El documento «Humanismo o Barbarie» que ha sido dado a conocer este fin de semana y que incluimos a continuación ha sido articulado por intelectuales, artistas y dirigentes sociales argentinos como «un grito potente frente a las calamidades de nuestra sociedad (y del mundo) que la pandemia ha puesto de manifiesto y sacado a la superficie.»

La intención de su divulgación es manifestar un expreso apoyo a las políticas implementadas por el gobierno argentino, que ante la adversidad de haber recibido un Estado en situación desastrosa por la gestión neoliberal precedente, está afrontando la emergencia de manera correcta, digna y orientada a que en la medida de lo posible – mediante una fuerte presencia estatal, los daños sean menores y soportados en forma equitativa, lo que significa apoyar más a quienes más necesidades tienen.»

Lograr que a la salida de la crisis  no se repongan las políticas que durante años de neoliberalismo construyeron un mundo insoportable dejando a la sociedad inerme frente al flagelo, es el objetivo. Una nueva Humanidad es posible.

A continuación, el texto completo del documento.

HUMANISMO O BARBARIE

  1. La producción eficiente de miseria social

La sociedad de mercado que organiza el derroche de minorías poderosas, es impotente e inservible para afrontar los dramas humanos fundamentales. Se despedaza y desordena frente al coronavirus y sus consecuencias.  Las economías exprimidas por la ola neoliberal exhiben sistemas de salud debilitados por su mercantilización, tabicados, organizados por la lógica de la ganancia y por una “disciplina” fiscal que solo se aplica a los bienes públicos, al estado y su acción social y se olvida cuando se trata de favorecer negocios. La desigualdad obscena se exhibe sin tapujos, hasta lo insoportable. Las diferencias entre clases sociales, entre el pueblo y los poderosos, entre distintas fracciones de la sociedad, entre las masas vulnerables carentes de todo y las castas que desbordan en consumos, están a la vista de cualquiera. La crisis humanitaria de la pandemia expresa la decadencia de esta Humanidad, sometida al despotismo del capitalismo real del presente. El reino del «Dios mercado» despoja de derechos al pueblo. La salud, la educación, la vivienda son ofrecidas a un universo de “consumidores clientes”, mientras que miles de millones de excluidos son desprovistos de esos bienes, violando sus derechos, recibiéndolos sólo en condiciones de deterioro indignos de la condición de personas, o privados directamente de ellos.

¿La época de la democracia liberal llegó a su fin? La invocación de derechos civiles, al amparo de los cuales se edifica la imponencia de un sistema de inhumanidad flagrante, permite hundir en el despojo a las mayorías a las que incluye formalmente, para transformarlas en rebaño de una fenomenal concentración económica. El capitalismo de la financiarización es un régimen de ciudadanía política vacío de democracia. Un sistema de producción eficiente de miseria social. Un modo de expropiación moral que surge ahora ante un universo absorto que contempla como muchas corporaciones y algunas insólitas políticas estatales se embarcan en un nuevo darwinismo social. Y en nombre de la escasez, que ellos solos determinan cuando se hace presente, deciden cuántos y quiénes van a morir.

  1. Las vidas desnudas

Del mismo modo, en relación a la escasez ya no de insumos médicos, sino de lo que juzgan las grandes empresas que sería la baja de sus ganancias y el deseo de golpear a una decisión estatal basada en el último eslabón de lo que, si no se protegiera nada de lo demás, es lo que sobre todo importaría -la vida-, despiden miles de trabajadores. Un signo funesto, una advertencia al gobierno, un rechazo a la cuestión moral -el sentimiento último de solicitud, rescate y altruismo sin el cual la sociedad no existiría-, que dejan de lado con una brutalidad propia de sociedades sacrificiales, las que inmolan al trabajador, la trabajadora o a las y los longevos, a los que consideran un detritus. El señor Rocca será muy culto, tendrá pinacoteca, pero su mirada de desprecio a las vidas desnudas, traduce el ultraje acostumbrado a todo lo que ponga en peligro la racionalidad vacía del beneficio corporativo. Queremos una razón vitalista en una economía social de patrimonialismo público, con un peso decisivo de la intervención del estado, también en la disposición de sus recursos y empresas estratégicas. Que en ella se inserten las empresas del porte que sean y con directorios que tengan respeto a la condición humana. Pues esas serían empresas de otro carácter. No las dirigirían “muchachos” a los que alguna vez se los debería intentar convencer tocándoles el corazón. Y si esto no resultara para devolverlos a la generosidad perdida, hablándoles de antiguas hidalguías que hubieran podido tener antes del momento en que flaquearon ante la banca de Luxemburgo. Por eso resulta correcto el rumbo elegido por el gobierno al disponer la suspensión de los despidos por 60 días para los trabajadores y  trabajadoras de todo el país.

