Parece que el 18 de octubre se ha convertido en una nueva Revolución de la Chaucha (por los disturbios generados en 1949 tras un alza de las tarifas del transporte público), 70 años después. Finalmente hemos dicho “¡Basta!”, uniéndonos a los movimientos por la justicia social que están despertando en todo el continente.

Las cacerolas y los bocinazos se sienten en muchas comunas de la capital, y así lo confirman videos difundidos por las redes sociales. Quizás este, el de la comunicación instantánea, sea EL factor diferenciador clave con protestas como las de los años 80 contra la dictadura de Pinochet y otras del pasado. Ahora se puede saber con bastante exactitud lo generalizado del sentimiento de protesta y hastío, en tiempo real, y así sortear la desinformación de los medios de comunicación oficiales.

Las movilizaciones espontáneas, principalmente pacíficas, se han extendido a todo el país: hay convocados cacerolazos en Arica, Iquique, Antofagasta, Calama, Coquimbo, La Serena, Quillota, Valparaíso, San Antonio, Talagante, Rancagua, Talca, Curicó, Concepción, Lota, Temuco, Osorno, Puerto Montt y Punta Arenas, entre muchas otras ciudades, además de Santiago. Y también se han congregado chilenos en ciudades del extranjero, como Barcelona, Dublín, Múnich y Berlín.

Desde la declaración del estado de emergencia anoche hasta la tarde de hoy sábado ha habido numerosas manifestaciones en que la gente, indignada, se enfrenta en las calles contra Carabineros y militares desplegados en puntos neurálgicos de Santiago como los alrededores de la Plaza Italia. Por primera vez en la democracia post-dictadura se han visto tanquetas del ejército avanzando por las avenidas, y a pesar de ser una visión estremecedora para quienes vivieron el régimen militar (o seguramente por eso mismo), muchas personas encaraban a los militares y decían a rostro descubierto que se devolvieran a sus cuarteles. En estos momentos hay escaramuzas en muchos puntos, en que los cada vez más numerosos manifestantes se mantienen en sus lugares pese a la presencia policial y las bombas lacrimógenas. Hay rumores de que se está evaluando instaurar el toque de queda.

Durante la noche fueron incendiadas nada menos que 41 estaciones del Metro y a lo largo del día se han quemado alrededor de 10 buses del Transantiago, la red metropolitana de transporte. El tarifazo colmó la paciencia de los chilenos, que están diciendo “basta” al modelo de privatización neoliberal que se sostiene explotando al pueblo en todos los aspectos de su vida cotidiana.

Dirigentes del Frente Amplio se sumaron a las marchas por el centro de la capital desde el ex Congreso Nacional hasta la Plaza de Armas, en rechazo al alza de las tarifas y de las tardías medidas del gobierno de Piñera. En esa línea, la presidenta del Partido Humanista, Catalina Valenzuela, agregó que como “FA sabemos que nuestro deber es estar al lado del movimiento social, no adelante ni por encima ni llevando nada, acompañándolo como lo hemos hecho siempre. Sabemos que el movimiento ciudadano organizado tiene todo el derecho a salir a la calle en forma no violenta y activa demostrando su descontento”.

El Metro, las distancias y los tiempos

El Metro de Santiago (que transporta a unos 2,6 millones de usuarios al día) es un icono del Chile serio, moderno y eficiente que se quiere proyectar hacia el exterior, pero al mismo tiempo es el más caro de América Latina (el boleto en la hora “punta” es de unos 1,17 dólares), y los salarios del país no alcanzan para mantener el creciente costo de la vida en una sociedad con una intensa desigualdad, la mayor de la OCDE. Un 50% de los chilenos gana menos de 550 dólares al mes (unos 400 mil pesos), y el transporte representa alrededor de un 10% de esa cifra, a lo que se debe sumar las cuentas de servicios básicos como la electricidad y el agua, que también están entre las más altas de la región.

Santiago es una ciudad geográficamente muy dividida por clases sociales. Los trabajadores, que suelen vivir en comunas de la periferia, deben desplazarse diariamente al centro o al “barrio alto”, comunas como Las Condes, Providencia o Vitacura, ubicadas al oriente de la Plaza Italia, a los pies de los Andes, donde se ubican las grandes empresas y vive la clase alta. Debido a lo inmenso de la ciudad, los tiempos de desplazamiento hacia y desde el trabajo fácilmente llegan a las 3 horas por día.

La falta de tino de algunos funcionarios de gobierno también preparó el terreno. Hace unas semanas el ministro de Hacienda, Juan Andrés Fontaine, propuso que los trabajadores ahorren tomando el Metro más temprano para evitarse los precios de la hora punta, demostrando una increíble desconexión con la realidad. “A ver si entendí bien, el ministro de Economía quiere que los trabajadores viajen en el #Metro antes de las 7 am a sus pegas y se devuelvan a sus casas pasado las 9 pm para aprovechar el horario más barato? ¿A eso llama calidad de vida?”, reaccionó el futuro candidato humanista Iván Sepúlveda, uno de los pretendidos destinatarios de su “sugerencia” (“pega” es un chilenismo para “trabajo”). Hay muchos más ejemplos de la insensibilidad de ministros del gobierno y del propio Piñera al respecto.

Resulta muy revelador el que el alza de las tarifas del Metro sea decidido por un panel de 3 expertos… ¡mediante una fórmula logarítmica! Sin mecanismos de consulta democrática ni considerar cómo afectará a quienes deben pagarlo y dando por supuesto que agacharán la cabeza. José Enrique Coeymans, uno de los miembros del panel, llegó a declarar: “Cuando suben el pan o los tomates no hacen ninguna protesta.”

Aumento de costo de la vida y neoliberalismo extremo

Si a eso se suman los costos de la vivienda, la educación y la salud, tenemos un pueblo que prácticamente vive a punta de créditos de consumo, temeroso de perder el trabajo y no poder pagar las deudas. Y los que se han jubilado reciben pensiones bajísimas (de menos de 175.000 pesos, unos 250 dólares) de sus AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), en un sistema privatizado del que ni siquiera pueden retirar los fondos ahorrados de toda una vida.

Todas estas son consecuencias de las reformas neoliberales introducidas en la sociedad chilena en tiempos de Pinochet (1973-1989) por los Chicago Boys (egresados de la famosa Escuela de Chicago) y profundizadas por los sucesivos gobiernos de la Concertación por la Democracia, que optaron por no hacer cambios de fondo. De hecho, el país sigue rigiéndose por la Constitución de 1980, creada por el régimen militar.

¿Qué pasará ahora?

En la práctica, desde hoy no hay transporte colectivo en la capital, y las autoridades probablemente suspenderán las clases en colegios y universidades para el lunes 21 hasta por lo menos el miércoles 23.

Por otra parte, la CONFECH (Confederación de Estudiantes de Chile), la FECH (Federación de Estudiantes la Universidad de Chile) y la ANEF (Agrupación Nacional de Empleados Fiscales), entre otras organizaciones sociales, han convocado a una jornada de protesta nacional por un transporte digno y asequible y otras demandas para el lunes 21.

Al momento de publicación de esta nota (19.30 pm) el gobierno de Piñera acaba de anunciar que cede a la petición popular de anular el alza de las tarifas, además de anunciar la creación sobre una mesa de diálogo para otros temas sociales… pero probablemente ya es demasiado tarde.

Para esta noche hay convocados caceroleos en todo el país, y mañana ya veremos qué novedades nos trae el día. Por lo pronto, parece que Chile al fin se despierta y busca recuperar su dignidad perdida.

 

Fotografías: Sergio Bastías, Alejandra Guerrero, Pressenza