Por Elva Tenorio.-
Licenciada en Medicina y Psicología. Feminista 

Muchas mujeres feministas gastan gran parte de sus energía en señalar que la institución de la prostitución es la perpetuación de un privilegio patriarcal en donde los cuerpos de las mujeres y menores, son traficados, tratados y usados como objetos con la finalidad de satisfacer la sexualidad masculina hegemónica, aunque no siempre esa finalidad sea exclusivamente sexual.

Las feministas denuncian que esa institución, es la síntesis y la demostración palpable del poder del patriarcado, ejercido por los hombres sobre los cuerpos de las mujeres desde la noche de los tiempos, en todas las latitudes del planeta.

Sin embargo y teniendo en cuenta que la institución ha sufrido metamorfosis a lo largo de la historia, es una evidencia que no siempre ha tenido las características actuales. En las diferentes épocas, su manifestación social está unida al contexto y, por tanto, al sistema social y económico de cada periodo histórico concreto. En la actual etapa del sistema capitalista, la prostitución está ligada inexorablemente a las premisas y condiciones ideológicas y económicas del globalizado paradigma neoliberal.

En el neoliberalismo, el motor llamado mercado y el consumo, mantienen funcionando el sistema capitalista. No se limita únicamente a la comercialización de objetos y cosas, sino que el mercado se extiende también a los propios cuerpos y a la comercialización real o simbólica de los deseos humanos, incentivándolos para ello. El neoliberalismo nos promete alcanzar todo aquello que seamos capaces de pagar o desear. Esa es la utopía.

El precio de los objetos y también el de los sujetos convertidos en objetos, está irremediablemente ligado al valor que se obtiene de ellos en el mercado. Así, la única limitación para entrar en el juego es la económica. Si no se tiene capacidad de compra, las leyes del mercado te permiten vender o venderse a una misma, en nombre de la libertad individual.

La prostitución y la pornografía para el consumo de los hombres, adquiere en estos momentos históricos la característica de una inmensa industria que contabilizada en el PIB de los estados, o incluso puede ser la principal fuente de ingresos para muchos países empobrecidos.

Estas industrias en expansión precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social, tanto ética, como legal y política.

Para que los sujetos se construyan como objetos o productos que respondan a las leyes de la oferta y la demanda, se precisa de la conformidad social y para eso deben crearse las condiciones para ello.

En este orden neoliberal de la compra-venta de los cuerpos de mujeres y menores para uso y consumo masculino, las feministas molestan. Molestan mucho. Molestan demasiado. Nos recuerdan constantemente lo que otras feministas que nos precedieron reivindicaban como objetivo ético y social para la emancipación de las mujeres: la eliminación de la esclavitud y de la violencia ligada a los privilegios patriarcales, como único camino para alcanzar una igualdad social real, y un cambio radical y diferencial con el modelo masculino imperante.

La abolición de la prostitución era para ellas y sigue siéndolo ahora para las mujeres no neoliberales, la condición sine qua non se hace posible esa utopía social revolucionaria.

Estas industrias en expansión precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social, tanto ética, como legal y política.

Por tanto, para domesticarnos en sus leyes, el neoliberalismo ideológico, sus mitos y postulados, deben ser introducidos en el imaginario colectivo, como coartífices imprescindibles de las premisas económicas, pero sobre todo debe convencer a las feministas de que la libertad de las mujeres está intrínsecamente ligada a la venta del propio cuerpo para el uso y satisfacción de los deseos masculinos.

Para ello, nos representarán como mujeres autónomas y autosuficientes, sin ningún tipo de condicionantes sociales, ni mandatos patriarcales que nos limiten. Nos convencerán de que el patriarcado ya no existe porque desapareció, no se sabe cuándo, y que nuestra libertad individual nos autoriza, como propietarias, a disponer de un cuerpo, objeto de deseo, que puede ponerse a la venta y competir en el mercado.

Para persuadirnos de todo ello utilizan los mecanismos e instituciones puestas a su alcance: políticas, culturales y legales, usando a los lobbies de presión y a los grupos de interés ya sea de la propia industria, o de la academia, como activistas y creadores de opinión.

En este contexto hay que analizar la jornada del próximo sábado día 8 de Junio en Barcelona, que, propiciada por el Ayuntamiento de Barcelona, reúne a partidos políticos, juristas y lobbies pro-prostitución. Pretenderán, como llevan haciéndolo desde hace años y desde los propios espacios feministas institucionales, inculcar a las mujeres que el mercado es el único valor en juego, que el precio que adquieran en él nuestros agujeros y cuerpos cosificados, son el resultado de una estupenda opción o salida laboral. Especialmente para todas aquellas mujeres empobrecidas, abandonadas socialmente y expropiadas de antemano de sus derechos humanos básicos, que precisen sobrevivir.

Los derechos laborales constituirán por tanto, los temas de debate ese día y para ello y de nuevo, los agentes del neoliberalismo, desde las instituciones y lobbies que defienden esa industrial de la explotación patriarcal del cuerpo de las mujeres, colaborarán ideológicamente a que continúe su crecimiento expansivo.

Barcelona es ya una ciudad destino de turismo sexual y en ese camino continuaremos, salvo que las feministas, como en otros momentos de la historia, nos opongamos de nuevo y de manera radical a que continúe esta opresión orquestada desde la industria y las instituciones públicas compradas o vendidas al neoliberalismo.