Más del 72% de los Humanistas que participaron en la consulta realizada ayer miércoles a nivel nacional para definir la continuidad del Partido Humanista en el Frente Amplio, eligieron la opción de retirarse.

Esa decisión refleja el convencimiento y la voluntad, de poner en este momento toda la energía en el trabajo con la base social.

El proyecto humanista siempre ha considerado al partido como una herramienta que –desde el campo político– colabore a impulsar las profundas transformaciones que el Nuevo Humanismo propone para este momento histórico. Sin embargo, desde hace ya mucho tiempo hemos venido advirtiendo y denunciando el hecho de que los Estados hoy solo administran un poder formal, porque el poder real está en manos del capital financiero internacional. Ese “paraestado” ha terminado conformando una suerte de poder fáctico (de hecho y no de derecho, por lo tanto ilegítimo) que dicta las políticas locales de acuerdo a sus particulares conveniencias. Dado ese contexto global, la institucionalidad política de los países –la cual incluye a los partidos, por cierto– se ha mostrado completamente impotente para gestionar los cambios de fondo que la ciudadanía reclama.

Para los humanistas, ha llegado el momento de hacerse cargo de este hecho crucial, tantas veces negado u ocultado. La única forma de romper este verdadero cepo internacional y abrir finalmente este sistema cerrado perverso, es incorporando plenamente a la ciudadanía en la toma de todas la decisiones importantes. De manera que si en algo pueden incidir actualmente los partidos políticos es colaborando en el proceso urgente de regeneración del tejido social, el cual ha sufrido serios retrocesos en nuestro país durante los últimos 46 años debido a los embates del neoliberalismo. Este emplazamiento está muy lejos de las concepciones hegemónicas asociadas a vanguardias políticas “liderando” el proceso social. Por el contrario, el Nuevo Humanismo ubica a su partido al servicio del Movimiento Social.

La decisión mayoritaria de los militantes activos –algo mas de medio millar–, en representación de sus Equipos de base en el día de ayer, hace referencia a que se ha decidido, desde esa mirada, orientar el trabajo conjunto a fortalecer los vínculos con la base social y sus organizaciones. Consideran los Humanistas que la principal tarea en estos momentos es ayudar a que los ciudadanos se reconstruyan como tales –dejando de ser meros consumidores– y colaborar a la reconstitución del tejido social de base, para así dar vida a una ciudadanía empoderada que sea capaz de recuperar la soberanía arrebatada y tome el destino en sus manos.

El escenario abierto por la rebelión social que irrumpe a partir del 18 de octubre último podría hacer posible un avance inédito, no sólo en relación a la justicia social, sino que también en la instalación de un nuevo estilo de vida. Quienes desatan este despertar son los miembros de una nueva generación y su primario es claramente existencial: reclaman dignidad, reconocimiento, participación y se rebelan contra las élites instaladas en todos los campos.

Ante esto, ¿cuál es la respuesta que dan algunos partidos del Frente Amplio? En vez de representar ese sentir e interpelar al poder establecido, se suman a la gran mayoría de los partidos políticos (de gobierno y de oposición), buscando una supuesta solución a espaldas de la ciudadanía y de manera absolutamente inconsulta con los demás partidos del Frente Amplio.  No tiene sentido para el Nuevo Humanismo permanecer en una coalición que asumió mayoritariamente esa dirección.

El trabajo inmediato de los Humanistas seguirá enmarcado en lo que consideran es el clamor ciudadano: sanción a las violaciones de los DD.HH., una agenda social que vaya en la dirección de los cambios estructurales y la consolidación de una Asamblea Constituyente Soberana.

El partido Humanista no está pensando en posibles nuevas alianzas, ni en pactos electorales, no cree que sea el momento. Su decisión apunta a que hoy hay que unir fuerzas con el movimiento social, con el pueblo organizado y movilizado, para alcanzar los objetivos señalados e impedir que curse sin modificaciones sustanciales lo propuesto por los sostenedores del mal llamado «acuerdo por la paz social».