En pleno siglo XXI, en una ciudad del sur de Chile, su población se encuentra sin disponibilidad de agua potable desde hace ya más de una semana. Estamos hablando de un país que se vanagloria de estar adherido a la OCDE, de tener el más alto ingreso per cápita de América Latina, de ser la punta de lanza del neoliberalismo a nivel planetario. Del país que no pocos miran, unos embobados, otros con recelo.

Su producción y distribución de agua potable se encuentra totalmente privatizada, no en tiempos del innombrable, sino que bajo uno de los gobiernos de la Concertación, encabezado por Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Se asumía que para la transición hacia la democracia, se había escogido a quienes se plantearon como alternativa a la continuidad de la dictadura, la Concertación de Partidos por la Democracia. Desconozco en qué minuto se le dio vuelta el paraguas, pero lo concreto es que por razones misteriosas, en vez de plantarle cara al neoliberalismo, se terminó por consolidarlo, restringiéndose a limarle sus aristas más ásperas.

El país, cansado de escoger a quienes han terminado por ser cooptados por la derecha, ha colocado en el gobierno a quienes son los auténticos impulsores del modelo político, económico y social. Ahora a ellos les ha estallado este desastre en Osorno, revelador del contexto en que se mueven, gestionan las empresas privadas cuyos objetivos uno, dos y tres, no es otro que maximizar utilidades a como dé lugar, sin mayores consideraciones. Revelador también de un Estado que mira al techo, sin capacidad alguna de fiscalización al amparo del concepto predominante, que no es otro que dejar que las empresas privadas se muevan como pez en el agua.

Estamos ante un espectáculo donde la versión que circula señala que quien estaba a cargo de rellenar un estanque de petróleo de un motor ubicado cerca de la toma de agua potable, justo antes de los filtros, abrió la llave de paso para rellenar, y al parecer, habría omitido u olvidado cerrarla, provocando el rebalse de petróleo a los filtros, inutilizándolos y afectando la planta de tratamiento de aguas. Estos motores, localizados en las inmediaciones de la planta de tratamiento de aguas, suelen ser eléctricos justamente para evitar los motores a petróleo por los riesgos de manipulación que encierra, como el que estamos presenciando.

La razón por la cual la empresa sanitaria habría desechado el uso de motores eléctricos sería de orden económico: la electricidad en hora de punta es muy cara. No habrían encontrado nada mejor que instalar generadores diésel para tener energía propia durante las horas punta. Inteligencia pura guiados por la maximización de las utilidades. Cero gestión del riesgo. Cero consideraciones éticas.

Quien preside el directorio de la empresa responsable de este desaguisado de marca mayor, es Guillermo Pickering, quien fuera subsecretario de Interior en tiempos de Frei Ruiz-Tagle, subsecretario de Obras Públicas bajo el gobierno de Lagos, miembro del directorio de Ferrocarriles del Estado, director de Metro, hoy cooptado por el neoliberalismo y privatizado hasta la médula.

Solo falta que venga un Trump para que nos diga: bueno, si no les gusta, váyanse a otra parte. Mientras tanto Piñera que estaba a punto de partir a un evento privado mundial gracias a una invitación de Google que nadie conocía, y que se vino a conocer a última hora, en un gesto que enternece, decidió no solo no viajar con su familia, sino que quedarse en el país, para “monitorear” el desastre y ponerle término cuanto antes. Con ello espera amortiguar y revertir la eventual caída en las encuestas que este evento le reportaría.

Lo ocurrido invita a pensar en la necesidad de una reingeniería profunda en nuestras propias cabezas de modo de situar al ser humano en el centro de nuestras preocupaciones siempre, no solo cuando se produce el desastre.