Por Florencia Varas

Suecia produce seres humanos fuertes, disciplinados. Quizás sea el rigor del clima, que los hace ser solidarios, empecinados y de una disciplina avasalladora.

Viví en Estocolmo en 1976, cuando en América Latina estábamos muy lejos de tener una preocupación mundial por el medio ambiente o el calentamiento global, sin embargo Suecia sí la tenía.

El transporte público era obligatorio, Minsitros, obreros, profesores, académicos, no usaban su coche por una actitud ética de no contaminar. Manejar en la ciudad de Estocolmo era considerado innecesario y tenía una sanción moral de la colectividad al contaminar el medio ambiente, al igual que fumar o tocar la bocina.

Eran leyes no escritas, códigos sociales como la puntualidad. Si se invitaba a cenar, los invitados llegaban exactamente a la hora que se les había enviado la invitación, tocando el timbre exactamente a la hora señalada, una cortesía para los dueños de casa que habían preparado la cena e invitado con tres semanas de antelación.

Todo organizado y programado el juste precise sueco.

Todas las mañanas, con el reloj en mano, ministros, profesores, obreros, estudiantes, esperaban en sus respectivos paraderos que señalizaba el horario de cada bus con sus horas y minutos exactos.

Nunca en mi estadía constaté retraso de una fracción de minuto, si se atrasaba cinco minutos, era noticia criticada en la prensa.

Desde los años 60, en Suecia estaba implementada la tarjeta BIP y gratis para mayores de 60 años y estudiantes.

En los parques públicos las rutas estaban previamente señalizadas, coches para mamás con niños, rutas para adultos mayores, pistas para corredores, ciclistas, patines y esquiadores.

La Suecia que viví fue la Suecia de Olof Palme, trabajando como periodista corresponsal para los diarios Journal de Sao Paulo y Sunday Times de Londres, en las elecciones suecas que lo derrotaron.

Fue denominado por la prensa el guardián moral del planeta.

Otorgó asilo a casi treinta mil chilenos que huyeron de la dictadura de Pinochet en 1973 y otorgó asilo a los desertores de la guerra de Vietnam, jóvenes soldados norteamericanos que desertaron en Vietnam y llegaron a Suecia. El ministro Palme se negó a entregarlos a la justicia norteamericana que los acusaba de grave delito de traición a la patria.

Esta fue la Suecia que me tocó vivir, hoy día me cuesta reconciliar esta Suecia con la que acusó a Julián Assange del delito de violación, en lo que a todas luces fue una trampa de motivación política para lograr extradición a los Estados Unidos.

Este breve preámbulo para indicar que Greta Thunberg es una fiel representante de la Suecia que conocí y admiré hace más de 40 años.

Su urgencia, su vehemencia, su honestidad, su congruencia al no viajar en aviones que contaminan o barcos que no sean a velas, en dormir en carpas, en su alimentación vegana, toda esa increíble congruencia en una adolescente de 15 años, la hacen la heroína que el planeta necesitaba…. antes de extinguirse por codicia humana.

Nació el 3 de enero de 2003, hija de Malena Ernman, una cantante de ópera y de Svante Thunberg, un actor, nieta del actor Olof Thunberg.

Fue diagnosticada con autismo, síndrome de Asperger y no se la consideraba buena estudiante o especialmente inteligente.

Sin embargo, su tenacidad y su pasión la condujeron por otros rumbos de conciencia ambiental.

Muy niña obligó a su familia a convertirse en veganos para no dejar contaminado el planeta con huella de carbono.

Esta pequeña Greta, lleva en sí la genética que hace de Suecia un país tan idealista y apasionado en los valores que considera intransables.

Greta inicia su activismo frente al Parlamento Sueco Riksdag en agosto del año 2018, iniciando su movimiento de Juventud por el Clima, culminando en su discurso en las Naciones Unidas por el cambio climático.

En marzo de este año, 2019, fue nominada para el Premio Nobel con su libro «No one is too small to make a difference».

Cada semana, los días viernes, sentada con los estudiantes, en las puertas del Parlamento sueco protesta, sin asistir a clases para pedir al gobierno sueco que disminuya las emisiones de carbono, en base a lo establecido en los acuerdos de París. Su lucha ha contagiado a los juventudes en 270 ciudades del planeta.

Pidiendo medidas concretas que logren detener el cambio climático, que para ella es lo más importante que existe para que sobrevivamos.

Su voz, es una orden clara y firme, hay que hacerlo ahora, no hay tiempo que perder.

Adelante, Greta, esperamos que tu voz sea escuchada, tu tenacidad y disciplina sueca logre lo imposible.

Bienvenida a Chile.