Frente a los esfuerzos para conjurar la expansión mundial del virus, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández ha elegido la salud pública como prioridad. Se la abordó con la decisión de defensa de un bien comunitario. Se decidió su preeminencia frente al objetivo del crecimiento económico. La vida precede a la ganancia.  La “soberanía del consumidor” no preside la política, sino la solidaridad social. Mientras la oferta de productos esenciales sigue la lógica de la decisión estatal, también se subsidia a la población cuyos ingresos han sido afectados por la cuarentena. Ningún plan de ajuste, ni compromiso de deuda han constituido una restricción frente a la evidencia del riesgo sanitario.  “Primero la salud”, es una consigna para esta emergencia, pero debe transformarse en la meta para la Argentina futura. Leamos estas líneas “Esa salud que, en tiempos de pandemias con ribetes bíblicos, vuelve a ser un bien comunitario que exige de todos y todas, solidaridad, humanismo y, sobre todo, compromiso social”. Las escribió Cristina antes de su regreso de Cuba.

La salud es importantísima en sí misma, pero también puede ser la síntesis de múltiples determinaciones, es decir de todos los derechos sociales, a la educación, a la cultura, a la vivienda, a la alimentación. Derechos que para cumplirse exigirán cambios de fondo. Los recursos para ello también deberán salir de una necesaria condonación de deudas soberanas, ya que el poder financiero y los países donde residen quienes lo detentan, deberán resignar sus acreencias frente a las calamidades sociales que la pandemia dejará en los países periféricos, siempre deudores. Así lo han comenzado a reclamar diversos actores de nuestra América Latina y nosotros sumamos nuestra voluntad y acción a la iniciativa.  La crisis civilizatoria que se ha puesto de manifiesto con el coronavirus nos acerca la posibilidad de una ruptura definitiva con el proyecto de “miseria planificada” que denunció Rodolfo Walsh como objetivo de la dictadura, y cuya herencia cultural y de estructura económica todavía marcan el presente argentino. La miseria puede ser planificada por los que eligen quienes tienen que morir, quienes tienen que vivir con limitados recursos, quienes en condiciones habitacionales degradadas, quienes haciendo de la colecta de desechos urbanos una forma de trabajo, lo cual muchos hacen con más dignidad que los señores que deciden el Toma y daca en los directorios, como si estuviesen sentados sobre una indiferente Rocca.

  1. Los movimientos populares argentinos

Los responsables y sus asociados locales de estas desgracias hacen anuncios que refieren a impedir que “un problema médico, se convierta en un problema financiero de larga duración”. Se trata de personas que se sienten amenazadas porque creen que si se opta por la vida se desoyen los reclamos de las fuerzas económicas. Al contrario, es en estos momentos en que se debe pensar una economía al servicio de la sociedad, como tantas veces proclamaron los movimientos populares argentinos. Solo basta con revisar los orígenes formativos del peronismo, del yrigoyenismo, del socialismo. De lo contrario solo expresarían la degradación democrática, de quienes defienden intereses de los poderes que creen solo suyos, sin comprender la cuestión más profunda, porque aún el modo exclusivista de la propiedad es un juego social complejo, y movedizo el que lo otorga. Y las más valiosas formas de propiedad son las que surgen de las más sensibles consideraciones de la condición humana. Y esta se revela en el trabajo y el habla, en la creación artística, la vitalidad del existir y la libertad en toda relación comunitaria. Lo contrario significaría salir a cualquier costo de la emergencia, restaurando la lógica de la financiarización y haciendo un pase mágico con el teletrabajo provocando que millones de personas olviden preciosos legados culturales, y de vida urbana y social.

