Carlos Peña – el reconocido académico chileno – se equivoca. Su talentosa pluma no merece apuntar contra Greta. Es sólo la voz de su generación, como lo fue en 2011, en Chile, con Camila Vallejo y las protestas estudiantiles. Nosotros, los viejos debemos ser solidarios con la juventud. Ayudarlos si cometen errores, pero estimularlos para que construyan su camino. Greta no es títere de nadie. Le temen los adultos reaccionarios y defensores del capital depredador, porque su lucha está teniendo acogida.

Carlos Peña perdió su reconocida lucidez. La presencia de Greta Thunberg en Naciones Unidas lo descompuso. Su columna del domingo en El Mercurio ataca brutalmente a la adolescente. Le molestó el tono de su discurso y a partir de ello concluyó que llevaba en su ser la “semilla del fanatismo”. Terrible acusación. Un golpe sin compasión. Greta sería algo así como la Rosemary de la película de Roman Polansky, quien llevaba en su vientre la semilla del mal.

Según el filósofo el tono -la forma- del discurso de Greta inspira miedo (a otros que la escucharon les inspiró amor y esperanza). La califica de fanática, y nos dice que el fanatismo es mucho más peligroso que el cambio climático.

Aunque para Peña el tono es en extremo preocupante, en párrafos posteriores apunta a los contenidos del discurso y también a la moral de Greta. Pero, en estos dos temas, no despliega mayor originalidad ya que repite argumentos ya esgrimidos contra la líder ecologista por empresarios destructores del medio ambiente, ideólogos de extrema derecha y alguno que otro “progresista” que disfruta con las teorías conspirativas.

En primer lugar, Peña descalifica a Greta, acusándola de simplismo por responsabilizar a la vieja generación de haber construido un mundo dominado por la pasión del dinero y la mentira.

Sin embargo, Greta tiene razón al culpar a las viejas generaciones. Porque han sido unos hombres de nuestra generación los que instalaron el proyecto neoliberal y otros que no fuimos incapaces de erradicarlo. Y el neoliberalismo ha provocado un crecimiento económico sin control y una pasión desenfrenada por el dinero, factores responsables del desastre ecológico planetario.

¡Que mejor prueba que las zonas de sacrificio existentes en Chile!: espacios expuestos a la contaminación y degradación, resultantes de una irresponsable concentración industrial, apoyadas por plantas termoeléctricas emisoras de carbono. Es, entonces, el modelo productivo en curso, preocupado sólo del crecimiento, sin equilibrios sociales ni respeto por el medio ambiente el que provoca desastres ecológicos, en Chile y en el mundo.

También tiene razón Greta cuando dice que nuestra generación, la de Peña y la mía, ha traicionado, engaña. Porque, así como es falso que exista igualdad y justicia en el neoliberalismo, tampoco existe protección efectiva del medio ambiente. Hasta ahora políticos y gobiernos ofrecen promesas y compromisos y no soluciones efectivas, mientras los científicos anuncian el desastre ecológico, de no adoptarse medidas urgentes para evitarlo.

En segundo lugar, el filósofo Peña descalifica moralmente a Greta por haberse subido al yate de Pierre Casiraghi en su viaje a Nueva York. El apoyo del millonario de Mónaco no debiera resultar sorprendente ni tampoco descalifica moralmente a Greta. Los dueños de Apple, Amazon, Google y Microsoft han apoyado y financiado variadas causas medioambientales; y, en Chile el millonario Douglas Tomkins se comprometió vigorosamente con la protección medioambiental en Aisén, donando la mayor parte de sus propiedades al Estado y apoyando a varias ONG.

También le molesta a Peña el “paternalismo frívolo” que revelarían Obama y el papa Francisco con la líder ecologista porque, según sostiene, “no es muy razonable inclinarse, sin más, ante una adolescente que enarbola un discurso toscamente moral”. Se equivoca el filósofo porque mucho antes del liderazgo de Greta, el papa Francisco publicó su encíclica Laudato si, dedicada precisamente a la protección de la casa común, una alabanza a la “Creación”, pero también un duro documento contra la destrucción de la naturaleza y una denuncia contra la falta de voluntad en la protección del planeta.

Por su parte, Obama también hizo esfuerzos por combatir el cambio climático, mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, intentando recuperar el papel de Estados Unidos en las negociaciones contra el cambio climático en el marco de Naciones Unidas, e impulsando fuentes de energías limpias. Los esfuerzos de Obama fueron valorables, aunque frenados por el gobierno de Trump.

En consecuencia, no existe paternalismo ni del papa ni de Obama en el apoyo a Greta Thunberg, sino de parte de ambos ha habido un real convencimiento que es preciso defender “la casa común”

Finalmente, el rector de la Universidad Diego Portales, sostiene que estamos frente a “un fanatismo que reúne a dos aliados —la ciencia y la adolescencia— que acostumbran a enrostrar a los demás la verdad que presumen haber descubierto”. No me parece. Los científicos no pueden ser aliados del fanatismo y tampoco dedican su tiempo a presumir. A los científicos no les alcanza el tiempo para la farándula. Y menos cuando se trata de una dramática verdad: el planeta en peligro de extinción.

Por su parte, Greta sólo utiliza los descubrimientos científicos en favor de la defensa del planeta y efectivamente lo hace con fuerza, pero no me parece que lo haga de manera fanática: “Por más de 30 años, la ciencia ha sido clarísima. ¿Cómo se atreven a seguir mirando hacia otro lado y venir aquí diciendo que están haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones necesarias aún no están a la vista?”

Creo que Carlos Peña se equivoca. Su talentosa pluma no merece apuntar contra Greta. Es sólo la voz de su generación, como lo fue en 2011, en Chile, con Camila Vallejo y las protestas estudiantiles. Nosotros, los viejos debemos ser solidarios con la juventud. Ayudarlos si cometen errores, pero estimularlos para que construyan su camino. Greta no es títere de nadie. Le temen los adultos reaccionarios y defensores del capital depredador, porque su lucha está teniendo acogida. Ha tenido la capacidad para convocar a millones de niños y adolescentes en todo el mundo, en defensa del futuro.