A estas alturas la pandemia del coronavirus ha alcanzado ya su nivel planetario y afecta con mayor o menor intensidad distintas regiones. La crisis que se ha creado cambiará nuestra manera de ver el mundo. Pocas cosas se hacen más evidentes que la necesidad de un sistema de salud público, gratuito y de calidad es una prioridad para todos los pueblos.

Sin embargo, no ha estado clara esta prioridad para la mayoría de los gobiernos en las últimas décadas, en las que los recortes se han cebado con la sanidad pública, cuando no favoreciendo el desarrollo de un sector privado del que sus “gestores”, por llamarlo de algún modo, alababan su eficiencia, mientras se llenaban los bolsillos con los beneficios que obtenían de él.

El personal sanitario trabaja sin límite en estos momentos para salvar el máximo de vidas en unas condiciones pésimas. Porque en las últimas décadas se ha precarizado el empleo de médicos, enfermeros, auxiliares, administrativos y personal de limpieza, utilizando para ello la contratación y subcontratación, el abuso en el empleo temporal, la supresión de puestos de trabajo, el cierre y subutilización de instalaciones, etc. etc. Pero a pesar de todo ese maltrato, el carácter vocacional de tantos de estos sanitarios ha salido a relucir en una actuación de una generosidad y valentía que toda la sociedad reconoce y aplaude.

Esta crisis hace también evidente la interdependencia cada vez mayor de todo el planeta y muestra que lo que sucede en algún lejano lugar impacta cada vez más rápidamente en el conjunto, hasta en los puntos más alejados.  La pandemia del coronavirus se suma a fenómenos como el cambio climático, las migraciones masivas o la prohibición de armas nucleares. Son coyunturas que afectan a toda la humanidad y la respuesta coherente que reclaman va más allá de las posibilidades de los estados nacionales. No vemos sin embargo en las grandes organizaciones regionales como la Unión Europea una respuesta a la altura. Más bien un “sálvese quien pueda” y que “cada palo aguante su vela” que hará que los más perjudicados por la pandemia sean los países con menos recursos. Tambièn dentro de los países ricos, los sectores populares serán los principales perjudicados por la pérdida de empleos y de oportunidades y por confinamientos en condiciones más duras. En otros Estados, sin ningún pudor, sus dirigentes afirman que lo primero ante todo es el “negocio”, y que si una parte de la población tiene que caer ante el virus, son “daños colaterales” inevitables, pero la economía de mercado no puede pararse.

En cada crisis hay una oportunidad para profundizar en la raíz de las contradicciones que se sufren y modificarlas. Pero si la oportunidad no se aprovecha, solamente se postergan y envían al futuro los conflictos que no se resuelven hoy. Esto sucedió en la anterior crisis generada por el sector financiero, que evidenció las irresolubles contradicciones del capitalismo. La salida de la crisis consistió en transferir enormes sumas de dinero a las entidades financieras, recursos que todavía pagan los pueblos vía impuestos. La desigualdad económica creció mientras los beneficios de las corporaciones se recuperaban.

Hoy comprendemos que todos dependemos de que los que trabajan en la agricultura aseguren el suministro de alimentos, de que haya una persona que nos atienda cuando  llamamos a un teléfono de emergencias, de una cajera de supermercado que está en su puesto de trabajo en medio del pánico, de los que impiden que los residuos se amontonen en la calle. El trabajo, el factor de producción,  pisoteado por el capital especulativo hasta su degradación, aparece en esta encrucijada. ¿Mientras, en qué está aportando la especulación y la usura del capital financiero?

Nos parece oportuna esta cita de las “Cartas a mis amigos” de Silo: “Si la salud y la educación son tratadas de modo desigual para los habitantes de un país, la revolución implica educación y salud gratuita para todos, porque en definitiva esos son los dos valores máximos de la revolución y ellos deberán reemplazar el paradigma de la sociedad actual dado por la riqueza y el poder. Poniendo todo en función de la salud y la educación, los complejísimos problemas económicos y tecnológicos de la sociedad actual tendrán el enmarque correcto para su tratamiento. Nos parece que procediendo de modo inverso no se llegará a conformar una sociedad con posibilidades evolutivas”.

Adelantándose en el tiempo, las poblaciones actúan con mayor altura de miras. En todos lados el apoyo mutuo se abre hacia los más cercanos, sin discriminaciones de ningún tipo. Aparecen millones de voluntarios que aportan su esfuerzo y trabajo desinteresado para ayudar donde ven que tienen posibilidades de hacerlo, en su medio más cercano. Esta sensibilidad se ha “mundializado” y acerca a personas de distintas regiones, etnias, lenguas, edades o religiones. El cambio social y personal siempre han estado unidos pero ahora se comprende de manera más cabal.

Partido Humanista Internacional