Cuando se vive en carne propia este tipo de acontecimientos uno se siente parte de la historia grande de los pueblos. Esa que luego será analizada, recordada y escrita en libros. Porque esa historia grande también es posible sentirla en la piel, respirar sus aires renovadores, registrar sus punzantes emociones que surgen desde lo profundo del pueblo.

Eso histórico, social pero también intersubjetivo, fue manifestado en la Plaza multitudinaria que vibró este 10 de diciembre en Argentina, con un pueblo movilizado para festejar, pero también para descargar las angustias vividas durante cuatro años de un gobierno que lo maltrató, lo violentó, lo deploró. Fue opresión acumulada que encontró una descarga no-violenta y democrática, compartida en comunión con esos otros que sienten parecido, que aspiran a ideales concomitantes.

La movilización de varios cientos de miles que acompañó la asunción del nuevo gobierno del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fue tan masiva que para la tardecita ya era imposible caminar por los alrededores de la plaza. Asistió allí ese pueblo peronista con su simbólica, su folclore y su liturgia; pero también estuvo allí convergiendo en la diversidad ese pueblo progresista, solidario, cooperativo, humanista, que quizás inorgánicamente se moviliza en momentos claves cuando la coyuntura histórica se lo demanda.

Ese pueblo estuvo presente, anhelando un mejor futuro para las grandes mayorías, principalmente para aquellos que hoy se van a dormir con hambre en la Argentina, para el 52 porciento de niños que vive bajo la pobreza y sueñan que comen porque están malnutridos. Se vio flamear alto las banderas de Evita, de Perón, del Che, de Néstor y Cristina, pero también enormes whipalas mostraron la solidaridad con los hermanos bolivianos. Aunque lo más destacable fue las pocas banderas y la enorme multitud convergente.

Ya desde los primeros minutos del día arrancaron los cantos y festejos en la Plaza de Mayo, a las 0 horas del 10 de diciembre una muchedumbre en cuenta regresiva recibió el nuevo día en que se terminaba el mandato de un nefasto e inhumano Macri. Comenzaba así un nuevo ciclo político pero también social y cultural en este país que hace del poder de la movilización política masiva una marca propia distintiva, reconocida internacionalmente.

Desde la mañana ya se vieron llegar miles a la Plaza desde todos los puntos cardinales, pero principalmente desde el conurbano bonaerense profundo. Desde todas las latitudes del país también asistieron a una jornada calurosa, bajo un sol abrazador, con temperaturas cercanas a los 40 grados que no impidieron nada.

Ya cerca del mediodía juraron Alberto y Cristina en Asamblea legislativa. El nuevo presidente ofreció un discurso claro, con directrices progresistas en numerosos ámbitos: desde una reforma judicial, al reconocimiento de las demandas del movimiento de mujeres (nombrado por él mismo como “feminismo”), pasando por las urgencias impostergables para una economía devastada en “tierra arrasada”, las líneas marcadas fueron prometedoras. Propuestas precisas para el campo de la educación, la salud, la ecología, el trabajo, las relaciones internacionales marcaron la condición de origen de un nuevo gobierno que se percibe renovador, integrador de diferencias, corrigiendo errores de su pasado, y percibiendo claramente las demandas del presente de aquellos postergados y maltratados por un neoliberalismo feroz. En los hechos precisos de los pasos que se den día a día estará la marca de la coherencia.

Más tarde comenzó un festival musical en Plaza de Mayo que vio llegar sin cesar miles y miles de personas agrupadas en columnas sindicales, organizaciones, pero también “autoconvocados” en familias, grupos de amigos, desde muy mayores hasta muy jóvenes que sin dudarlo querían ser parte.

Al finalizar la tarde salieron al encuentro a la plaza Alberto y Cristina. El amor que se percibe en la atmósfera cuando Cristina se comunica con ese pueblo es una experiencia única. Juegan sentidos de otros planos allí. Fue entonces que la flamante vicepresidenta marcó una dirección clara, y sugirió al presidente ser fiel al pueblo que representa, destacándole también que contará con esas grandes mayorías movilizadas siempre que él las necesite, para un futuro que se espera complejo, con fuertes intereses en pugna en un panorama internacional complicado. El presidente reforzó las directrices expuestas en su discurso inicial, agradeció y pidió ayuda para entre todos enfrentar los desafíos que vienen.

Ya pasadas las 21 me crucé cerca del escenario a un hombre con su remera que clamaba “Resistiendo con Aguante”, “esta la traje también el 9 de diciembre de 2015 cuando se iba Cristina”, me contó mientras reía, festejaba, se sacaba fotos. Y vaya si resistió ese hombre simple que hoy está convirtiendo su resistencia en apoyo, fuerza y esperanza depositada en un nuevo gobierno. Es de esperar que esta nueva oportunidad esté, no sin condicionamientos, a la altura de la historia. Si así no fuera, esas enormes mayorías populares estarán movilizadas para demandarlo.