Desde los orígenes de la humanidad, las civilizaciones han surgido y han desaparecido en la historia y en la memoria de los hombres, nos quedan restos materiales y relatos de imperios y masacres, de evolución y disolución de religiones y creencias, ocasionalmente atisbos de momentos humanistas, también de violencia en todos los campos.

La violencia como expresión de un modelo que se acaba, de un estado que no responde a las necesidades de su pueblo, o de una civilización que se derrumba y lleva en su caída a un gran conjunto humano, es un proceso histórico largo que genera al final un sistema cerrado en el cual no queda otra alternativa que la desestructuración de un mundo que ya no da respuestas.

A la caída de una civilización es probable la consolidación de un imperio y en este momento histórico sería mundial, y eso llevaría a homogeneizar todo (las comunicaciones, el derecho, los valores, la lengua, etc.) y si esto sucede sería instrumentado por el capital financiero internacional, apoyado por los paraestados que tenderán a disciplinar a las poblaciones. En el avance de la descomposición social, el capital y los paraestados buscan asfixiar lo conocido, comienza con el intento de uniformar todo; pensamiento, religiosidad, arte ciencias, culturas, como ocurrieron en otros momentos históricos donde la caída de una civilización configura un imperio, llevando a la muerte a millones.

Ejemplo de ello es la caída de la dinastía Tang, en China cuando la rebelión de An Lusham (755-763) acabó con 36 millones de vidas, un 15% de la población mundial de ese momento. Entre el año 1500 al 1800 la matanza de los indios americanos, 20 millones de nativos desaparecieron, y en épocas actuales los genocidios de los pueblos armenios, kurdos, turcomanos o la política de “tierra arrasada” contra los palestinos que lleva en la actualidad Israel y EEUU, son uno de los miles de ejemplos en la historia humana. Culturas que cayeron en la disolución, etnias y lenguas que desaparecieron y no se podrán recuperar, pero así como unos cayeron otros surgieron generando nuevos impulsos humanos y así lo viejo fue superado por lo nuevo.

Si el sistema no cae no queda lugar para el surgimiento de una nueva civilización y esto acarreará “una larga y oscura edad media mundial”.

Si hay intención de modificar el proceso mecánico de las estructuras históricas, es cuando surge la pregunta ¿cómo el ser humano puede cambiar la dirección de los acontecimientos? Si los pueblos no comprenden el viejo lema, “que no habrá progreso sino es de todos y para todos”, no podremos avanzar ya que en la última etapa de la caída de una civilización llamada “los tiempos revueltos” incluye guerras internas como externas (políticas, económicas, sociales, de estado), desaparición de pueblos y culturas, desplazamientos o migraciones forzadas o voluntarias, con la consiguiente pérdida de unidad social.

Es la entrada a la lucha generacional, a los desastres ecológicos, convulsiones sociales, psicológicas, desbordes religiosos, son “tiempos de angustia”, también llamado la Etapa del Alma Desilusionada, donde la razón no comprende y la desestructuración personal avanza, se desordena tanto el lenguaje como la comprensión, lo mágico toma el control, es el desencanto místico y supersticioso, es la etapa del hombre fragmentado que no se aferra a nada y no busca nada, no entiende a la razón y por lo tanto la degrada, en ese estado no hay argumentación válida.

También es la etapa de las religiones, los modelos que se imponen y traen viejos paisajes, mezclados con nuevas formas, pero siguen siendo intentos ya que traen formas antropomórficas repetidas, diosas y dioses antiguos se confunden con su ropaje nuevo, la espiritualidad se torna en una emotiva exaltación donde se confunden registros y se validan estados de fuga de la conciencia.

La crisis actual se propaga en todas las direcciones del planeta, avanzamos hacia una nueva organización donde el planteo más importante es saber si queremos vivir y en qué condiciones. Todo lo que hemos creído hasta hoy se deberá revisar, para que los nuevos proyectos tengan la comprensión de lo humano, y es ahí donde un nuevo Humanismo se abrirá paso en la historia. No puede haber Humanismo cuando se ponga algún valor por encima del ser humano, porque no se puede llegar al ser humano desde otro punto de arranque que no sea el ser humano.

No se puede partir desde la materia, el espíritu o sobre Dios, se surge desde la vida humana, desde su libertad y su intención, al ser un ser histórico cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza.

Es aquí donde la intencionalidad ha de formar el modelo no-violento de una nueva civilización, proponiendo salidas para que se manifieste la libertad de elección del ser humano, un nuevo mundo ha de formarse, ojala con bondad y sabiduría.