El Ibovespa, la bolsa de São Paulo, superó los 100 mil puntos en 2019, lo que desde el punto de vista del mercado financiero simboliza la valorización de las acciones y la pseudomejora de la economía brasileña. A pesar de la euforia de los lobos de Wall Street, las cifras de la economía concreta apuntan a un triste escenario: 11,8% de desempleo, millones de personas trabajando informalmente sin acceso a los derechos laborales, sin la expectativa de un día de jubilación.

El keynesianismo puede entenderse como una fuerte presencia del  Estado en la economía. Por ejemplo, esto se ve reflejado en los derechos laborales y en las obras públicas. El neoliberalismo significa menos participación del Estado: menos derechos, más mercado. La lógica de la privatización de todo (el razonamiento de Paulo Guedes).

Los gobiernos “petistas” (2003 – 2016) combinaron la presencia del Estado en la economía con políticas neoliberales, como el ProUni y la política keynesiana, como el PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento). El programa Bolsa Família también entra la mira neoliberal, ya que es una política pública central. El ingreso mínimo sería el modelo keynesiano de política pública universal: todas las personas recibirían una cantidad mensual suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. La medida ya ha sido probada en varios países y resulta en una mejora de los indicadores que abarcan temas de desigualdad social.

Con Temer (2016-2018) la fórmula neoliberal, de congelar el gasto público durante 20 años, ganó espacio con el PEC. Una medida cruel en un país que está atravesando un proceso de envejecimiento poblacional, y que a la larga aplastará el presupuesto en las áreas de educación y salud. Además, hubo la reforma laboral, que prometía modernizar las relaciones laborales y generar más empleos formales. Este no fue el caso.

La llegada de Bolsonaro (2019) al poder posicionó a Paulo Guedes como Ministro de Economía, el economista es un defensor del neoliberalismo y cree que el modelo chileno ha funcionado (lo que va en contra de la realidad de los hechos), Chile ve colapsar su modelo neoliberal después de semanas de intensas protestas que, culminaron en un constituyente para crear una Carta Magna que reemplazará a la Constitución que data de la dictadura.

Las políticas neoliberales no han tenido ningún efecto. La economía brasileña está al margen. Enormes colas se formaron en los grandes centros urbanos del país, y como en la gran Depresión de 1929, la solución liberal de más mercado y menos estado no tiene efecto. La bancarrota generalizada de las empresas y el aumento del número de personas que cocinan con leña, porque no hay dinero para el gas, son ejemplos de que la crisis está lejos de haber terminado.

La nueva política de gravar el seguro de desempleo para “crear puestos de trabajo» es el nuevo chiste del día. Un impuesto sobre la gran miseria para sostener la exención del impuesto sobre las nóminas, una medida probada por Dilma y que no ha tenido el efecto esperado.

Lo que hace que las empresas contraten o no a un empleado es algo muy simple: la demanda. Sin la necesidad de aumentar la producción no hay inversión privada ni contratación de mano de obra. Es necesario estimular la demanda, y el Estado dispone de los recursos y herramientas necesarias para ello.

Si volvemos a la crisis del 29 veremos que las medidas neoliberales no han tenido efecto. En Estados Unidos, el «Nuevo Trato», el keynesianismo y la presencia del Estado fueron los responsables de sacar a los estadounidenses de la crisis que los asolaba.

En este sentido, el equipo económico de Brasilia deja mucho que desear. Brasil no necesita una tarjeta verde amarilla, necesita inversiones públicas que generen demanda por parte de las empresas para resucitar la economía que colapsa y está en coma.


Traducción del portugués por Erika Rodriguez