El desafío del gobierno nacional y popular que encabeza Alberto Fernández tiene un decurso que quedó claramente explicitado en la reciente reunión del G20,  que implicará además una disputa por el futuro de América Latina con quienes en defensa del statu quo, confunden la disciplina social necesaria para mitigar los contagios con represión masiva, estableciendo estados de sitio, toques de queda y orden cerrado. Apelando a las más oscuras reservas de su trágica memoria de cacerolistas, en los setenta balcones y ninguna flor de la oligarquía; son el lúgubre recuerdo de la militarización de las ciudades y el control de fronteras, que no sea el exigido específicamente para preservar del contagio.

  1. Respaldamos al gobierno democrático y popular

Hacemos un llamado a respaldar el curso de acción del gobierno argentino, para ayudar a profundizar su decidido espíritu humanístico y solidario, que «descuelgue» (como alguien hizo hace años con los cuadros del Colegio Militar de la Nación) del lugar de lo imposible la ruptura con la financiarización – el capitalismo de esta época-, y para que se inicie un rumbo instituyente de radicalidad democrática, igualdad sustantiva y desarrollo sustentable. En la brega por la participación de nuestra Patria en la construcción de una Humanidad emancipada del látigo cibernético del reino financiero.

Es obvio que la pandemia, es real y su nombre fue emitido desde la terminología oficial de la Organización Mundial de la Salud que es hoy el único organismo que actúa en la escala de un universalismo práctico a propósito de una enfermedad a la que están expuestos altos porcentajes de la población mundial. A partir de aquí, algunas conclusiones fundamentales. Las marcas anteriores bajo las cuales vivían las sociedades en su difícil atención a cuestiones básicas de sobrevivencia, silenciosamente permanecen y hacen su trabajo. Permanece la distribución desigual de las penurias y las lógicas de la absolutización del mercado de las grandes empresas. Y estas operan en relación a esos coeficientes intocados de costo beneficio, sin dejar de pulsar las teclas de las continuas presiones contra el gobierno de Alberto Fernández.

No dejan de percibirse los indicios de las grandes rutinas de las corporaciones descontentas, pues siguen pensando bajo el esquema rígido de los dividendos extraordinarios. El toc-toc de las cacerolas que ellos instigan contra el Estado no llegará a sus oídos para decirles que bajen sus ganancias extraordinarias y se abstengan de despidos. Son parte -y si no que lo digan- de las derechas mundiales que ven una nueva posibilidad para torcer hacia un militarismo ensoñado, medidas necesariamente rigurosas, que nacen de una autoridad democrática sustentada en un consenso masivo y voluntario. No obstante, aquí reside el problema esencial de la cuarentena: no puede poner entre paréntesis los distintos niveles de desigualdad social. Se evidencian en los lugares ya muy conocidos donde habita la pobreza congénita, los testimonios de vidas vulneradas, donde rigen la desesperación y las economías de la ilegalidad, el hacinamiento sin destino. En estos casos la cuestión requiere una forma de la solidaridad colectiva que tenga en cuenta aspectos de restitución económica con vistas a una futura resolución de la cuestión del trabajo, con el consiguiente desarrollo también de formas cooperativas de la economía popular.

Este capitalismo narcisista, si mira hacia sus espaldas se encontrará en el espejo a la pandemia; comprenderá que ha caducado. Es la hora de un nuevo humanismo que dé su grito de nacimiento en medio de la crisis y se disponga a colaborar en su resolución. Y que  en la post pandemia sea un tajo, radical, la despedida audaz al neoliberalismo depredador , que no está en condiciones de ofrecerle nada nuevo al mundo.

Entre tanto, cumplamos ordenadamente las indicaciones de comportamiento social y salud en la emergencia, dispuestas por el gobierno nacional, orientadas por el mejor deseo de que la solución nos alcance a todos y todas, no a unos pocos como de ordinario ha sucedido en situaciones similares.

