Un extraordinario acto único «Cien cartas, de las barras a las estrellas», el representado en Roma en el teatro de la penitenciaría Rebibbia: ha llegado a los corazones de los espectadores que, incluso entrando en una prisión donde sienten la segregación del mundo, han tocado con sus manos tal coral de creativa humanidad lo que sería una sociedad que permitiera a todos crecer. En «Cien cartas, de las barras a las estrellas», los prisioneros-actores saben de lo que están hablando y por eso pueden comunicar emociones fuertes. Actuar se convierte en una confesión viviente, una especie de autoanálisis que despierta empatía y obliga al espectador a cuestionar cuánta aleatoriedad interfiere en cualquier destino, en las responsabilidades individuales de la sociedad en la que vivimos.

Tomado del libro homónimo del detenido Attilio Frasca – que en la pieza se interpreta a sí mismo – escrito por Fabio Masi, autor y director de Blob, (ediciones Itaca), la actuación es el resultado de un viaje teatral apoyado por el Teatro Stabile d’Abruzzo con la dirección artística de Simone Cristicchi, con una duración de siete meses y a cargo del director Ariele Vincenti, en colaboración con Fabio Masi, en sinergia con el director, las trabajadoras sociales y los psicólogos de la casa del distrito de Pescara. Interpretado por los mismos internos con el director y actor Ariele Vincenti, con la participación fundamental del actor Flavio Insinna, quien en el escenario es narrador, hilo conductor e intérprete de la correspondencia entre Attilio Frasca y Massimo, un amigo conocido por Attilio cuando era niño, quien, fuera de prisión, lo apoya psicológicamente y lo lleva hacia la redención.

Al final de la actuación, el mismo Flavio Insinna dijo, visiblemente emocionado, que «una oportunidad como esta me ayuda para entender mejor la vida. Tuve suerte y quiero devolver lo que se me ha dado. Es necesario abrirse a la gente».

El espectáculo narra, al universalizarlo, el descenso criminal del protagonista Attilio Frasca, cuya desviación nació cuando era muy pequeño: basta solo con pensar que a la edad de seis años fumaba cigarrillos. Desde los primeros crímenes, Attilio llega al delito y al encarcelamiento prolongado, en una deriva desgarradora que, por asociación de ideas, recuerda, aunque en un entorno diferente, las vidas destrozadas desde el nacimiento de las películas de Babenco o Luis Buñuel.

Son inherentes a los personajes, bien expresados ​​en algunas escenas de violencia colectiva, rasgos psicológicos del héroe Dostoevskyjano que en «Crimen y castigo» pone a prueba sus límites con la transgresión, sintiéndose legitimado al crimen como un desafío y, al mismo tiempo, idéntica necesidad de resurrección para no permanecer aislado. Pero también hay la ligereza de situaciones hilarantes, de coreografía, de canciones originales del cantautor romano Emilio Stella. Completa el evento la interesante exposición fotográfica de Antonello Nusca (suya también la foto que acompaña a este artículo). En «Cien cartas» el teatro se convierte en un instrumento de renacimiento, un intercambio osmótico que lleva a los que están detrás de las rejas y los que están afuera. El espectáculo estará de gira en los teatros de Pescara, L’Aquila, Nápoles, Roma. Quien pueda no se lo puede perder.


Traducido del italiano por Michelle Oviedo