Una foto más. Un hombre esbelto posa sonriente. Es su hermano, cuyo asesinato fue el detonante de su huida. Cuenta que ella también estaba en el punto de mira por prestar ayuda a víctimas en su farmacia. Vino con su hijo mayor a través de una carta de invitación de su prima, que reside en la capital. Su otro hijo y su marido se quedaron atrás. «La policía encarceló a mi esposo», susurra. Dos meses después, lograron reunirse y desde 2015 tienen protección internacional.

Un retrato a carboncillo del Che Guevara decora el salón de su piso de alquiler. Sobre un caballete, dos copias de ‘La Joven de la Perla’. «Son de mi hijo pequeño, que estudia Bellas Artes». El mayor cursa Dirección de cine. «Lo importante es que están estudiando», subraya. No son los únicos. Maysun compagina un máster en Estudios Árabes con un trabajo temporal en una farmacia cercana. «No ha sido fácil». Pesan los dolores en la espalda, pero cada mañana se coloca la bata blanca, como en sus fotos viejas. «Los pacientes me recuerdan a los de mi farmacia. No me siento extraña», dice.

Maysun se ha refugiado en la poesía para curar su dolor por todo lo vivido. Ya en España, publicó su segundo libro de poemas. El primero lo escribió en Siria. Nada decía en él de las bombas, ni de la huida.

Su estantería habla por ella. Antologías de Mario Benedetti y Gloria Fuertes, ‘Poeta en Nueva York’, de Federico García Lorca. «Jamás pensé que iba a leerlo en su idioma», confiesa. Se siente identificada con el autor granadino, cuyos poemas devoraba en Siria. Ahora ella le dedica los suyos: «Ochenta años, Lorca / y las balas que traspasaron tu sombra ahora perforan mi pecho».

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