FIRMANTES POR ORDEN ALFABÉTICO: Jorge Alemán, Taty Almeida (Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora), Gustavo Alonso, Alberto Amato, Leandro Andrini Rocco Carbone, Enrique Arceo, Oscar Balestieri, Jorge Barbeito, Eduardo Barcesat, Jorge Benedetti, Ana Berezin, Adolfo Bergerot, Jorge Bernetti, Patricia Berrotarán, Néstor Bolomo, Teodoro Boot, Sergio Boris, Atilio Borón, Fernando Borroni,   Rodolfo Braceli, Diana Braceras, Miguel A. Brenner, Daniel Mario Brión, Stella Calloni, Estela de Carlotto (Abuelas de Plaza de Mayo), Víctor Carricarte, Oscar Castellucci, Ana Celentano, Carlos Cleri, Esther Córdoba, Elena Corvalán, Roberto “Tito” Cossa, Raquel Crespo, Américo Cristófalo, Rafael Cullen, Pablo Chena, Horacio Chitarroni, Mario A. de Mendoza Figueroa, David De Vita, Rubén Dri, Marcelo J. Duhalde, Marisa Duarte, Aldo Duzdevich, Miguel Ángel Estrella, Adolfo Farías, Saúl Feldman, Silvio Feldman, Abel Fernández, Gabriel Fernández, Gabriela Aurora Fernández, Rodolfo “Gallego” Fernández, Adriana Fernández Mingrone, Roberto Follari, Walter Formento, Ricardo Forster, Daniel Freidemberg, Norberto Galasso, Carlos “Pancho” Gaitán, María Laura Garrigós de Rébori, Ricardo Gené, Horacio Ghilini, Raquel Gianella, Ricardo Gil, Juan José Giani, Horacio González, Jimmy Herrera, Liliana Herrero, Lido Iacomini, Cintia Ini, Patricia Isasa, Ernesto Jauretche, Noé Jitrik, Oliverio Jitrik, Eduardo Jozami, Mauricio Kartun, Alejandro Kaufman, Paula Klachko, Hugo Kofman, Guillermo Korn, Ecequiel Leder Kremer, Omar Lobos, Marcelo Lombardero, Ana T. Lorenzo,  Damián Loreti,Teresa Lucchini, Telma Luzzani, Perla Maguid de Carella, Domingo Maio, Elina Malamud, Carla Maliandi, Juan C. “Koko” Manoukián, Juan Marino, Juliana Marino, Eladio “Tate” Martínez, Federico Martedí, Tununa Mercado, Renato Miari, Carlos «Bagual» Molina, Mariano Molina, Víctor Hugo Morales, José Muchnik, Laura Nasi, Aurelio B. R. Narvaja, Benito Narvaja, Roberto Navarro, Héctor Ariel Olmos, Elvira Onetto, María Otheguy, Carlos Pafundo, Mónica Peralta Ramos,  Justo Pereira, Pedro Peretti, Tomás Pérez Bodría, Adolfo Pérez Esquivel, Fernando Piana, Mirta Pipkin, León Pommer, Héctor Poggiesse, Agustín Prospitti, Jorge Rachid, Juan C. Radovich, Carlos Raimundi, Ana Rameri, Mario Rapoport, Roberto Retamoso, Aritz Recalde, Néstor Javier Ribotta, Eduardo Rinesi,  Alejandro Guillermo Romero, Eduardo Rosa, Ricardo Rouvier, Oscar Rovito, Carlos Rozansky, Ernesto Salas, Juan José Salinas, José Sbatella, Silvio Schneck, Verónica Schneck, José Seta, Alberto Sladogna, Yamila Sladogna, José Slimobich, Ángel Strappazzon, Ester Szlit, Francisco «Pancho» Talento, Diego Tatián, Jorge CarlosTestero, Javier Tolcachier, Ramón Torres Molina, Héctor Hugo Trinchero, Santiago Varela, Ignacio Vélez, Manuel Vicente, Armando Vidal, Carlos Vila, Marcos Alberto Vul, Claudia Sofía Weiner, Guillermo Wierzba, Daniel Yépez, Elena Zambonini, Vicente Zito Lema.

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