado, actuó como acelerador de crisis preexistentes, acentuando la miseria, la desigualdad, el hambre, el racismo, la falta de posibilidades y también trayendo al debate y una factible implementación asuntos muy positivos como la Renta básica universal e incondicional, que hasta hace poco parecían fantasiosos.

Al mismo tiempo, la pandemia puso muchas situaciones en suspenso, «como si se hubieran congelado momentáneamente, pasando a un segundo plano». Ejemplos de ello son las movilizaciones ciudadanas en muchos países, el movimiento contra la violencia hacia las mujeres y el reclamo por leyes que despenalicen la interrupción voluntaria del embarazo, las manifestaciones de un gran número de jóvenes por acciones decididas para la protección medioambiental, entre otras.

Se han abierto posibilidades, pero se trata de una lucha de intenciones. Las nuevas generaciones mundializadas, conectadas, conscientes, frente al viejo mundo que se resiste a caer.

Ante la pregunta sobre cómo pueden progresar los cambios en un mundo signado por la violencia, el militante humanista puntualizó que las transformaciones deben comenzar por uno mismo, con una coherencia que irradie hacia los demás en un sentido de solidaridad, cooperación y bondad, para producir junto a otros efectos demostración capaces de inspirar a distintos puntos del planeta.

Sobre el papel que le cabe al humanismo en esta transformación, Tolcachier precisó que posiblemente el aporte humanista sea señalizar la importancia de cambios simultáneos en la interioridad humana, sin los cuales, no hay revolución posible. Además, el humanismo es una corriente apta para tender los puentes necesarios para lograr aunar las mejores intenciones, concluyó.