Por Jerome Irwin

Al reelegir a su actual gobierno del Partido Liberal de derecha y a su líder, el Primer Ministro Scott Morrison, los australianos han traicionado, de un solo golpe, a la naturaleza superior de la humanidad que constantemente busca sanar y crecer más allá de las tendencias más bajas y limitadas entre los seres humanos y sus sociedades.

Al hacerlo, los votantes de Australia también han negado la protección a largo plazo de sus patrias ostensiblemente sagradas de los continuos estragos y efectos adversos de tales fuerzas como: el cambio climático descontrolado, la destrucción deliberada por parte de las corporaciones del mundo y los súbditos de sus seguidores y simpatizantes que continúan abogando por la minería y la extracción de carbón, hierro y un montón de minerales, y el agotamiento de preciosos recursos naturales finitos como el agua.

Los votantes australianos también han asegurado así la continuidad de las políticas que favorecen: la continua necesidad de una afluencia masiva de trabajadores inmigrantes, una consecuente explosión demográfica y densidad de sus áreas urbanas y rurales; los efectos incontrolables del apoyo al desarrollo económico y comercial, y la pérdida del patrimonio humano consagrado por el tiempo que lo acompaña, que será reemplazado por la promesa de lo que se conoce como mejores cosas no especificadas en el futuro.

También está amenazada la futura proliferación de dispositivos económicos cada vez más inteligentes, aunque corruptos y burocráticos, como el actual engranaje negativo, que favorece los vínculos indecorosos de crecimiento y expansión bilaterales entre los intereses corporativos y las clases ricas de Australia, los cuales siempre se benefician y garantizan el mutuo crecimiento y expansión a expensas de los sectores más pobres y menos privilegiados de la población del país, que sólo pueden exacerbar en el futuro aún más las brechas y distinciones existentes desde hace mucho tiempo entre ellos.

Las elecciones nacionales de Australia, recientemente concluidas, representan una victoria para el dinero ilimitado, la riqueza y una miseria de empleos insostenibles que, a largo plazo, no respaldará a su civilización y, si son copiadas por otras naciones desarrolladas y en vías de desarrollo, superarán la posibilidad de crear cualquier cordura racional para la supervivencia de la raza humana y la preservación de la misma Madre Tierra.


Jerome Irwin es un escritor independiente que, durante décadas, en North Vancouver, Columbia Británica, Canadá, ha tratado de llamar la atención sobre los problemas de sostenibilidad causados por los excesivos megadesarrollos, los horrores resultantes de la congestión del tráfico, la pérdida de vecindarios de una sola familia y un sinnúmero de cuestiones y preocupaciones ambientales, ecológicas y espirituales relacionadas que existen entre las filosofías conflictivas de los pueblos indígenas y no indígenas.


Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño